martes, 6 de noviembre de 2012

¿La vida se propone fastidiarnos?



Se me ha preguntado: "Y si conocía usted todas las penalidades que habían sido predichas, ¿por qué no las evitó?" La respuesta inmediata es ésta: "Si hubiera podido evitar las predicciones, entonces el simple hecho de librarme de ellas habría demostrado que eran falsas". Las predicciones son probabilidades: no significan que el hombre carezca de libre albedrío. Al contrario. Un individuo puede desear ir desde Darjeeling a Washington. Conoce el punto de partida y el de destino. Si se molesta, en consultar un mapa, descubrirá ciertos lugares por los cuales ha de pasar normalmente en su viaje. Desde luego, podría eludir esos sitios, pero no siempre es prudente hacerlo, ya que el viaje puede alargarse con ello o resultar mucho más caro. También puede una persona dirigirse en automóvil desde Londres a Inverness. El buen conductor consultará un mapa de carreteras, pedirá el mejor itinerario a una de las organizaciones automovilísticas, de este modo el conductor evitará los malos caminos y, si no puede librarse de los baches, por lo menos estará preparado y conducirá con mayor cuidado. Lo mismo sucede con las predicciones. Aún sabiendo dónde van a surgir las dificultades, no siempre es conveniente rehuirlas. El camino más fácil no es siempre el mejor. Por ser budista creo en la reencarnación y que venimos a este mundo a aprender. Cuando estamos en la escuela, todo nos parece difícil y amargo. Las lecciones - de historia, de geografía, aritmética o de lo que sea - nos parecen aburridas, innecesarias y sin sentido. Eso, mientras estamos en la escuela. Pero luego es muy posible que añoremos los buenos tiempos en que asistíamos a aquellas clases. Y puede suceder que nos enorgullezcamos tanto de nuestros estudios que llevemos una condecoración escolar o un color distintivo sobre sobre nuestro hábito monacal. Lo mismo sucede con la vida. Es ardua, amarga y las lecciones que nos enseña parecen en principio carecer de sentido. Es como si la vida se propusiera fastidiarnos especialmente a nosotros. Concretamente, a usted. pero cuando salimos de la escuela, cuando salimos de esta vida, es muy posible que llevemos con gran orgullo el distintivo simbólico por los padecimientos sufridos. En lo que a mí respecta, me alegrará mucho poder lucir mi halo. Y téngase en cuenta que a ningún budista le asusta la muerte, pues la considera sencillamente como el abandono de una cáscara o de un traje viejo y sabe que va a renacer en un mundo mejor.

Lobsang Rampa
El tercer ojo


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