viernes, 23 de agosto de 2013

La lectura del fin de semana. Morir para ser yo. Anita Moorjani. 2012.



Una tarde en que estaba sentada en mi mesa de trabajo intentando acabar mi informe de ventas semanal antes del fin de semana, me llamó mi amiga Naina por teléfono.
- ¿Conoces a un hombre que se llama Danny Moorjani? -me preguntó.
Naina era una amiga que estaba de paso por Hong Kong, con la que había quedado para salir a tomar algo esa noche al concluir la jornada laboral.
- No, no le conozco -le respondí-. ¿Por qué me lo preguntas?
- Es un sindhi muy mono que conocí mientras estaba en Nueva York el verano pasado. Parece que vive y trabaja en Hong Kong. Me sorprende que no lo conozcas -dijo.
- Ya sabes, no tengo mucha relación con nuestra comunidad, sobre todo después del "incidente". Hay muchos sindhis en Hong Kong que no conozco, así que tampoco es tan sorprendente -contesté.
- Bueno, pues lo vas a conocer hoy -fue su respuesta-. Le he llamado y le he dicho que se venga a tomar algo con nosotras esta noche.
Cuando Naina y yo entramos esa noche en el Club '97, un bar & lounge muy sofisticado ubicado en el corazón de la ciudad, identifiqué de inmediato a Danny a pesar de no haberle visto nunca antes. Estaba allí de pie, solo y despreocupado, vestido con un jersey de cuello alto granate y pantalones negros. Miró hacia la entrada cuando la cruzamos y, aunque había quedado con Naina, me di cuenta de que su mirada seguía todos mis movimientos mientras nos acercábamos adonde estaba él y nos sentamos. No apartó los ojos de mí ni cuando mi amiga me saludó, y en el momento en que nuestras miradas se encontraron pareció surgir entre los dos una sensación de mutuo reconocimiento muy intensa. Era como si nos conociéramos de toda la vida, y yo fui perfectamente consciente en ese momento de que él estaba sintiendo exactamente lo mismo que yo.
Cuando empezamos a hablar nos dimos cuenta de que conectábamos a muchos niveles, y al final de la noche nos intercambiamos los teléfonos. Para mi tremenda ilusión, él me llamó al día siguiente y salimos a cenar juntos. Fue muy romántico: me trajo flores y me llevó a un restaurante precioso llamado Jimmy's Kitchen, que aún hoy es uno de nuestros favoritos.
A lo largo de las siguientes semanas, fuimos conectando cada vez más. pero cuando mejor iban las cosas entre nosotros, más intentaba yo alejarme de él, porque no confiaba en mis instintos. Estar con él era romántico y electrizante, y hacía mucho tiempo que no me sentía así de bien, pero a la vez me asustaban esos sentimientos y me inspiraba temor que fuera sindhi. No quería tener nada que ver con un hombre de mi cultura, al menos no en ese momento..., y quizá nunca.
Sabía muy bien que, dentro de la cultura india, casarse significa normalmente una alianza con toda la familia. No es sólo que unan sus vidas dos personas, sino dos familias. Tenía miedo de volver a implicarme en algo que pudiera lamentar con el tiempo. Quería casarme con el hombre, no con sus parientes, pero sabía lo difícil que era eso en nuestra cultura y me daba miedo. Me aterraba lo que su familia pudiera pensar de mí. ¿Volvería acaso a encontrarme en una situación tan penosa como la vez anterior? ¿Sabía su familia algo de mi pasado? ¿Me rechazarían cuando se enteraran de que había roto un compromiso? ¿Y cómo podía estar segura de que él no tenía expectativas similares a las que tienen la mayoría de los hombres de mi cultura? No quería que me volvieran a hacer daño y tampoco quería yo hacer daño a nadie.
Pero Danny fue muy paciente y me dio todo el tiempo que me hizo falta, y yo se lo agradecí mucho. Su porte me resultaba irresistible y él me hacía sentir querida de una forma como no había conocido antes. Me encontraba librando una batalla entre mi corazón y mi cabeza, y mi corazón estaba ganando.
A medida que nos fuimos conociendo, empecé a darme cuenta de que Danny se parecía mucho a mí. No tenía mucha relación con nuestra cultura, debido a que él también había crecido en Hong Kong y se había formado igualmente dentro del sistema educativa británico. Rechazaba muchas de nuestras costumbres, sobre todo las ideas sobre la mujer y el matrimonio. Era siempre muy generoso y muy abierto en cuanto a sus sentimientos hacia mí, y su amor era genuino e incondicional. Por primera vez en mi vida sentí que no había ninguna presión que me obligara a ser de cierta manera y que no existían expectativas depositadas en mí.
Además, Danny tenía un increíble sentido del humor, y eso me resultaba muy atractivo. Se reía con facilidad y su risa era contagiosa, así que nos divertíamos mucho en nuestras citas. Parecía saber exactamente cuando debía llamarme y qué tenía que decir en cada momento. Era tierno, a la vez que fuerte y persuasivo, y eso también me encantaba. Sin embargo, seguía pensando que sólo era cuestión de tiempo que él llegara a descubrir mis "defectos". tenía miedo de que todo aquello acabara en decepción algún día no muy lejano. Pero ese día nunca llegaba.

Fragmento de Morir para ser yo de Anita Moorjani.

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