jueves, 27 de noviembre de 2014

El veneno del teatro.



Realmente es un veneno, pero un veneno que no mata, y eso qué quiere decir?, pues que es de esos venenos que inmunizan, y de qué inmunizan?, de la estupidez, la ignorancia, el fanatismo, la avaricia, la incomprensión..., el teatro es un compendio de vida que nos enseña las posibilidades que nos brinda la vida haciéndonos reflexionar sobre ella y ser más lúcidos, haciéndonos en definitiva más sabios.
Soy adicto a ese veneno, lo confieso, necesito periódicamente una dosis de teatro, a veces con urgencia, ahora mismo tengo mono de teatro, en perspectiva inminente (eso espero), dos funciones, Ricardo III y El testamento de María, de urgencia las dos, imprescindibles, inevitables, fundamentales, como el destino, algo que es de todo punto imposible evitar, hasta nervioso estoy anticipándome a ese placer supremo que es una representación teatral cuando te acaricia el alma y el pensamiento como una madre protectora, comprensiva, cariñosa, vivo sin vivir en mí esperando con ansiedad en día de sentarme en la butaca y contemplar atentamente a Juan Diego y a Blanca Portillo, uhm, estoy que no aguanto.
Tiene algo orgiástico el teatro, es como un deseo incontenible que estalla de manera catárquica, colectiva, de ahí que naciera con la democracia en la Grecia clásica, lógico, y que florezca en épocas en las que prepondera la libertad de pensamiento y la rebeldía, de ahí el momento tan excelente que vive actualmente el teatro en España, no sólo no se ha apagado sino que ha florecido como nunca, cada día más salas, más obras, más público, más representaciones, más afición al teatro.
Más hinchas del teatro, ante el declive del cine y el aburrimiento de la televisión triunfa la inmediatez de un arte que se transmite con la palabra dicha, el gesto, la emoción, y que nos habla directamente a los sentimientos, al alma, a nuestra alma a través del alma universal.

el paseante


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