viernes, 7 de diciembre de 2012

24 horas con el paseante (2).








Os repito que soy muy normalito, no me cansaré nunca de decíroslo, es verdad, todos los seres humanos somos básicamente iguales, nos guste o no es así, tenemos las mismas necesidades, somos buenos, malos y regulares según las circunstancias, las motivaciones, nuestro estado de ánimo, sufrimos raptos emocionales en mayor o menor medida lo queramos o no, somos neuróticos en ocasiones y tenemos manías persecutorias en ocasiones infundadas.
Yo soy también así, igual que todos, según he tenido ocasión de irlo comprobando en mí y en los demás, lo que sucede es que cada uno de nosotros tenemos tendencia a considerarnos únicos, el centro del mundo, y básicamente mejores que los demás, eso nos salva, nos hace avanzar en la vida, si fuéramos totalmente conscientes de nuestra insignificancia y de que estamos, queramos o no, en la misma rueda de la vida metidos, y que la rueda no nos va a perdonar, no seríamos capaces de vivir, sobrevivir es ser ignorante, ver sólo lo que está delante de tus narices y no plantearte nada más, si empiezas a planteártelo comienzas a tener problemas contigo mismo.
Pues como os digo en esa ignorancia feliz procuro mantenerme día tras día, como si llevara puesta en los ojos una malla semitransparente que sólo me permitiera fijarme en lo cercano, lo cotidiano, lo doméstico, y nada más, no hacer proyecciones sobre nada, ni elucubraciones, ni cualquier tipo de descubrimiento metafísico. Es difícil.
Mi metafísica diaria es sobrevivir, y más en época de crisis.
Está claro, trato de seguir adelante aunque por las noches en ocasiones surge como una marea de preocupaciones que me arrastra hasta la alta mar del desconsuelo, y me desvelo en un mar de tristes ensoñaciones que de día desaparecen, no son nada, se disuelven como por arte de magia en cuanto suena el despertador.
Así soy yo, y creo que así son todos, eso pienso, las circunstancias varían pero en el fondo somos iguales.
Luego cada uno tiene sus gustos, su estilo de vida propio, su idiosincrasia, su manera de entender la vida y de tener prioridades.
Para mí una prioridad es cultivar mi espíritu, desarrollar mi creatividad en sus diversas formas, buscar el conocimiento, el equilibrio, sentirme sano física y espiritualmente, cuidar el alma en definitiva, si el alma se pierde el hombre desaparece aunque siga vivo, para mí vivir es mucho más que ese día a día, es como se vive ese día a día desde tu individualidad, y esa si que es insustituible, y constituye la razón por la que estás vivo, por la que estás en este mundo cumpliendo una cierta misión.
Una cierta misión de la que en ocasiones no eres consciente porque no tienes suficiente perspectiva para verla, pero hay que tratar de descubrirla, eso hace que te sientas más satisfecho con tu vida, que tenga un propósito y le veas una utilidad.
¿La ley del karma?
Tal vez.
¿Maldito karma?
No, bendito karma, sin el karma la vida parecería absurda...

(continuará)

el paseante

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