domingo, 24 de noviembre de 2013

Decíamos ayer. Julio 2012 (2). Casa rural el paseante y otras historias.

jueves, 12 de julio de 2012


La lectura del fin de semana. El guardián entre el centeno. J.D. Salinger. 1951.

Hay una cierta opinión generalizada de que se trata de una obra sobrevalorada, mis padres, por ejemplo son de esa opinión, es más, después de leer el libro me lo regalaron y me dijeron que no dejara de comentarles qué me parecía cuando lo leyera.
Tardé en leerlo y ellos me preguntaban de vez en cuando, estaban intrigados.
Al final lo leí y les dije que me parecía magnífico, a ellos no les había gustado.
Y es que para que te guste un libro así hay que estar un poco loco, como yo, ver la vida desde el otro lado, ser un outsider total.
Para mí es una obra maestra.
Única obra que escribió su autor, y que le catapultó a la gloria literaria para la eternidad.
Me encantan estos autores famosos y reverenciados, de culto, con una sola obra.
Con qué poco esfuerzo entran en la inmortalidad.
Pero claro, el genio, el verdadero arte es así, surge de manera espontánea, imprevisible, natural, fácil, y ahí queda para siempre.
Esta novelita es la historia de un crápula, antecedente se los disparates sexuales del gran Bukowski del que hablaremos próximamente.
Road movie urbana, parece como salida de la factoría Warhol, pura desestructuración, sorpresa, ambigüedad, inconsciencia, absurdo...
Como la vida misma, imposible no identificarse con el protagonista, todos somos el protagonista y nunca seremos ni más ni menos que el protagonista de esta historia por mucho que nos esforcemos en no serlo, y ya es bastante ser simplemente así...
el paseante


Hasta mañana.

Hasta mañana y no os olvidéis protegeros del sol!!!!!!!!!

Audrey

La réplica de la sombra a la venganza.



Bueno, Jota, veo que hablas de justicia y venganza como si fueran la misma cosa, pero, aunque pueden parecerse, yo creo que hay un matiz importante que las distingue. La justicia le da al culpable la posibilidad de reparar el daño cometido, o de compensarlo de alguna manera, mientras que la venganza sólo busca su humillación. Además, ya sabes lo que pasa con eso del “ojo por ojo” ¿no?, pues que “el mundo se quedará ciego”. Y yo creo que es verdad, que no consigues que la otra persona escarmiente por el mero hecho de hacerle lo mismo que te hizo ella; tan sólo prolongas el círculo vicioso de la venganza. Porque ¿con qué intención jugarías con la amada que previamente ha jugado contigo? ¿para demostrarle que no se debe jugar con los sentimientos?. Pues, sinceramente, no creo que hacer aquello que estás condenando sea el mejor ejemplo a seguir, porque desde el momento en que te pones a la altura de quien te ha dañado, pierdes la autoridad moral para reprenderle.
         Pero entiendo tu postura, Jota, porque eres apasionado. Y me parece bien que también seas justiciero, sin embargo, creo que buscar venganza es cruzar una línea peligrosa. No sé, tal vez, como tú dices, soy demasiado racional, aunque para eso estoy ¿no?, para controlar esos arrebatos que tienes y llevarte por el buen camino.
 Por cierto, la semana que viene me voy de vacaciones. Te abandono por unos días para disfrutar de la compañía de mi amiga la sombra de la sombrilla, ¡¡es tan refrescante y veraniega !!. Pero no te preocupes, que luego volveré para ser tuya de nuevo. Mientras tanto espero que no te vayas con otras sombras ¿eh?, porque a lo mejor me entran celos y me da por vengarme…
La sombra del paseante


Anochecer (poema).

Anochecer

Eternidad
Amor
Rosada aurora
Celeste cielo
Lejana nube
Imperturbable estrella
Elevada cima
Umbrío valle
Inmensidad serena
Plácido anochecer
Suave murmullo
Solemne cuco
Canto de un pájaro
Hipérbole de amor
Puro infinito
Cae la noche
Te abrazo
Me duermo y sueño
Lento regreso hacia ti

José Ramón Carballo
11 de julio de 2012

miércoles, 11 de julio de 2012


Yo te adoro...


Adoro la calle en que nos vimos,
La noche cuando nos conocimos,
Adoro las cosas que me dices,
Nuestros ratos felices
Los adoro, vida mía.

