jueves, 31 de octubre de 2013

La lectura del fin de semana. Inteligencia emocional. Daniel Goleman. 1995.



Buen ejemplo de lo que es la inteligencia emocional, yo estaba deseando salir corriendo y mi padre insistía en hacerme la foto, controlé mis emociones, mi deseo de huir a la carrera, y me mantuve firme aún sin poder ver qué sucedía detrás de mí, si la vaquilla me envestía, entonces yo tenía una gran inteligencia emocional, qué remedio, era un niño, luego la he ido perdiendo, ahora no me quedo ahí esperando a que me hagan la foto de espaldas a la vaquilla ni loco, también con la edad eres más consciente del peligro, menos inconsciente.

Gracias a la perseverancia de mi padre y a mi autocontrol hoy podemos disfrutar de esta foto, una delicia. Está tomada en una de las dehesas de Guadarrama donde pasábamos los veranos.

Bueno, pues perdí el flequillo y la inteligencia emocional por el camino, y no me quedó más remedio que leer el libro de Goleman, un clásico imprescindible, de lectura obligatoria para ser más conscientes de lo que nos sucede en la vida y cómo afrontarlo de la mejor manera.

La primera reacción no es la que vale, la huída, como en este caso, o la lucha, en otros casos, no son lo más recomendable, y no son recomendables porque son reacciones exageradas heredadas de cuando teníamos que sobrevivir en la selva al ataque de las fieras, en un instante había que decidir si huir o atacar, de ahí la función del cerebro emocional, anterior al racional, cuyas funciones conservamos.

Y esto aplicado a la vida diaria, a las relaciones personales, de amistad, amorosas, laborales, de todo tipo, huir o luchar, pensémoslo durante un instante más, valoremos pros y contras y reconsideremos esa reacción tan visceral y primitiva, es difícil en esos momentos de furor enfriarnos pero no imposible, de eso trata el libro, de cómo enfriarnos, de sus beneficios y del éxito que supone en la vida el ser emocionalmente inteligentes, éxito entendido como un mayor índice de felicidad, casi nada.

Yo ayer por la tarde caí, lo confieso, os digo que he perdido mucho desde lo de la vaquilla, además tengo que repasar el libro, pero al menos ahora cuando caigo soy consciente de que estoy cayendo aunque en ocasiones no sea capaz de pararme y acabe embistiendo no ya como una vaquilla sino como un Mihura, hacía ya algún tiempo que no caía, pero ayer por la tarde caí estrepitosamente y arrastré todas las enseñanzas de Goleman por el lodo. Disculpas maestro.

¡Josito, quién te ha visto y quién te ve!!!!!!!!!!!!!!

Hay que seguir perfeccionándose, ya lo dijo Baroja, Camino de perfección.

el paseante

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