jueves, 24 de abril de 2014

Soy un poco raro.




Soy un poco raro, bueno, yo me considero así, un poco raro, a veces mucho, a veces nada, a veces soy muy normal pero en esos momentos me siento superraro porque sé que ese no es mi estado natural. Un tanto solitario, independiente, misántropo, me aburre con frecuencia el trato con los demás, me tengo que forzar para tratar con ellos y mientras lo hago noto mi malestar, estoy deseando terminar, abrevio todo lo que puedo las conversaciones, mientras hablo me digo a mí mismo: menuda castaña.
Seguramente proyecto en los demás una especie de insatisfacción íntima con la vida que hace que los demás pierdan todo interés para mí, me refugio así en mí mismo, en mi esfera más íntima, mis mascotas, mis padres, mis más cercanos amigos, si los hay que con frecuencia ni los hay.
Desde niño soy así, desde que tengo uso de razón soy así, eso ha hecho desde siempre que se desarrollara mi vida interior y tuviera otros intereses diferentes de los de la mayoría, aficiones que desarrollar en solitario, escribir, pintar, leer, deportes siempre individuales nunca de equipo, viajes en solitario… Llevo haciendo esas cosas toda la vida, aprendí pronto que mis intereses no eran los de la mayoría, si encontraba alguien con quien compartirlos resultaba muy enriquecedor, estaba muy a gusto, pero lo normal era que sintiera un extrañamiento respecto a los demás.
Mi familia al principio quería cambiarme, sabían que eso me convertiría en una persona solitaria no integrada socialmente y pensaban seguramente que eso me haría sufrir, sobre todo cuando ellos ya no estuvieran a mi lado, pensando que me quedaría desprotegido, y tenían razón, así va a ser, me enfrento a un futuro en soledad absoluta del cual soy incapaz de salir, conjurar ese futuro, esa especie de maldición supondría cambiar y me pregunto: ¿puede el leopardo cambiar sus manchas?
¡Menuda pereza acercarme a los demás! En general las personas me resultan poco o nada interesantes incluso para el trato social mínimo, ni decir para amigos y ni decir aún más para pareja, eso es como una lotería cada vez más difícil que a uno le toque porque uno es cada año que pasa más exigente y prefiere estar solo que mal acompañado. La gente en general me parece inhóspita como una sala de hospital, como un pasillo con corrientes de aire, como un campo árido, lugares en los que procuras estar el menor tiempo posible y olvidarte de ellos cuanto antes.

El paseante misántropo

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