Adoro la forma en que sonríes,
El modo en que a veces me riñes,
Adoro la seda de tus manos,
Los besos que nos damos,
Los adoro, vida mía.

Y me muero por tenerte junto a mí,
Cerca de mí, muy cerca de mí,
No separarme de ti;

Y es que eres mi existencia, mi sentir,
Eres mi luna, eres mi sol,
Eres mi noche de amor.

Y me muero por tenerte junto a mí,
Cerca de mí, muy cerca de mí,
No separarme de ti;

Y es que eres mi existencia, mi sentir,
Eres mi luna, eres mi sol,
Eres mi noche, noche de amor.

Adoro el brillo de tus ojos,
Lo dulce que hay en tus labios rojos,
Adoro la forma en que suspiras
Y hasta cuando caminas
Yo te adoro vida mía;
Yo te adoro, vida mía
Yo, yo, yo te adoro
Vida mía.
Armando Manzanero

Bésame...


Bésame, bésame mucho
como si fuera esta noche
la última vez

Bésame, bésame mucho
que tengo miedo perderte,
perderte después.

Quiero tenerte muy cerca
mirarme en tus ojos
estar junto a ti.

Piensa que tal vez mañana
yo estaré muy lejos
muy lejos de aquí.

Bésame, bésame mucho
como si fuera esta noche
la última vez

Bésame,
bésame mucho
que tengo miedo perderte,
perderte después.

Lucho Gatica

I hear you call my name...

 
Life is a mystery, everyone must stand alone
I hear you call my name
And it feels like home

[Chorus:]
When you call my name it's like a little prayer
I'm down on my knees, I wanna take you there
In the midnight hour I can feel your power
Just like a prayer you know I'll take you there

I hear your voice, it's like an angel sighing
I have no choice, I hear your voice
Feels like flying
I close my eyes, Oh God I think I'm falling
Out of the sky, I close my eyes
Heaven help me


[Chorus x2]

Life is a mystery, everyone must stand alone
I hear you call my name
And it feels like...

[Chorus x2 (with Choir)]
(Just like a prayer, I'll take you there
It's like a dream to me)


Madonna


La foto de la semana. Madrid con los mineros.

Foto anónima enviada por mi amiga Emma.


Respuesta a la venganza.


 
Sombreada sombra, te entiendo, te comprendo, pero no te puedo dar la razón, en tu ausencia de sentimiento, de pasión, de ardor, creo que llevas la razón, “tu razón”, igual que yo, puro fuego, pasión, y sentimiento, tengo mi razón, ya lo verás, te lo voy a explicar:
Dice August Strindberg en su obra Los acreedores que cuando nos vengamos es nuestro propio corazón el que se desangra.
Debí escuchar la frase en un Estudio Uno de mi adolescencia, yo devoraba esas obras de teatro que ponían en la tele de Franco, interpretadas por lo más granado de nuestros mejores actores y dirigidas magistralmente aún con pocos medios.
Fue en ese momento, hace unos 35 años más o menos, cuando oí la frase, y me pareció una sentencia a recordar, y prueba de ello es que me ha venido a la memoria ahora al tratar el tema, igual que me viene a la memoria cada vez que me vengo de alguien.
Y es que tengo que reconocerte, sombra, que soy muy vengativo, o tal vez mejor decir muy justiciero, creo que el que la hace debe pagarla como escarmiento para que no vuelva a perjudicar a nadie más con su conducta, que aprenda la lección, y para que la aprenda hay que enseñársela.
La última venganza que he cometido ha sido hace apenas unas horas, imagina, está aún calentita, reciente, como la empañadilla de bonito que me acabo de comer.
Te puedo decir sombra que no me quita el hambre la venganza, más bien me abre el apetito.
Después de 35 años ha llovido mucho sobre mi vida, la frase la recuerdo aún y tal vez sea inclusive cierta, pero yo no creo en ella.
Y es que yo me vengo como resarcimiento, reequilibrio, con afán de escarmiento, de justicia, por el dolor que siento con el agravio, bien sea propio o ajeno, es más, llevo mucho peor el agravio y la injusticia con los otros que conmigo mismo.
Y en el amor soy más vengativo aún si cabe, porque jugar interesadamente con los sentimientos, la ilusión, y la entrega de otra persona me parece de lo más abyecto y repudiable que pueda hacerse en el juego diario de las relaciones interpersonales.
Me sonrío, sí, me sonrío, tal vez algún día te cuente alguna de mis más sonadas venganzas, son dignas de un gran estratega, me encanta que el objeto-sujeto de mi venganza sea quién caiga por sí mismo víctima de su propio juego, que sea él quién se meta por sí mismo en la trama por mi urdida y sea autor involuntario de su propio escarmiento.
Y al final sea consciente de todo esto.
Porque de lo que más se aprende y escarmienta es del error en el que uno ha caído por sí mismo, de la propia experiencia, del propio coscorrón, o bofetada.
Me sonrío sombra, bueno, tal vez algún día te cuente más, pero necesitamos tener más confianza, aún es pronto...
Por último te diré que cuanto más compasivo es uno, más justiciero es, y, por tanto, más vengativo...
Compasivo con el agraviado, sea uno mismo u otro, justiciero y vengativo con el agresor. 
Dar a probar a cada uno de su propia medicina, creo más en esta frase que en la de Strindberg.


