lunes, 14 de octubre de 2013

Ayer estuve viendo la televisión (2).



¡Vaya cara que se me ha quedado!

Ayer estuve viendo la televisión, bueno, ayer y anteayer, lo confieso, he caído.

Fue peor lo de ayer, me tragué un telefilm de Telecinco enterito, de los que ponen los domingos después de comer, en general me sirven para echarme la siesta tumbado en la cama turca del cuarto de estar de la casa de mis padres, es como una tradición, mi madre se sienta en su butaca, mi padre se va al salón y antes me echa una bata de mi madre por encima para que no me quede frío, cuando no lo hago mi padre me pide que me eche y me duerma, dice que le recuerda cuando era pequeño, ayer no tenía mucho sueño pero con esa película que pusieron aunque lo hubiera tenido no hubiera podido dormir.

Trepidante, imaginaros que ni recostado pude mantenerme y me incorporaba continuamente, no podía aguantar la tensión, y además la película me hizo pensar, lo primero en la maestría del cine americano, en su capacidad para engancharte de manera absoluta, y lo segundo en su argumento, endiabladamente ingenioso y descolocante, un delirio, también pensé en la creatividad de los que sobre una idea tan explotada como el thriller se les ocurren no obstante cosas tan sumamente ingeniosas y sugerentes.

Me identifiqué con la protagonista, estaba loca, no lo digo en broma, me identifiqué con ella, y además era asesina, pues en eso también me identifiqué, qué fuerte, me vi reflejado en ella, pero igual que se podía sentir reflejado cualquiera, creo que todos estamos en el fondo locos y somos asesinos en potencia, pensadlo...

Las circunstancias, claro, las circunstancias, todo hombre es santo o diablo, las dos cosas a la vez, de ahí el duelo permanente que en su interior libran Satanás y Dios.

También vi la televisión el sábado por la noche, pero apenas 5 minutos, había un debate y hablaba un tertuliano habitual, uno que tiene cara de pez, se parece a un pez que tuve de pequeño, aquel pez se pegaba al cristal de la pecera y daba boqueadas mientras me miraba con sus enormes ojos saltones, pues el tertuliano igual, lo que sucede es que mi pez como pez era mucho más inteligente que el tertuliano como tertuliano, me explico, el pobre tertuliano pretende hacer creer que aún es posible salir de la pecera, el pez no pensaba tal cosa porque no pensaba, era feliz en su pecera.

Y es que ya lo dijo Concha Velasco en tiempos: la televisión, pronto llegará, yo te cantaré y tú me verás.

el paseante

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