jueves, 3 de noviembre de 2016

Marcharse (reflexión).




Creo que cuando dejan de contar con uno en el ámbito que sea uno debe saber aceptarlo primero y marcharse después, aprender la lección de lo que pasó para el futuro, no seguir llamando a la puerta que se nos cerró, mirar a otro lado y cambiar de meta, porque no hacerlo sería enfermizo, una especie de malsana obsesión que nos impide seguir el proceso de la vida y descubrir lo nuevo que nos habrá de llegar, y descubrirnos a nosotros mismos en las nuevas circunstancias que viviremos evolucionando, enriqueciéndonos en definitiva, bueno, esto es lo más recomendable aunque reconozco que no es fácil llevarlo a cabo en ocasiones, depende de lo obcecado que sea uno y cómo tenga amueblada su vida en las diferentes facetas que la componen, si uno carece de otras perspectivas o es incapaz de generarlas entonces surge el problema de quedarse enganchado a la melancolía de la pérdida y al afán por recuperar lo perdido.

En el amor por ejemplo el despecho es mortal, los más brutales y crueles asesinatos tienen en su origen el poder aterrador del despecho, esa crueldad ininteligible y aterradora sólo desde la perspectiva de su autor y de sufrimiento tiene sentido, ante su destrucción quiere destruir, ésa es su justicia, y no sólo destruir sino hacerlo cruelmente para quedar por encima y reafirmarse en una personalidad que quedó destruida por el desaire amoroso, dar la lección en definitiva a quién le produjo la herida del desamor.

No debemos construir nuestra identidad en función de nada ni de nadie, debemos siempre intentar ser nosotros mismos, independientes y autónomos, maduros, responsables de nuestros actos y respetuosos con los de los demás, y, sobre todo, aceptar la realidad, saber nuestros límites.

Hay que ser resistente a la soledad, el aburrimiento, la falta de cariño, de amor, la traición, la indiferencia, el egoísmo, la envidia  y la crueldad ajenas, estar preparado para todo y no sólo para lo bueno porque la vida nos habrá de traer de todo, sufrimiento, enfermedad y muerte incluidas, al final la vida es todo eso aunque no sólo eso, pero según deja uno de ser joven la vida se va complicando y uno va perdiendo energía para remontar y luchar de nuevo por conseguir de nuevo lo perdido, uno va cayendo en cierto desaliento porque va perdiendo la ignorancia que hace ser optimista y se va convirtiendo en una persona bien informada, demasiado bien informada como para no saber el mal negocio que es en definitiva la aventura del vivir en ocasiones y casi siempre al final.

Otra cosa es engañarse, lo he vivido y experimentado, la falta de aceptación de la realidad y las falsas quimeras, las fantasías hacen que pretendamos vivir inconscientemente en mundos inventados, fantasías que nos impiden llevar una vida auténtica.


El paseante


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