Besos sombreada sombra,


el paseante justiciero a su sombra

La venganza según la sombra.



LA VENGANZA
La venganza…¡vaya nombrecito! ¿eh, Jota?. ¡Qué fuerte!. La verdad es que infunde un poco de miedo ¿no?. Tal vez es por la “z” que nos recuerda al “Zorro” y a su espada vengadora, no sé. El caso es que ese nombre tan rimbombante, tan sonoro y amenazador me parece una farsa, porque promete algo que no da. Me explico. Supongamos que estás despechado porque tu amada te ha dejado (pongo este ejemplo porque como hemos estado tratando del amor creo que viene al caso, pero se podría aplicar en cualquier ámbito). Bien. Quieres a toda costa vengarte de ella, hacerla sufrir el mismo martirio que ella te está infligiendo con su ausencia. Urdes un plan en tu mente para atraerla de nuevo con la única intención de rechazarla y así saborear las mieles de la venganza. Muy bien. Lo que pasa es si te vengas cuando todavía sientes algo por ella, aunque sólo sea odio, es inútil, porque ella lo notará. Descubrirá que en ese caso la venganza es un mero disfraz que encubre un sentimiento. Y mientras sientas algo –incluso el mismo deseo de venganza- serás vulnerable y estarás de nuevo a su merced. Sabrá que todavía te tiene en sus garras.
La venganza sólo funciona cuando nace de la indiferencia, cuando realmente ya no te importa la otra persona. Entonces sí que surte efecto y puedes conseguir el objetivo de ver a tu amada de nuevo a tus pies. Porque la indiferencia es la ausencia de sentimiento, y no hay nada que irrite más a la persona que un día tuvo poder sobre ti, que darse cuenta de que ya no lo tiene. Pero si ella ya te da igual, también te dará igual que sufra o deje de sufrir ¿no?. Y si te da igual, entonces ya no disfrutarás de la venganza; curiosamente, ni siquiera tendrás interés en vengarte. Por eso digo que nos engaña. Nos hace creer que el castigo a la otra persona resarcirá lo que hemos sufrido, pero lo único que obtenemos es vacío, porque cuando finalmente podemos vengarnos, en realidad ya no nos importa…
La sombra del paseante.

La libertad según Krishnamurti.

