jueves, 27 de noviembre de 2014

Ser un icono. La Portillo.



Me anticipo a su contemplación, dado que hace de virgen María me parece la expresión más adecuada, contemplarla, dentro de poco, en breve (eso espero) iré al teatro Valle Inclán en mi barrio, en Lavapiés, a ver la obra de teatro El testamento de María, eso si Dios quiere, muy apropiada también la expresión en este caso.
Bromitas aparte el tema es muy serio, se trata nada menos que de la Portillo, soy fan absoluto de la Portillo, igual que de la Machi, me parecen dos monstruos de actrices que han surgido como si nada, de la noche a la mañana, de las series de televisión, y se han convertido en dos monstruos teatrales indiscutibles, después de la Espert, después de la Xirgu, después de María Guerrero, vienen estas dos, dicho sea con el mayor de los respetos y ponen boca abajo el teatro y a los patios de butacas en pie aplaudiendo a rabiar y dando vítores como si fueran, en lugar de actrices, futbolistas.
Con la Portillo tengo una anécdota graciosa, una anécdota de fan, de mitómano, fui a verla en la sala pequeña del teatro Español en una obra que representaba junto con Manuel Halcón y que estaba basada en los personajes de Tio Vania de Chejov, al día siguiente me iba de vacaciones a Canarias, me siento en mi butaca del avión y al momento veo que entra por el pasillo Blanca Portillo, quedo demudado, paralizado, bloqueado, y más aún cuando me pide sonriente paso para sentarse junto a mí en la butaca de al lado, me puse nerviosísimo, no sabía qué hacer, qué decir, cómo comportarme, mi sorpresa fue en aumento paralela a mi emoción, tiene una sonrisa preciosa, me dije, y es además simpatiquísima, ella debió de percibir mi estado de exaltación porque al cabo de un momento me miró a los ojos y me sonrió con una sonrisa tan dulce que parecía me había sonreído la mismísima virgen María, no pude por menos y con la voz entrecortada por el nerviosismo le conté que había estado viéndola el día anterior en la función del Español, intercambiamos algunas palabras y ella se volvió hacia su compañero de viaje que enseguida me di cuenta era Manuel Halcón, oí como le decía: dice que nos estuvo viendo ayer en el teatro, el resto del viaje hasta Gran Canaria fueron ensayando precisamente el texto que yo les había oído la tarde anterior en el teatro, iban a representar la obra en Canarias.
Sus palabras arrullaron mi viaje como el susurro de la más deliciosa música celestial en las alturas de ese cielo que surcábamos como ángeles del paraíso.
Bueno Blanca, que eres un monstruo, en breve me tienes embobado contemplándote desde el patio de butacas (si Dios quiere).

el paseante


No hay comentarios:

Publicar un comentario