jueves, 3 de abril de 2014

Sinatra y yo.




Sinatra, siempre Sinatra, My way of life, na na na na na na…, tocaban en la estación de Canal esta canción con un piano acústico y resonaba en la perfecta acústica catedralicia de la estación de metro como si de una música sacra se tratara, y lo es al menos para mí, Sinatra es para mí el Bach de la modernidad, sin dudarlo, y My way of life el credo por el que he gobernado mi vida, en esa canción estoy contenido yo al 100%, toda mi lucha, mi nostalgia, mi melancolía, mi sentimiento, mi emotividad… Me visualizo cada vez que oigo la canción paseando bajo una débil llovizna en New York y entrando a tomar una copa en un bar del West End que no sé ni dónde está.

Me puso nostálgico oír la canción, recorrí en el transbordo de línea toda la estación en diagonal, subí las escaleras mecánicas y los acordes me seguían como queriendo decirme algo, como si llamaran a la puerta de mi alma, tan cerrada últimamente, para que los dejara entrar y me convirtieran de nuevo en un ser humano con sentimientos, perdiendo así la dureza que la ciudad va imprimiendo en nosotros día tras día, eché un euro al pianista que me sonrió y al que devolví emocionado la sonrisa diciéndole, muy bien, preciosa canción.

Y seguí mi camino, me subí al vagón, se cerraron las puertas y del otro lado quedaron los acordes de Sinatra que yo iba cantando para adentro rememorando su voz única, su manera de decir tan emocionante, su elegancia innata, su filosofía de vida tan poética, tan mía, mientras el tren se internaba en la oscuridad del túnel.


El paseante

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