lunes, 11 de febrero de 2013

La película de la semana. Cinema Paradiso. Giuseppe Tornatore. 1988.




El viernes por la tarde estuve viendo Cinema Paradiso, hace tiempo que no volvía a ver esta película, es la ventaja de tener el cine en casa, cine a la carta y recostado en el sofá, sin aguantar colas, inoportunos golpes de tos, palomitas, comentarios desafortunados, calor, frío, apreturas…, alguna ventaja tenía que tener el progreso necesariamente, y ésta es una muy importante para un cinéfilo, pues como digo metí el dvd, pulsé play y me recosté el sofá, bueno, me recosté en el sofá y empecé a llorar tan pronto como sonó el primer acorde de la maravillosa música compuesta por Ennio Morricone, porque fue como si en esa música inicial se me anticipara todo el contenido de la película, como una especie de revelación previa que me hizo percibir toda la película en su totalidad y en un instante, haciéndome caer en un súbito trance de emociones y sentimientos que me tocaron en el alma muy hondamente, porque esta película soy yo, y es cualquiera, porque esta película nos habla al corazón y nos emociona al vernos reflejados en ella, al ver reflejado en ella lo mejor de nosotros.

Un hombre es siempre un niño, y así se demuestra en la película, y también que nadie conoce mejor que su madre a un hombre, porque para ella sigue siendo un niño, y al juzgarle como niño siempre acierta.

Otro aspecto importante de la película es dónde sucede, el mediterráneo, la cultura mediterránea con tantos puntos en común entre todos los países que la conforman, me parecía estar contemplando un pueblo del sur de España en lugar de un pueblo de Sicilia, y la pobreza, tan consustancial al sur, pero una pobreza llena de recursos, una pobreza rica en espíritu, plena de satisfacciones, de pequeñas satisfacciones cotidianas, y rodeada de tanta belleza.

Un hombre es un niño y nadie le conoce mejor que su madre, la madre sabe todo del hijo, la madre tiene el mágico poder de crearle, de traerle al mundo, de criarle, educarle, y de ver cómo se aleja de ella, pero siempre hay un hilo, un hilo como el sedal de una caña de pescar y un anzuelo, un anzuelo invisible, del que la madre podrá tirar con un tirón imperceptible que le haga volver desde cualquier rincón y reencontrarse con el niño que nunca dejó de ser en el fondo de su corazón aunque lo hubiera olvidado.

Y luego está el poder de las raíces, el hombre está enraizado en sus orígenes, y sus orígenes son su infancia, su familia, su pueblo, sus costumbres, sus primeros amores, sus primeros afanes, su amor.

El amor, el amor flotando a lo largo de toda la película enlazado con esa canción de amor tan bella, melodía deliciosa que te causa una placentera dicha y te transporta a esos momentos tan especiales en los que uno ha estado enamorado, pero el amor en ocasiones no puede ser…, y así le sucede al protagonista, bien lo sabe la madre.

La madre le dice al hijo que siempre que le llama por teléfono contesta un mujer diferente pero que ninguna le quiere porque si alguna le hubiera querido ella se lo hubiera notado en la voz, y es cierto, las madres notan esas cosas, al fin y al cabo uno es una parte de su madre y siempre lo será.

Es la película un homenaje al cine, a los comienzos del cine y a la importancia del cine en nuestra vida, llena de guiños cinematográficos y de huellas de otras películas fundamentales de nuestro bagaje cinematográfico, uno queda hechizado ante tanta maestría, uno queda empequeñecido, uno, ante esta obra de arte, queda como un niño al cual acunara en sus brazos la película con la dulce melodía de la canción de amor de Morricone.

Y ese final, ese final tan impresionantemente emotivo que te toca el corazón y te emociona, te hace pensar, te hace llorar.

Dejé de llorar con los títulos de crédito del final, no hay nada como las películas en las que lloras de emoción y sentimiento, te limpian el alma, sales renovado después de verlas, te reencuentras contigo mismo, con el que fuiste y siempre serás lo quieras o no, lo veas o no, con el niño que iba al cine y todo se lo creía, y descubría el mundo a través del mágico mundo de la pantalla.

No sé si volverla a ver hoy sábado por la tarde, me gustó tanto.

P.d.- Se cuenta una leyenda muy curiosa en la película, la de un soldado que se enamora de la hija del rey y le declara su amor, ella le dice que si pasa 100 días y cien noches debajo de su ventana sin dormir ni comer le entregará su corazón, el soldado así lo hace, resiste y resiste, nunca desfallece, al final no siente ya ni sueño ni hambre, y cuando llega el día 99, cuando está a punto de ver cumplido su sueño, eleva sus ojos hasta la ventana, suspira, recoge su cosas, y se marcha…, ¿pero por qué no esperaría un día más?, sólo un día más…, la respuesta hay que buscarla dentro de nosotros, de cada uno de nosotros, yo tengo la mía, ¿vale la pena esperar a quién es capaz de hacerte esperar?

El protagonista de la película lo hace y le sale mal.

El paseante

No hay comentarios:

Publicar un comentario