La Libertad [31/03/2008]
A MENOS que la mente esté absolutamente libre del temor, toda clase de acción engendra más perjuicio, más desdicha, más confusión.»
Decíamos cuán importante es que se realice un cambio fundamental en la psique humana, y que este cambio puede surgir únicamente si hay completa libertad. Esa palabra, “libertad”, es muy peligrosa a menos que comprendamos su sentido cabal y absoluto, tenemos que aprender todas las implicaciones de esa palabra, y no sólo su significado según el diccionario. La mayoría de nosotros la usamos conforme a nuestra particular tendencia, o capricho, o políticamente. No vamos a usar esa palabra en un sentido político o circunstancial; más bien penetraremos en su significado interno y psicológico. Pero antes tenemos que comprender el significado de la palabra “aprender”. Como dijimos el otro día, vamos a comunicarnos todos –lo cual significa participar, compartir juntos–, y el aprender forma parte de ello. Ustedes no van a aprender del que les habla, sino que aprenderán observando, utilizando al que les habla como un espejo para observar el movimiento de su propio pensamiento, del propio sentir, de la psique, de la propia psicología. No hay autoridad alguna en que quien les habla tenga que sentarse en una tarima por motivos prácticos; esa posición no le confiere ninguna autoridad. Podemos, pues, descartar eso por completo y considerar la cuestión del aprender, pero no aprender de otro, sino valerse del que les habla para aprender acerca de uno mismo. Ustedes están aprendiendo al observar su propia psique, su propio ego, lo que sea. Para aprender tiene que haber libertad, un gran interés, y tiene que haber intensidad, pasión y urgencia. No podrán aprender si les falta pasión o energía para investigar. Si existe cualquier clase de prejuicio, cualquier predisposición de agrado o desagrado, de condenación, no es posible aprender, porque entonces uno tan sólo distorsiona lo que observa.
La palabra disciplina implica aprender de una persona que sabe; se supone que usted no sabe y, por lo tanto, aprende de otro. Eso está implícito en lo que llamamos “disciplina”. Pero cuando aquí usamos esa palabra, no indicamos cómo aprender de otro, sino cómo observarse uno mismo. Esto último requiere una disciplina que no es represión, imitación, o conformidad, ni siquiera ajuste, sino realmente observación. Esa misma observación es un acto de disciplina. Ese mismo acto de aprender es su propia disciplina, en el sentido de que hay que prestar mucha atención, y se requiere gran energía, intensidad y acción instantánea.
Vamos a hablar sobre el temor, y al examinar el asunto tenemos que considerar muchas cosas, porque el temor es un problema muy complejo. A menos que la mente esté absolutamente libre del temor, toda acción engendra más perjuicio, más desdicha, más confusión. De manera que vamos a investigar juntos sobre las repercusiones del temor y si es posible estar completamente libres de él: no mañana, no en alguna fecha futura, sino que al abandonar este recinto, deje de existir para ustedes la carga, la oscuridad, la desdicha y la corrupción del temor.
A fin de comprender esto debemos examinar también la idea que tenemos de lo gradual, es decir, la idea de irnos deshaciendo gradualmente del miedo. No existe la posibilidad de deshacerse del miedo de forma gradual. O está uno completamente libre de él, o no lo está; no existe lo gradual, que implica tiempo; no sólo tiempo en el sentido cronológico de la palabra, sino también en el sentido psicológico. El tiempo es la esencia misma del temor, según señalaremos luego. Por lo tanto, para comprender y estar libre del temor y del condicionamiento en que se nos ha educado, la idea de hacerlo lenta, eventualmente, tiene que terminar por completo. Ésa va a ser nuestra primera dificultad.
Si se me permite señalarlo otra vez, esto no es una conferencia, es más bien el caso de dos personas amigas y afectuosas que inquieren juntas sobre un problema muy difícil. El hombre ha vivido con temor, lo ha aceptado como parte de su vida, y estamos indagando sobre la posibilidad, o más bien la “imposibilidad”, de acabar con él. Ustedes saben que lo que es posible ya está hecho, ya ha terminado; ¿no es así? Si es posible podemos hacerlo. Pero lo que es imposible se torna posible únicamente cuando comprendemos que no hay mañana en absoluto; hablando desde el punto de vista psicológico. Nos enfrentamos al extraordinario problema del temor, del cual el hombre nunca ha podido deshacerse por completo. Nunca ha podido deshacerse de él, no sólo físicamente, sino también interna o psicológicamente; siempre ha escapado de él mediante formas de entretenimiento, bien sean religiosas o de otra índole. Y esos escapes han constituido una evasión de “lo que es”. Nos preocupa, pues, la “imposibilidad” de estar completamente libres del temor; por tanto, lo que es “imposible” se torna posible.
¿Qué es el temor realmente? Los temores físicos pueden ser comprendidos de manera relativamente fácil, pero los temores psicológicos son mucho más complejos, y a fin de comprenderlos tiene que haber libertad para inquirir, no para formar opinión, ni para indagar dialécticamente en la posibilidad de terminar con el temor. Pero examinemos primero la cuestión de los temores físicos, los que naturalmente afectan a la psique. Cuando nos encontramos con un peligro de cualquier clase, surge instantáneamente una respuesta física. ¿Es eso temor?
