jueves, 15 de noviembre de 2012

El paseante retratado por su sobrina Constanza.




Los niños tienen una clarividencia especial, todos los niños por el simple hecho de serlo tienen el don de la esencialidad, ven sin querer ver cosas que a los adultos se nos escapan, la razón es bien simple, su mirada es primigenia, la de los adultos es una mirada que no ve sino que supone según su conveniencia cómo es lo que ve.
Mi sobrina me retrata con cierta frecuencia, en retratos disímiles en su apariencia pero idénticos en su esencia.
Mi sobrina me retrata siempre como si yo fuera un niño, sea el retrato más verista o más fantástico, como lo es éste, ella siempre me ve niño, es curioso, seguramente esto es así porque ella sabe ver detrás de mí al niño que fui, soy y seré.
Retrata mi fragilidad, mi indefensión, soy para ella una especie de niño perdido que busca compañía, que quiere amor.
Así me veo yo en sus retratos, ella me hace sentir mi verdadera naturaleza de niño, mi naturaleza incompleta, mi búsqueda, mi soledad.
Y también mi alegría, mis deseos, mis travesuras, mi imaginación.
Constanza, mi sobrina, sabe más de mí que nadie, sabe más de mí que yo que en realidad soy el que menos sabe de mí, lo que me temo es que pronto empezará a madurar e irá olvidando todo ese conocimiento primigenio que tiene de su tío, y entonces su tío se convertirá seguramente para ella en alguien diferente, en un adulto.

Un beso querida sobrina,

Tu tío paseante que te quiere y admira


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