martes, 3 de septiembre de 2013

Discurso del Premio Nobel de Literatura José Ramón Carballo López.




Bueno, estoy realmente muy emocionado, para mí este día es realmente muy especial, y no sólo por el premio en sí sino por lo que representa para mí en lo que a mi trayectoria vital se refiere como una culminación, un reconocimiento, una expresión en definitiva de afecto hacia mi obra y mi persona, así es como creo que debo interpretarlo, como una muestra de amor, de ese amor del que hablo en mi obra y que considero el verdadero motor del mundo, de un mundo diferente, de un mundo mejor.
En todos mis poemas, en mis innumerables escritos, en mis pinturas, en mis fotografías, en todo lo que ha sido mi producción artística en mi ya larga trayectoria creo que el principal, por no decir único, motor, ha sido el amor como energía generadora de vida, de ilusión y, sobre todo, de comprensión hacia el otro, aceptando por encima de todo su diferencia y aprendiendo de él todo aquello que nos pueda aportar.
Creo en un mundo mejor que entre todos podemos construir y por ello he luchado con la herramienta que mejor creo sé manejar, la literatura y el arte en general, pienso además que el hombre es uno y que haga lo que haga en cualquier lugar que lo haga va a dejar su impronta imperecedera que le habrá de sobrevivir y servir de ejemplo a los demás.
Desde niño he aprendido de los grandes y también de los pequeños, en el convencimiento de que nada es grande o pequeño y de que todo es válido, encomiable, ejemplificador de algo si se sabe mirar bien, en el convencimiento que es nuestro punto de vista y nuestra apertura de miras la que hace que todos seamos parte de un proceso colectivo de crecimiento  que transcienda barreras, fronteras, clases sociales, razas, religiones, dogmas, ideologías y todo tipo de prejuicios.
No sé si lo habré logrado, pero ése era mi propósito sin dudarlo, desde que aquel niño solitario conjuraba el fantasma del aburrimiento con sus primeras lecturas o haciendo sus primeros dibujos, creo que siempre he tendido hacia esa meta de manera más o menos consciente, porque uno tiene un camino, un único camino, lo importante es llegar a descubrirlo y yo pronto lo tuve claro, mi camino era la comunicación, algo mucho más amplio que la escritura o la pintura, lo que yo quería era ante todo transmitir algo a los demás, algo que yo llevaba dentro y que sabía era único, mi alma.
Y mi alma ha ido quedando plasmada en mi obra, sea ésta del tipo que sea, junto con el alma de tantos y tantos otros hilvanada en un hilván sin fin como el que iba haciendo mi abuela cuando cosía la ropa por las tardes a la luz tenue de una bombilla que iluminaba también las hojas amarillentas de los libros que yo iba leyendo como si hilvanara también mi alma con los pensamientos de tantos y tantos escritores que me antecedieron y que me conforman.
Especialmente tres escritores a los que debo mi vocación y en gran medida mi inspiración, Proust, Mann y Lorca, tres faros que han alumbrado no ya sólo mis escritos sino, lo que es más importante, mi vida, llenándola de ideas, pensamientos, conceptos, valores, llenándola en definitiva de sabiduría, de una sabiduría ancestral que constituye al hombre desde siempre y que le hace prudente, civilizado, inmortal.
Desde este epicentro de civilización, en este emocionado momento de mi vida, quiero hacer un llamamiento a las virtudes que el arte y la cultura en general aporta a los pueblos, creo que el arte y la barbarie son incompatibles y que el hombre que es capaz de desarrollar una percepción artística de la vida será incapaz de caer en la barbarie jamás.
Sirvan estas últimas palabras para agradecer a la Academia Sueca y a su majestad el Rey de Suecia el premio que me han otorgado, y a todos la valoración y el conocimiento de mi obra que conlleva, seguiré adelante durante los años que me queden en este proyecto personal de vida que me conforma, la literatura y el arte.
Muchas gracias a todos,
José Ramón Carballo López (el paseante)

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