(Ustedes no están aprendiendo de mí; todos estamos aprendiendo juntos; y, desde luego, deben prestar gran atención porque no está bien que vengamos a una reunión de esta clase para regresar con alguna serie de ideas o creencias; eso no libera a la mente del temor. Pero lo que sí libera a la mente del temor de manera completa y absoluta es comprenderlo totalmente ahora, no mañana. Es como ver algo de una manera total y completa; y lo que ustedes ven lo comprenden. Entonces es de ustedes y de nadie más.)
Existe, pues, el temor físico, como mirar un precipicio o encontrarse con un animal salvaje. ¿Es temor físico la respuesta a ese peligro, o es inteligencia? Nos encontramos con una serpiente y respondemos de inmediato. Esa respuesta es el condicionamiento pasado que dice: «ten cuidado», y la reacción psicosomática es inmediata, aunque condicionada; es el resultado del pasado porque a usted le habían dicho que el animal era peligroso. Al afrontar un peligro físico, ¿hay temor? ¿O es la respuesta de la inteligencia a la necesidad de autoconservación? Existe también el miedo a experimentar un dolor físico o enfermedad que se ha tenido previamente. ¿Qué ocurre en este caso? ¿Es eso inteligencia? ¿O es una acción del  pensamiento, que es la respuesta de la memoria, temerosa de que el dolor sufrido en el pasado pueda repetirse? ¿Está claro el hecho de que el pensamiento produce temor? Existen además diversas formas de temores psicológicos: miedo a la muerte, miedo a la sociedad, miedo a no ser respetable, miedo a lo que la gente pueda decir, miedo a la oscuridad, etcétera. Antes de examinar la cuestión de los temores psicológicos, tenemos que comprender algo muy claramente: no estamos analizando. El análisis no tiene ninguna relación con la observación, con el ver. En el análisis siempre están el analizador y lo analizado. El analizador es un fragmento de los muchos otros fragmentos de que estamos compuestos. Un fragmento asume la autoridad del analizador y comienza a analizar. Ahora bien, ¿qué está involucrado en todo eso? El analizador es el censor, la entidad que se arroga la autoridad con el fin de analizar porque supone tener conocimiento para ello. A menos que él analice completamente, fielmente, sin distorsión alguna, su análisis no tiene valor en absoluto. Comprendan esto con toda claridad, por favor, porque el que les habla no sustenta la necesidad de análisis alguno, en tiempo alguno, cualquiera que sea. Esto es más bien una píldora amarga difícil de tragar, porque la mayoría de ustedes han sido analizados o van a ser analizados, o han estudiado lo que es el análisis. El análisis implica no sólo un analizador separado de lo analizado, sino que también implica tiempo. Tenemos que analizar gradualmente, parte por parte, toda la serie de fragmentos de que estamos constituidos, y eso requiere años. Y cuando analizamos, la mente tiene que estar absolutamente lúcida y libre.
Por tanto, hay varias cosas involucradas: el analizador, un fragmento que se separa él mismo de otros fragmentos y dice: «Voy a analizar»; también existe el tiempo, día tras día mirando, criticando, condenando, juzgando, evaluando, recordando. Asimismo está involucrado en ello todo el drama de los sueños; nunca nos preguntamos si hay necesidad alguna de soñar, aun cuando todos los psicólogos dicen que tenemos que soñar, porque de lo contrario nos volveríamos locos. ¿Quién es, pues, el analizador? Es parte de uno mismo, parte de nuestra mente, que va a examinar las otras partes; es el resultado de experiencias pasadas, de conocimientos del pasado, de evaluaciones pasadas; es el centro desde el cual va a examinar. ¿Tiene ese centro alguna realidad, alguna validez? Todos nosotros actuamos desde un centro, el cual es un centro de miedo, ansiedad, codicia, placer, desesperación, esperanza, dependencia, ambición, comparación; desde ese centro pensamos y actuamos. Esto no es una suposición, ni una teoría, sino un hecho incuestionable y observable en la vida diaria. En este centro hay muchos fragmentos, y uno de los fragmentos se convierte en el analizador; lo cual es absurdo, ya que el analizador es lo analizado. Tienen que comprender esto, porque de lo contrario no podrán seguir adelante cuando penetremos más profundamente en la cuestión del temor. Deben comprenderlo completamente, pues cuando abandonen este recinto tendrán que estar libres del miedo, de manera que puedan vivir, disfrutar y mirar el mundo con ojos diferentes; de manera que sus relaciones no vuelvan a llevar el peso del miedo, de los celos, de la desesperación; y así se convertirán en seres humanos, no en animales violentos y destructivos.
El analizador es, pues, lo analizado, y en la separación entre el analizador y lo analizado está todo el proceso del conflicto. Y el análisis implica tiempo; cuando lo haya analizado todo, uno está listo para la tumba y, mientras tanto, no ha vivido en absoluto. (Risas.) No, no se rían; esto no es una diversión, sino algo terriblemente serio. Tan sólo la persona formal, seria, sabe lo que es la vida, lo que es vivir; no el hombre que busca diversión. Esto requiere una investigación seria y apasionada. La mente debe estar completamente libre de la idea del análisis, porque éste no tiene sentido. Han de ver esto, no porque lo dice el que les habla, sino porque vean la verdad de todo el proceso del análisis. Esa verdad traerá la comprensión; la verdad es comprensión… de la falsedad del análisis. Así cuando uno ve lo que es falso, puede descartarlo por completo. Sólo cuando no lo vemos es cuando estamos confusos.
Krishnamurti

