viernes, 3 de octubre de 2014

La lectura del fin de semana. La literatura de Roland Barthes.




No sé si es literatura propiamente, Barthes reflexiona sobre el lenguaje, sobre los lenguajes, y a través de esas superficies llega a conclusiones sobre el fondo, sobre lo que significa desde un punto de vista profundo el lenguaje, Mitologías sobre el lenguaje simbólico, El imperio de los signos sobre el lenguaje de los signos, Fragmentos de un discurso amoroso sobre el lenguaje amoroso, Incidentes sobre el lenguaje sexual, Roland Barthes por Roland Barthes sobre el lenguaje fotográfico, El grado cero de la escritura sobre el lenguaje literario.
Cada vez más me resulta difícil leer ficción, prefiero leer reflexiones sobre la realidad, pensamientos, algo que sea reflejo de la vida y no una recreación de la vida, Barthes es además de lectura fácil, no resulta erudito sino que tiene una forma de expresarse muy divulgativa y directa, de ahí la repercusión y el interés que ha suscitado su obra por otro lado muy unida al análisis de la modernidad en clave clásica, humanística, analizando lo que los nuevos lenguajes tienen de expresiones de una realidad que si bien cambia en su superficie es siempre la misma en su fondo porque nuestras necesidades desde el punto de vista de la comunicación no varían en lo esencial.
La vida es el sí misma el lenguaje, eso parece decirnos Barthes siempre, y esa vida que vivimos se va disfrazando de otros lenguajes secundarios que la reflejan como unos espejos distorsionadores que hay que saber interpretar en profundidad para ver lo que en realidad reflejan, ver detrás de las apariencias de los lenguajes, aprender a leer esos lenguajes más allá de sus mensajes obvios, otro libro suyo se titula precisamente así, Lo obvio y lo obtuso, la realidad aparente y la que se nos escapa si no nos aplicamos en su análisis.
Sus libros son siempre aleccionadores y uno se reconoce en ellos, se siente reflejado, te hacen sonreír porque sus sutiles análisis te hacen enfrentarte a ti mismo, a esa superestructura que todos somos, a esa armadura de cartón piedra que todos llevamos y todo lleva, Barthes hace que al cartón piedra se reblandezca como si le lloviera encima, y así nos damos cuenta no tanto de la falsedad sino de la verdad que esconde la apariencia en un juego de dobles lecturas que se van superponiendo a la lectura rápida de nuestra vida, Barthes nos hace ralentizar esa lectura para hacernos más conscientes.

El paseante

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