lunes, 15 de abril de 2013

La película de la semana. Erin Brockovich. Steven Soderbergh. 2000.




Es de las de llorar, de las de llorar mucho, de las que a mí me gustan, empiezo a llorar en los títulos de crédito y acabo de llorar al día siguiente, bueno además se trata de la Roberts, de la Roberts en estado de gracia, en estado de gracia total.

Y además se trata de leit motiv de mi vida, la compasión, y del segundo leit motiv de mi vida, el amor, y del tercer leit motiv de mi vida, el cine.

Pues nada, es de nuevo la película perfecta, ya lo sabéis de otras veces, la teoría de mi padre, cuando los americanos hacen una buena película es insuperable, porque el cine allí es una industria y todo eso, mi padre es el que me inoculó el virus del cine, pero no sólo ese virus, también el de la literatura, la poesía, el arte, la emoción, el sentimiento, y mi madre me inoculó dos virus aún peores, más devastadores, el de la bondad y el de la sensibilidad.

Bueno, pues eso, que la historia se trata de una mujer luchadora, comprometida, sensible, a la que no hay quién gane, y que al final gana, claro, por supuesto, of course, emotiva, muy emotiva, ¿y eso es malo?

No tiene inteligencia emocional.

Mal asunto.

¡Menuda llorada!

Escribo esto y vuelvo a llorar, y no es broma, es en serio, no me burlo, de verdad, me emociona esta película, toca una fibra sensible dentro de mí que es sustancial en mí y creo que en cualquier ser humano, la solidaridad, el compromiso con los demás, la ayuda, el amor al prójimo, todo eso que metió mi madre en el corazón desde pequeño, ese veneno, el de la bondad que tanto me ha perjudicado a lo largo de mi vida.

No hay nada peor que ser bueno, todos se burlan de ti y abusan, a los buenos nos toman además por tontos.

Bueno, no dramaticemos más de la cuenta, esta película no es más que eso, una película, pero en tanto en cuanto es un fiel y brillante reflejo de una realidad es eso, la realidad, algo que nos conmociona por encima de todo, que nos hace mejores, más grandes, más sabios, que nos convierte en un pedazo de eternidad, nos aproxima a Dios, nos hace eternos.

Te quiero cine.

El paseante

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