martes, 31 de enero de 2012

Ser un icono: Nuria Espert.


Nuria Espert en La Celestina de Robert Lepage.
No considero que sea sólo una actriz, lo es, por supuesto, la mejor en mi opinión, a gran distancia de cualquier otra por buena que sea, pero no se la puede comparar, es, simplemente otra cosa, reúne otras cualidades añadidas a las de ser la mejor actriz de teatro de España.
¿Y cuáles son esas cualidades?
Las de ser por encima de actriz una creadora única y genial de momentos irrepetibles, obras de arte sobrecogedoras, que entrega al espectador como cofres cerrados para que los conserve y lleve dentro de su corazón durante toda su vida.
La primera vez que la vi fue en Yerma en el ya inolvidable y mítico montaje de José Luis Alonso, aquello era simplemente un delirio ininterrumpido en el cual te subías y del que no podías bajar, quedé impresionado, era un adolescente pero aquella representación de Yerma me tocó el corazón de una manera muy especial, y fue mi primer encuento con el mito, con "la Espert".
La Espert es como decir la Xirgu, como decir María Guerrero, grandes damas de nuestra escena, únicas, irrepetibles, porque el teatro es para las grandes actrices, para los grandes personajes femeninos, el teatro es femenino por antonomasia porque el teatro es el reino del sentimiento y el sentimiento es siempre el reino de la mujer.
Sólo una mujer puede llegar a ser la Espert, obvio, pero no tan obvio...
La recuerdo en Las criadas de Genet en la antigua Sala Olimpia de Lavapiés, junto a Mairatta O'Wisedo, la recuerdo en la Celestina, para mí el montaje de Robert Lepage y su interpertación constituyen seguramente lo más sugerente y fascinante que he visto en teatro en toda mi vida, un delirio de arte en estado puro.
Pero la recuerdo sobre todo en "Master Class", fuí a ver la función un miércoles de precio reducido, al sentarme en la butaca pude comprobar que la sala estaba llena de colegiales y jubilados, la algarabía que había montada entre unos y otros no tenía nombre, los unos chillaban, los otros hablaban a voces.
Me dije a mí mismo: "José Ramón, te has equivocado, la Espert metida en este Gallinero, esto no va a funcionar".
La obra trata sobre una María Callas acabada que va a París a dar unas clases magistrales a unos alumnos de canto.
Imaginar el contraste entre lo representado y los espectadores, además prácticamente toda la obra es un monólogo de la actriz protagonista, en este caso Nuria Espert.
Aquí fue cuando quedé atónito ante el espectáculo del verdadero arte, del arte total, del arte con mayúsculas.
Apenas salió al escenario todo quedó en el más absoluto silencio, sobrecogía escuchar el silencio sobre el silencio, porque el monólogo está lleno de dramáticos silencios en los cuales el personaje de María Callas va narrando su vida, sus ilusiones perdidas.
Durante toda la obra que se representaba sin interrupción durante dos horas no se oyó palabra, comentario, susurro, ni tos alguna.
Al terminar, se hizo un embarazoso silencio, nadie se atrevía a aplaudir o a decir nada, nadie..., porque todos queríamos que aquello no terminara nunca...
Un beso,

el paseante

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