lunes, 20 de mayo de 2013

La película de la semana. Todo lo que siempre quiso saber sobre el sexo... Woody Allen. 1972.




-          Mi querido Mr. Allen es usted un genio, un genio absoluto, estuve viendo su película Todo lo que usted quería saber sobre el sexo pero tenía preguntar, ¡es magnífica!
-          Gracias, Monsieur Proust.
-          No hay de qué.
-          Pero dígame, ¿qué fue lo que le gustó de manera especial?
-          Lo que más me gustó fue lo del rabino al que le gustan las medias de seda, dentro del apartado perversiones sexuales, la escena en la que le atan a una silla y una miss le da latigazos mientras su esposa se come unas chuletas de cerdo de rodillas delante de él, me pareció puro surrealismo, no sé por qué pero pensé en Buñuel y en Dalí, solo a esos dos genios podría ocurrírseles algo tan sublime.
-          No seré yo quién le lleve la contraria maestro.
-          También me gustó mucho la escena del Doctor Bernardo, absolutamente geniales sus experimentos, y el mayordomo, ese mayordomo oligofrénico resultado del experimento en el cual le hizo tener un orgasmo durante más de 4 horas ininterrumpidas, me dejó fascinado.
-          Sí, ya lo sé, con frecuencia me lo dicen, nada como el Doctor Bernardo, hay incluso quien piensa que podría ser un personaje real.
-          Lo parece, me encantó como le digo, pero lo que más me impactó fue el episodio final en el cual se contempla el funcionamiento del cuerpo de un hombre desde dentro como si fuera una factoría llena de de operarios y maquinaria, mientras está teniendo un encuentro sexual, por cierto, le queda fenomenal Mr. Woody el disfraz de espermatozoide con gafas, no imaginaba que un espermatozoide pudiera llevar gafas, y entre tanto espermatozoide blanco, en mitad del tumulto, del barullo, de la confusión, en plena eyaculación, aquel espermatozoide negro preguntándose qué hace él allí, cosas de la genética como las gafas, supongo, qué inteligente punto de vista…
-          Sí, sí lo sé, lo sé, yo mismo me sorprendo a veces de las ocurrencias que tengo, aunque en ocasiones me parecen demasiado transgresoras, temo ofender a las mentes bienpensantes.
-          Me ha hecho recordar esto que acaba de decir la escena del sacerdote intentando boicotear desde dentro de la conciencia el orgasmo porque no están casados, gritando que se trata de una blasfemia y como los operarios de la conciencia logran reducirlo y expulsarlo justo antes de la eyaculación, sinceramente se lo digo, aparte de hacer pensar usted hace reír, hace reír con inteligencia.
-          Sí, eso creo.
-          Y usted disfrazado de espermatozoide en esa escena justo antes de la eyaculación, jajajaja, perdido entre todos sus compañeros espermatozoides y diciendo que no quiere salir que no sabe lo que le esperará fuera y que había quedado para ir a cenar con sus padres, ¿pero cómo se le ocurren esas cosas?
-          No lo sé.
-          Yo se lo diré, conozco bien como se le ocurren a uno esas cosas, con la inspiración, la libertad, el ingenio, la creatividad, me ha recordado esta película el cuarto tomo de mi magna obra, el titulado Sodoma y Gomorra, cuando narro el primer encuentro entre el sastre Jupien y el barón de Charlus y todos sus devaneos posteriores.
-          Lo recuerdo bien maestro, me inspiré en esas escenas a la hora de desinhibirme y dejar correr la imaginación, porque solo así, solo entonces, la narración se independiza de la voluntad del escritor y vuela libre, siendo entonces plenamente original y verdadera, es como si solo entonces uno conectara con un sentimiento universal y a través de él pudiera hablar a los demás que le van a comprender perfectamente y se van a sentir plenamente identificados.
-          Le quiero Mr. Woody.
-          Gracias maestro, yo también le quiero y le admiro.
-          Bueno, Mr. Woody, yo también le admiro.

(continuará)

El paseante

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