miércoles, 2 de abril de 2014

Como te iba diciendo Bety, me volví hacia la derecha (Aventura veneciana 5).




Como te iba diciendo Bety, me volví hacia la derecha y allí estaba, me quedé helado, como si me hubiera muerto, dejé de pensar, de sentir, dejé de existir, a mi derecha, casi podía rozarle, estaba el diablo, Satán en persona, sonriéndome como si me conociera desde siempre, como si se tratara de un viejo amigo con el cual te reencuentras y se alegrara de verte, o peor aún, sonriéndome como si me conociera tanto que en realidad se tratara de mí mismo, una proyección mía, como si yo llevara el diablo siempre dentro de mí y él lo supiera y me sonriera como diciéndome que había estado esperando ese momento de hacerse visible delante de mí y confirmarme así lo que yo ya sospechaba desde siempre aún sin reconocérmelo nunca, que el diablo era yo.
Me sentí perdido Bety, absolutamente perdido, como si Dios me soltara la mano, como si le hubiera traicionado con aquella sola contemplación, como si yo mismo me hubiera convertido en otro diablo, caído del cielo como Satanás, exiliado del reino de los cielos para toda la eternidad, no sé si me entiendes, toda mi vida había estado construida en la lucha contra el pecado, la tentación, el mal, y ahora todo aquello se venía abajo como si mi verdadera naturaleza a la cual había regresado pese a mis luchas fuera precisamente aquella, el mal, pero no un mal cualquiera sino el mal absoluto, total, el mal como si de un bien se tratara, esto es lo más difícil de explicar porque en aquel mismo momento perdí toda la noción que del bien y del mal había tenido hasta entonces, y el supuesto mal apareció ante mis ojos como si del bien se tratara, y el que suponía que era el bien hasta entonces apareciera ahora no ya como el mal sino como una simpleza, un juego, una entelequia montada por unas mentes estúpidas que lo único que trataban era de controlarme, de someterme, de esclavizarme.
Todo aquello pasó por mi mente a la velocidad del relámpago cuando le vi junto a mí, sí, no cabía duda, era Satán en persona, pero no era como hasta entonces le había imaginado, como vulgarmente se le representaba, era totalmente diferente, no tenía un aspecto abominable, era en realidad un hermoso joven, bellísimo, delicado, seráfico, como un ángel que parecía implorar de mí algo, pedirme dulcemente algo, demandarme algo, como un pacto de amor, entonces sucedió, él entreabrió los labios y me sonrió aún más tiernamente, y entonces lo vi claro, aquel ángel maléfico era mi viva imagen , era yo mismo reflejado en un espejo, era mi alma gemela que me había estado esperando desde siempre, era mi lado oscuro que me deseaba y tentaba, que esperaba de mi la consumación de su febril deseo de poseerme…

(continuará)

el paseante

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