jueves, 24 de enero de 2013

Entrevista con Marcel Proust (4). La soledad.



-          La soledad, me gustaría saber su opinión sobre la soledad, usted ha sido un personaje solitario, o, al menos, esa idea se tiene, le pregunto, querido maestro, ¿cuáles fueron las razones que le llevaron a llevar una vida tan retirada del mundo?
-          Pues no fueron otras sino la futilidad del mundo, el vacío que en mi interior provocaba, era, para mí el mundo, la vida, algo absolutamente insustancial.
-          Suena terrible.
-          Pero es la verdad, creo que el propósito de esta serie de entrevistas debe ser conocerme de verdad y por ello mismo debo ser sincero.
-          Por supuesto, pero resulta algo contradictorio que una persona como usted con un conocimiento tan profundo de la vida que retrata en su obra, aborreciera de esa manera el mundo, la vida, ¿cómo pudo conocerla desde un punto de vista tan poco proclive a ella?
-          Pues precisamente como usted dice, aborreciéndola, mi obra no es sino una reacción, no viene a mostrar sino mi disconformidad con aquello que tuve ocasión de observar.
-          Esto viene a romper algunos de los postulados fundamentales sobre su obra.
-          ¿Como cuáles?
-          Pues básicamente el postulado de fondo de “cualquier tiempo pasado fue mejor”, la remembranza desde la idealización, el goce estético, la apuesta por determinados valores morales, cierto hedonismo, el preciosismo…
-          Todo eso existe en mi obra porque todo eso soy yo y mi obra no es sino mi reflejo, así lo pretendí al menos, pero refleja mis diferentes momentos en la vida, quiero decir que no siempre aborrecí la compañía de los demás, hubo un tiempo, cuando era joven, que la procuraba y que incluso me dio algún placer.
-          Entonces, ¿qué le hizo cambiar?
-          La experiencia, nunca estaba tan a gusto con nadie como lo estaba cuando solamente tenía mi compañía, la cercanía de los demás pasó a perturbarme demasiado, y dejé progresivamente de procurarla. Todo artista debe aislarse para realizar su obra sea ésta del tipo que sea, la vieja disyuntiva entre el hombre de acción y el de pensamiento es muy cierta.
-          Pero la experiencia de la vida enriquece la obra, ¿sería posible en su opinión una obra elaborada desde el aislamiento absoluto?
-          Evidentemente no, pero una vez que el artista se baña en las aguas del mundo suficientemente busca después la soledad para desde ella reflexionar y elaborar su obra, ésa es su aportación.
-          ¿Y cuándo es suficiente el baño de vida?
-          Depende de cada cual, no hay una regla fija supongo, lo que está claro es que el artista en cuanto obtiene la clave del mundo, su clave, se retira a crear su obra, porque ése es precisamente el lenguaje que le es propio, desde ahí restablecerá el contacto, de una manera mucho más fructífera, con los demás, con aquellos que quieran escucharle.
-          ¿Y eso es duro para el artista? ¿lo fue para usted?
-          Ni es duro ni deja de serlo, simplemente es el destino natural del artista, es en la soledad donde se realiza plenamente y desde donde lanza su desafío, el desafío de su obra al mundo.
-          Así lo hizo usted.
-          Así lo hice yo.
-          ¿No se ha arrepentido nunca de no haber vivido más?
-          No, porque yo viví a través de mi obra más que nadie, porque me viví a mí mismo, y a través de ella seguiré además viviendo por siempre en los demás.

(continuará)

El paseante

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