La foto del verano (2). El paseante con gorra+Reflexión.

He salido un poco serio, ¿verdad?, bueno, pero no es nada contra vosotros, palabra, es que seguramente estaba un poco cabreado, no recuerdo bien por qué, tal vez hacía mucho calor, me estaba quemando el sol, tenía hambre, o alguna pena de amor, no lo recuerdo, tal vez se tratara de un dolor del alma, de un dolor metafísico, existencial, un malestar del espíritu un tanto inconcreto.
Pero nada contra vosotros, palabra, es que a veces me enfado conmigo mismo.
Ya se sabe, si estás con tu pareja discutes, y si estás solo discutes contigo mismo, o sea, te deprimes.

La gorra estupenda, ¿verdad?, es la gorra modelo paseante verano 2012, para que al pasear no te de una insolación, ahora el sol pega muy fuerte, es un modelo de gorra de aire militar como la que me dieron en la mili.
Parezco Pichi.
"Pichi, es el chulo que castiga, del Portillo a la Arganzuela..."
Bueno, pues lo dicho, que soy un castigador...

el paseante



El Palacio de Maudes.

Trabajar en un edificio tan singular resulta ser una experiencia curiosa, sugerente, algo novelesca, uno imagina historias que tuvieron lugar entre estos muros, se siente como en el escenario de una novela de Dickens, de Galdós, de Baroja tal vez.
Cada detalle, perspectiva, efecto de la luz, cada rincón, escalera, tragaluz, vidriera, azulejo, bóveda, arco, pasadizo, cada rosa del jardín, cada árbol, los muros de piedra, los torreones, las balconadas, los ascensores de cristal, las escaleras de caracol, los inmensos techos, todo invita al vuelo de la imaginación.
Uno despega de la realidad metiéndose dentro de un edificio como éste, de repente piensa si lo que hay fuera no será sino una ficción, una imaginación, algo realmente inexistente, dentro del edificio está el alma universal de la vida, la esencia que no cambia, y eso tranquiliza, es como un bálsamo de quietud que fluye en el agua que lentamente se desborda sobre la pila de la fuente, enviando sus destellos de luz azul a todo el edificio por entre sus acristalados corredores, haciendo que brille como si de un sueño se tratara, de una alucinación diurna, uno se queda en blanco aquí dentro, príncipe de un mundo ya desaparecido.
Rey de un reino que se hundió definitivamente.

el paseante

martes, 10 de julio de 2012


Paisaje de mi pueblo.

Paisaje de mi pueblo. José Ramón Carballo. Óleo sobre lienzo. 2011.


El cuadro de la semana. Room in New York. Edward Hooper.

