miércoles, 11 de enero de 2012

El cuadro de la semana. La decapitación del bautista. Hans Memling.


Cuatrocento flamenco, renacimiento en los países bajos, pero el pintor es de origen alemán, se nota, ¿en qué?, en que no es un pintor a la "maniera" flamenca, en como aborda los temas, compone el cuadro, presenta las figuras, utiliza el color, es todo más sensual, tiene más fuerza, más vida, más energía, mira esta pintura hacia la vida y no hacia la muerte como la escuela flamenca en general.
¿Cómo puede mirar hacia la vida una pintura que se basa en una decapitación?
Bueno, cortar una cabeza puede ser el comienzo de una bella amistad, como decían en Casablanca.
Perdón por la licencia, se trata de algo serio, muy serio, pero la pintura lo desacraliza, lo trivializa, lo congela en un momento de imperecedera belleza donde nos recreamos en todo menos en el contenido del cuadro, la esencia se nos escapa porque la esencia no es la esencia, la esencia es la forma, es decir, como dijo Jung, lo que es dentro es fuera, ésa es la clave del arte, no nos cuenta sino lo que parece que no nos cuenta, el resto son pretextos.
En pintura el continente es el contenido y el contenido es el continente, es decir, el pretexto del cuadro.
Recuerdo la Salomé de Óscar Wilde y su monocorde letanía de lamentaciones, interminable letanía de sentimientos encontrados.
El amor no correspondido acaba en este caso con una venganza, con una decapitación, no pudo ser conmigo, pues no será con nadie parece querer decir Salomé.
¿Pero será feliz Salomé después de esto?
Yo creo que no.
El asunto tenía difícil solución, lo de la inteligencia emocional por aquella época aún no se había inventado.
Besos,

el paseante


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