miércoles, 28 de enero de 2015

El holocausto y yo.



 
Es un tema complicado, algo así como el infierno en la tierra creado por el propio hombre contra sus semejantes, condensa el holocausto judío toda la sombra de la humanidad  desde siempre, la esencia de todas las guerras, todas las represiones, todas las segregaciones, discriminaciones, matanzas, la esencia de toda la intolerancia, de toda la injusticia, de toda la falta de integración, comprensión, compasión hacia el prójimo, la esencia en definitiva de toda la falta de empatía del hombre hacia su semejante, y el uso de la violencia más atroz para exterminar al que es diferente, después de estigmatizarlo, humillarlo, despojarle de su esencia humana.
Nada más y nada menos, si impresiona, remueve, desagrada, repugna, es precisamente por ser el paradigma último que no único de todo eso.
Uno se enfrenta a ello desde la razón, el conocimiento, la reflexión, uno lo intenta al menos, pero al final todo se desborda en una catarata de emociones, sentimientos, rabia, dolor, impotencia y culpa,
Con 16 años estuve de viaje de paso de ecuador con el colegio en Polonia, corría el año 1976, yo era un joven estudiante de COU, entre las visitas programadas una era Auschwitz, yo no fui, no fui capaz, nos advirtieron de que podía herir nuestra sensibilidad la visita, unos pocos no fuimos, como alternativa nos llevaron a visitar la tumba del soldado desconocido en Varsovia que es como visitar en Madrid el conocido vulgarmente como obelisco, es decir, una sosería, pero no pude ir a Auschwitz, era como si yo conociera ya todo aquello, como si hubiera estado ya allí, ahora tampoco sería capaz de ir.
Tampoco fui capaz de ir a ver la película La lista de Schindler, en una ocasión la pusieron en la televisión y en los primeros fotogramas sentí que no podía seguir viéndola, apagué el televisor.
El holocausto me sobrepasa, la visita a la casa de Ana Frank en Amsterdam es seguramente uno de los momentos más impactantes de mi vida.
Pero por qué?, no lo sé bien, tal vez por mi elevada empatía con las víctimas, me resulta intolerable porque hago mío su dolor, me identifico hasta tal punto que me siento desfallecer.
Sé bien lo que es ser víctima, marginado, represaliado, humillado, incomprendido, objeto de la violencia de los demás, de su desprecio, de su discriminación, sé bien lo que se siente sin llegar a los extremos del holocausto, tal vez por eso la contemplación de todo eso que yo sentí llevado al límite último del cruel exterminio me resulte no ya intolerable sino algo que va más allá, algo que compromete mi integridad no sólo moral sino física.
Siento una insoportable náusea física ante la contemplación de todo ese dolor.

el paseante


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