jueves, 10 de noviembre de 2011

Leroy Merlin y el verdadero amor (por fin).


Tanto el verdadero amor como el bricolaje son dos cosas que requieren mucha paciencia, precisión, ideas claras y saber utilizar en cada ocasión la herramienta adecuada...

Además, tanto en el amor como en el bricolaje, al final siempre te falta un tornillo.

Para colmo está todo el tema de las cañerías, los desagües, las roscas, los cables, los pegamentos, las colas, los émbolos, los trasvases de fluidos, las llaves inglesas, los destornilladores, los martillos, los clavos, las pinzas, el aguaplast, el locktite, el yeso, el cemento. En fin, todo ese material tan sensual y variado que observado con detenimiento parece salido de un sex shop para masoquistas.

Y es que el verdadero amor siempre te hace enloquecer, igual que el bricolaje, y si no enloqueces es que no es verdadero, y por eso las locuras de amor acaban siempre en un sexo enloquecido y febril que recuerda a la chapuza del fontanero, precipitada y costosa pero efectiva para ir tirando.

Y después de la chapuza del fontanero viene la calma y comienza la paciencia, que en el amor como en el bricolaje dura hasta que te hartas y acabas llamando a un verdadero profesional para que te arregle las cosas de verdad y definitivamente, o eso se cree uno, cuando en realidad el amor es siempre una especie de bricolaje chapucero en el que siempre vuelve uno a comenzar de cero.

El paseante.
Noviembre 2011.

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