miércoles, 8 de octubre de 2014

Despertar de Bruttini (Un asesino en las calles 55).





55 – Despertar de Bruttini

Cuando Bruttini volvió a la vida sintió una alegría inmensa, era como si volviera a nacer, acarició el suave pelo del gatito que ronroneaba agarrado a su pecho y restregaba su naricilla contra la cara de Bruttini, bueno, pensó, no solamente estoy vivo sino que además tengo a Cachemir junto a mí, pero dónde habrá estado perdido el pobre gatito durante tantos días?, se preguntó,  y por qué calamidades habrá pasado?, prefería no pensarlo porque con tan sólo pensarlo se ponía enfermo de angustia al imaginar que podía no haber vuelto a ver nunca más a tan preciosa criatura, y pensó que Cachemir era en realidad un regalo de Dios entregado por partida doble, lo cual hacía que le quisiera aún más, apretó al gato contra su pecho y le besó, y se levantó de la cama como si comenzará una nueva vida y fuera un hombre nuevo que nada tenía que ver con el anterior, como no quería separarse del gato llamó al trabajo diciendo que se cogía el día de permiso, a la noche quería volver al Diva’s Club de donde no hacían más que llamarle reclamándole que volviera a actuar, y esa noche hizo una actuación estelar como nunca antes había realizado, recreó un nuevo personaje, el personaje de Gilda y estuvo realmente espectacular, una lluvia de rosas rojas cayó sobre el escenario al terminar su actuación entre los vítores encendidos de sus admiradores que se reencontraban de nuevo con su diva, con la más grande, la divina, con la Brutta. Y al regresar a su pequeña buhardilla Cachemir dormía plácidamente sobre el edredón de la cama, parecía una rosquilla visto en la distancia, una pequeña rosquilla bañada en chocolate, tan dulce era…
Cuando estaba a punto de acostarse Bruttini se asomó a la ventana y contempló la ciudad, a lo lejos se oía el rugir del tráfico en la Gran Vía, colgado en su cúspide el reloj de la telefónica iluminaba marcando la hora en el cielo de Madrid, debajo la plaza de Chueca se iba llenando de noctámbulos que iban y venían como si aquella plaza fuera una especie de santuario y hubiera que parar en ella forzosamente aunque sólo fuera por un momento, como si de una catedral laica se tratara donde todo y todos tenían cabida, incluso un Subcomisario que por las noches se transformaba en una hermosa mujer y un pequeño gatito que dormía plácidamente ajeno a todo el ir y venir de la ciudad, entonces, mientras Bruttini contemplaba extasiado la luna que en lo alto del firmamento iluminaba los tejados volvió a oír con más intensidad el ruido del tráfico que desde la Gran Vía llegaba y en ese momento se acordó del Comisario Carballo y pensó que tenía que compartir con él la alegría inmensa de haber recuperado a Cachemir, pero qué sería del bueno de Carballo?, se preguntó Bruttini, no sabía nada de él desde hace un tiempo, seguro que andaría enfrascado en una de sus melancolías, Carballo se estaba convirtiendo en un hombre mayor más de espíritu que de edad, era como si le faltaran ilusiones, eso pensaba Bruttini, lo mejor sería que se hiciera con un gatito como él había hecho, eso le devolvería la ilusión de vivir, estaba claro, tenía que hablarlo con Carballo, tal vez hasta debiera plantearse también convertirse en una crossdresser, nunca se sabía, aunque era muy serio para eso, y se imaginó a Carballo travestido actuando en el escenario del Diva’s Club y no pudo contener la risa.

(continuará)


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