martes, 16 de abril de 2013

Mi rostro en primavera.



¡Qué guapo soy!, ¿verdad?...

Dicen que a partir de una determinada edad uno tiene el rostro que se merece, pues si yo me merezco este rostro será que me he portado muy bien, me recuerda a la novela de Oscar Wilde El retrato de Dorian Gray, todas las maldades que comete el protagonista se reflejan en su retrato pero no en su rostro, ¿me pasará igual a mí?
No lo creo, mi retrato sigue igual.
¿He cometido maldades a lo largo de mi vida?, me pregunto.
Creo que no he cometido maldades aunque tal vez desde fuera y sin conocer los antecedentes pudieran parecerlo, me explico, en ocasiones me ha movido el deseo de impartir justicia, de dar escarmiento para evitar que se vuelva a causar el daño, y en ocasiones la pena impuesta si no se conoce la falta cometida puede parecer una maldad.
En cualquier caso, a la vista de mi rostro, creo que no tengo reproches que hacerme.
Es un rostro en equilibrio, no solo bello, sino además lleno de gracia, en sentido espiritual, es decir, sin tensión, relajado, pleno. 
Algo desafiante tal vez, un punto airado, seguro, firme, incólume.
Mi rostro, esa metáfora de mi vida.

el paseante 

No hay comentarios:

Publicar un comentario