Tampoco estos dos parece que se entiendan muy bien, se nota falta de comunicación, cada uno a lo suyo, él absorto en su periódico y ella pulsando aburrida las teclas de piano, si el cuadro se hubiera pintado hoy en día seguramente él tendría el ipad entre las manos y ella estaría tecleando en el ordenador.
Es lo mismo, la historia de siempre, el tiempo pasa pero sigue sucediendo hoy lo mismo que sucedía ayer y que sucederá mañana,
La monotonía, la maldita monotonía.
Y esa puerta tan cerrada que hay detrás, que por no tener no tiene ni bisagras ni picaporte, es otra de esas puertas trampa de Hopper, falsas puertas que no conducen a ningún lugar, que no permiten irse a ninguna parte, ni escapar.
Contradictorio el tono rojo del cuadro con la escena, ¿existirá aún la pasión entre estos dos?, parece difícil.
Lo que sí que es muy amplio es la ventana, más amplia que la habitación, parece indicarnos una ventana tan amplia y tan abierta que podemos tirarnos por ella en cualquier momento, como último recurso nos queda el suicidio.
¿Y después del suicidio?
Vuelta a empezar y más monotonía.
Me pregunto si se quisieron alguna vez, si alguna vez fueron felices, si tendrán hijos, de qué hablarán cuando hablen, si es que llegan a hablar en algún momento, que sentirán aparte de monotonía, y si tienen algún plan de futuro para sus vidas aparte de seguir vegetando.
Vegetar, lástima, ser humano y acabar siendo un vegetal.
Como la planta de mi despacho.
¡Qué triste!
De todas maneras lo vengo diciendo, dentro de un cuadro de Hopper no se puede ser feliz nunca, salir de ahí cuanto antes, seguramente dentro de un cuadro de otro pintor vuestro matrimonio funcionaría mejor, recuperaríais la pasión, en interés por el otro, el deseo, conversaríais, seríais felices.
Os recomiendo iros a un cuadro de Matisse, quizás vuestros contornos serían más imprecisos, los colores más estridentes, el mundo no sería tan simétrico, tan lógico, tan predecible, pero habría otra alegría, otra magia, otro optimismo, otra sensualidad.
Necesitáis algo de locura.
Cualquier interior de Matisse antes que esta penuria existencial a la que estáis abocados con Hopper.
Y nada de una habitación en Nueva York para pasar vuestras vidas, de meteros en alguna habitación meteros en una de París o de un hotel de la Costa Azul.
Sin dudarlo, ir a la agencia de viajes más cercana y sacar un billete para Matisse.
El matrimonio con Hopper es un infierno.
Está comprobado.

el paseante

La planta de mi despacho se quiere despedir de vosotros.


Hasta mañana!!!!!!!!!!!

La planta del despacho de el paseante

Historia de una casa...

El domingo pasado en la sobremesa, tomándome un café y fumándome un habano, bueno, y bebiéndome un licorcito, mejor dicho dos, primero uno de dátiles y luego otro de cantueso, me dio por pensar...
Mal asunto, no, no, bueno, en este caso fue para bien, había un silencio celestial que caía sobre la casa como una suave caricia de amor protectora, se oía tan solo el silbido de las golondrinas que veloces surcaban el aire y el melodioso canto de los variados pajarillos que poblaban alegres las ramas de los árboles, el aire tan puro entraba por las ventanas y te abría los pulmones a sus deliciosos aromas, cargados de esencias de lavanda, tomillo, romero, manzanilla, y el olor de los lejanos campos de trigo que cuando el sol está en su zénit surge, se eleva, se extiende, como si fuera un olor a pan tierno recién salido del horno de la tahona.
Miré por la ventana que tenía enfrente, ahí seguía, sí, como desde hace cuatro siglos ahí seguía el campanario de la iglesia, detrás el cielo me daba una idea imprecisa de Dios, de un Dios que me miraba y me sonreía, protegiéndome y poniendo en mi alma toda la tranquilidad, la paz y el amor que sólo él sabe poner en mí siempre cuando estoy atento a él.
El pueblo en aquel preciso momento estaba perfectamente tranquilo y en paz bajo la mirada protectora de Dios, como dormido en sus brazos, iluminado por su luz, protegido por su sonrisa.
Y en este momento místico, mágico, sobrecogedor, me di cuenta de quién era yo de verdad, fue una revelación, mi esencia, mi identidad última, todo mi ser, pasado, presente, futuro, eterno, se pusieron delante de mi pensamiento para que pudiera contemplarlo con los ojos del alma, no sabría explicar lo que vi, como me vi, pero me vi desde el alma universal y esa sensación quedó en mí reflejada, grabada, eternizada en ese momento mágico, hechizo de un equilibrio perfecto, emoción de la visión de lo sublime.
Y entonces, pasado un momento me sonreí y recordé la historia de la casa y de cómo la casa llegó hasta mí... 
Atalaya de mis sueños, torre de marfil de mi existencia...

