jueves, 13 de septiembre de 2012

Hace tiempo que vengo y no sé a qué vengo...


 —Quiero decirla una cosa.
Dígame usté lo que sea, porque yo lo escucho todo.
—¿Todo?
¡Lo que no me ofenda!
—Antes que ofenderla yo, que se me caiga la lengua.
—Si yo…
Usté…
—Si yo…
Termine, me da miedo.
—No lo crea. Lo que tengo que decirle se lo digo por las buenas.

—Hace tiempo que vengo al taller, y no sé a qué vengo.
Eso es muy alarmante. Eso no lo comprendo.
—Cuando tengo una cosa que hacer, no sé lo que hago.
Pues le veo cesante, por tumbón y por vago.
—En todas partes te veo…
Y casi siempre a mi puerta.
—Me tiene loco ese cuerpo, retrechero y juncal, que nació en Chamberí con la gracia y la sal de Madrid.

Le da muy fuerte...
—Hasta la muerte he de quererte. Ya ves si mi amor es firme y fuerte.
Si no me engaño, sus palabras me hablan de un cariño sincero.
—Muy sin cero… cincuenta.
¡Chulo!
—¡Guapa!
—(¡Castizo!).
—Cuando Dios te echó al mundo…
¿Qué?…
—Qué faena me hizo.
—Cariño como el que yo siento no ha habido ni habrá en la vida. Es placer y es sentimiento. Y es voluntad decidida de probar lo que yo te quiero. Por ti me muero.
¿Lo dice de veras?
—¡Con toda mi alma!
¿Me quiere usté tanto?
—¡Con todas mis ansias!
Habrá que creerle, por si es de verdad.
—Yo haré, si me quiere, su felicidad.


Hace tiempo que vengo al taller
Pablo Sorozábal
Pasodoble de la zarzuela La del manojo de rosas

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