miércoles, 11 de septiembre de 2013

El cuadro de la semana. La guitarrista. Johannes Vermeer. 1672.

Así pintaba Vermeer la música

La National Gallery de Londres expone la fijación del gran genio holandés con los instrumentos y con el poder evocador y simbólico de sus sonidos en el Siglo de Oro



Rachel Brown,flautista de la Academia de Música Antigua toca delante de 'La guitarrista' de Johannes Vermeer "The guitar player", parte de la exposición Vermeer and Music: The Art of Love and Leisure,en la National Gallery de Londres. / LUKE MACGREGOR


Johannes Vermeer pintó La lección de música (caballero y dama tocando el virginal) entre 1662 y 1665. Sobre la tapa del instrumento escribió en latín que la música es compañera de la alegría y bálsamo contra el dolor, un sentimiento compartido entre las élites de la sociedad neerlandesa del siglo de Oro. La música servía para cerrar un negocio o celebrar un evento familiar. Era la rúbrica que certificaba que algo positivo había ocurrido o que estaba a punto de suceder. Vermeer, como casi todos sus contemporáneos, dedicó una gran parte de su obra a retratar estos delicados ambientes, protagonizados casi siempre por mujeres entregadas a la interpretación La música era el arte del amor y del ocio y así lo narra la exposición con la que la National Gallery de Londres quiere atraer al público este verano: Vermeer and music. The Art of Love and Leisure. En torno a cinco obras maestras de Vermeer, el tema se ilustra con unas treinta pinturas de artistas holandeses que se exhiben junto a los instrumentos retratados en los cuadros como auténticos protagonistas de la exposición: virginales, cítaras, laudes o guitarras preciosamente adornadas se entremezclan con los cuadros para que el visitante pueda compararlos.Tres días a la semana, jueves viernes y sábado, la orquesta de la Academy of Ancient Music intenpretará en directo canciones de la época.

Betsy Wieseman, conservadora de pintura holandesa de la National Gallery y entusiasta comisaria de esta exposición explica que la Música esa esencial dentro de la vida de los más poderosos, pero que también lo era en ambientes populares. Para que todo el mundo lo entienda, Wieseman pone el ejemplo del fútbol. "¿Conocen alguna familia o casa ajena al fútbol?. Pues en los Países Bajos de entonces ocurría lo mismo con la música". 

Para contarlo, Betsy Wieseman ha dividido la exposición en cinco ámbitos en los que la pintura sirve para constatar la importancia de la música en el ámbito familiar, amoroso y social a través de lienzos de artistas como Gerard ter Borch, Gabriel Metsu, Jan Steen, Pieter de Hooch y Godfried Schalcken.

Pero todo conduce a la sala central en la que se han conseguido reunir cinco obras de Vermeer. Muchas, si se tiene en cuenta que no se le reconocen más de 35 y pocas, si se considera que dos de ellas ( dos versiones muy diferentes de una joven tocando el virginal) forman parte de la colección permanente de la National Gallery. La lección de música, procede de la colección personal de la reina, Isabel II. El cuarto Vermeer es un óleo de solo 25 por 20 centímetros, fechado en 1670 con una joven tocando el teclado del virginal, prestado por un coleccionista privado neoyorkino. Pero la estrella absoluta es la Muchacha tocando la guitarra, pintado hacia 1672 y procedente del Legado Iveagh, de Kenwood House, no expuesto antes al público y catalogado por los expertos como una obra a la altura de La encajera o La joven de la perla. "Están todos los elementos que hacen única su obra", explica Betsy Wieseman. "La guitarra española significa la fantasía y los sentimientos amorosos. En el rincón se apilan unos libros que la chica ha abandonado. Ella está mirando a alguien que no aparece en el cuadro pero al que contempla totalmente entregada. Es su profesor y a él está dedicando la música. Los amarillos de oro o los azules de plata cargados de luz son tan soberbios que solo por el colorido, el cuadro sería una obra maestra. La amorosa inocencia de la cara de ella es conmovedora". La comisaria destaca un último elemento más dentro del cuadro: el paisaje de Delft, la ciudad natal del artista, que aquí se utiliza como un homenaje a sus orígenes y familia. Este cuadro ha sido elegido como imagen de la exposición para los carteles, banderolas, catálogos y todos los objetos que atiborran las impecables tiendas del museo.

Al final del recorrido, la ciencia que tanto admiraba Vermeer se pone al servicio de su pintura para adentrarse en sus secretos. Radiografías y análisis de última teología prueban como el artista rectificaba bastantes veces sobre la composición de sus cuadros, cómo conseguía sus colores o como jugaba con las formas geométricas. Betsy Wiseman recuerda que la geometría es una ciencia que ha fascinado a muchos artistas holandeses y que en tiempos de Vermeer estaba ligada a la música por los mismos principios cosmológicos. Los instrumentos de cuerda y sobre todo el clavicordio, le resultaban perfectos para la armonía de sus comopisiciones. Todo está conectado y esta exposición es ofrece una posibilidad de comprobarlo".

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