--------------------

La casa vino a mí, ¿vino a mí?, por supuesto, no pienso que haya nada en mi vida hacia lo que yo vaya, todo viene a mí por mandato divino, y la casa también, por supuesto.
La visualicé en sueños antes de encontrarla como una especie de santuario, encaramado en lo alto de una ladera, mirando al un valle arbolado, en cuyo fondo discurría un río que regaba huertas de árboles frutales y campos de cereales y girasoles, en la lejanía las montañas señalando en el horizonte el camino al más allá, a la aventura.
Cuando la encontré no pude creerlo, era tal cual la había visto en mi sueño, además la luna llena caía lentamente por el frente de la casa durante toda la noche iluminándola como un sol nocturno.
Caía la luna llena con su redondo y enorme círculo de luz dorada tras el campanario de la iglesia como en un cuadro, como en una puesta en escena que me brindaba la naturaleza elaborada sólo para mí, para su contemplación, y era en las noches de luna llena difícil llegar a acostarme nunca, la luna y el campanario me mantenían embobado en su minuciosa observación como queriendo descifrar un código secreto, un jeroglífico ancestral, algo así como la clave última del universo.
Y luego contemplar las estrellas desde el mirador de la buhardilla, enfrentarme como hombre a la inmensidad del universo, galaxias, planetas, cometas, auroras, infinito, imposible dormir ante tanto espectáculo, la noche sin duda te atrapa en su contemplación desde esa atalaya última del pueblo que es mi casa.
Mi casa, sí, mi casa...
Confín de todos mis sueños, punto último entre el universo y la inmensidad del espacio, encaramada en la montaña, mirando a las estrellas, dejándose acariciar por las nubes.
La hago mía en esas noches de insomne observación, de atenta mirada al más allá, en las que oigo el murmullo del río a lo lejos, el canto de los grillos en el jardín, y el sonido de las arboledas que mece el viento como en una incesante marea.
Y los aromáticos olores que suben desde la vega, la menta que todo lo impregna de un olor balsámico como de farmacia.
La casa, sí, la casa...
Vino a mí y se quedó junto a mí por un tiempo, y ahí estamos los dos, aprendiendo cosas el uno del otro, sin duda, creciendo juntos, elevando nuestros pensamientos hacia la luna llena, las estrellas y la eternidad.

(continuará)

Bienvenidos a la Casa Rural el paseante. Tercera parte.











lunes, 9 de julio de 2012


La película de la semana. Kim de la India. Victor Saville. 1950.

La vi este fin de semana pasado en la casa del pueblo, en la buhardilla tengo un televisor y un video y algunas cintas con mis películas antiguas favoritas.
Ésta es, sin duda, de las que de vez en cuando no puedo dejar de ver, necesito su alimento de buenos sentimientos, espiritualidad y belleza.
En la aridez de este mundo empobrecido y cruel en el que vivimos, una ficción como ésta te reconforta y reconcilia con la vida.
La película está basada en la novela homónima de Rudyard Kipling, tan rica base literaria está además magníficamente trasladada al cine.
La rueda de la vida, el gran juego, la gran carretera de la existencia, la voluntad de Dios, la lealtad, la libertad, los nobles sentimientos, la solidaridad, el amor, la muerte.
Todos esos temas aparecen y reaparecen una y otra vez, como digo la novela de Kipling es un clásico de la literatura, de ese autor bastante incomprendido en vida y premio Nobel.
No podéis dejar de verla, es de esas películas que reconfortan el alma, de esas que ponían en la antigua televisión en blanco y negro las tardes de vacaciones escolares, en Especial Vacaciones, ¿lo recordáis?
De esas películas que nos fueron educando, formando en valores, a todos los de la generación del baby boom de los 60.
Películas del gran cine, de los grandes héroes, las grandes epopeyas, los heroicos sentimientos.
Películas que son ya desde hace mucho tiempo historia del séptimo arte y patrimonio cultural de la humanidad, de esta humanidad que va desapareciendo día a día.
Al terminar de verla me asomé a ver el valle desde el mirador de la buhardilla, lucía el valle esplendoroso iluminado por la luz del atardecer, por la última luz del sol que dorada parecía acariciar tiernamente las copas de los árboles y la iridiscencia color turquesa del cielo.
Por un momento pensé que ese niño, ese hombre santo, y ese vendedor de caballos que protagonizan la película iban a aparecer por el camino del fondo del valle...
Aún los estoy esperando...

Y nada más, que la disfrutéis.

el paseante

Bienvenidos a la Casa Rural el paseante. Segunda Parte.











No hay comentarios:

Publicar un comentario