domingo, 23 de junio de 2013

Decíamos ayer. Mayo 2012 (2). En el día previo... y otras historias

jueves, 10 de mayo de 2012


Hoy cumple años mi mejor amiga.

Hoy cumple años mi mejor amiga, mi amiga Terre.
Felicidades Terre!!!!!!!!
Y que cumplas muchos más!!!!!!!!!

Tu amigo que te quiere,

JR

Estoy algo mejor del catarro, gracias.

Estoy algo mejor del catarro, gracias por preguntar, he dormido algo mejor, tengo menos congestión nasal y he podido dormir algo más, parece que se va yendo mi amigo el catarro, aunque me ha cogido cariño y aún sigue conmigo, se ve que me quiere, no me extraña, a mí me quiere todo el mundo, es conocerme y quererme, hasta el catarro, pues en este romance o idilio que mantenemos el catarro y yo ahora toca la tos, voy a comprarme en la farmacia un jarabe, de esos de color rojo intenso que me daba mi madre de pequeño y que saben a rayos, luego me tomo un traguito de agua para que se me pase el sabor, ahora toca jarabe cada 8 horas, con el jarabe tendré que ir a todas partes.
En cualquier caso, gracias por preguntar, queridos seguidores, siempre tan pendientes de mí y tan atentos.

Muchos besos, os quiere,

el paseante convaleciente



La loba. Lillian Hellman. Crítica teatral.

La loba, obra de Lillian Hellman, se representa en el teatro María Guerrero de Madrid, inmejorable reparto, encabezado por Nuria Espert y Víctor Valverde, a destacar asimismo la interpretación de Jeannine Mestre, soberbia en su papel de Birdie Hubbard.
Creo que es un error que se haya perdido la costumbre de que salgan a saludar y recibir los aplausos los actores uno a uno al terminar la obra, y por último todos juntos, el igualitarismo imperante de que sólo salgan todos a la par, hace que no pueda el público agradecer debidamente uno por uno sus interpretaciones, y hace que el actor no reciba un feed-back individualizado de su trabajo, algo que es muy importante, pienso.
Con todo hay que decir que hay papeles que se prestan a un mayor lucimiento y resultan más atrayentes para el público, pero siempre se puede destrozar un buen papel, no cabe duda, o hacer de un mal papel una verdadera obra de arte, de ahí la importancia del trabajo individual de cada actor, de su sabia o no encarnación del personaje, si bien siempre es conveniente la armonía de conjunto, por supuesto, sin la cual la representación fracasaría.
La dirección es de Gerardo Vera, veterano director de escena que abandona con esta obra la dirección del Teatro María Guerrero, la política siempre interfiriendo en todo, en el teatro también.
La obra es, tanto en sus interpretaciones, como en su dirección, simplemente impecable, perfecta, ni sobra ni falta nada, todo tiene su conveniente medida, su preciso equilibrio, su eficaz factura, siendo el resultado magnífico en su conjunto.
En cuanto a la obra en sí, el texto, hace pensar, al salir de la sala uno se va rumiando el regusto que ha dejado la representación en su pensamiento, las ideas, las imágenes que subrayan las ideas, la dicción, los gestos, los personajes, las situaciones, la ambientación, los decorados, la música (en este caso una delicia), todo en conjunto hace que uno se vaya rumiando sus impresiones, percepciones, emociones, cada uno las suyas propias, siendo algunas siempre comunes.
La obra plantea de una manera un tanto maniquea, la diferencia radical y el abismo que separa a la gente buena de la gente mala, y éste es, en mi opinión, el único fallo de todo, es decir, el planteamiento de fondo del texto de Lillian Hellman, la tesis que trata de demostrar en su obra.
Porque en mi opinión y experiencia al respecto, eso no es así, todos somos buenos y malos a la vez en mayor o menor medida, las circunstancias que cada uno vive influyen, las oportunidades, el rol social, el entorno, la familia, todo hace que uno vaya por un camino, camino que a veces se desvía y a veces vuelve a su dirección habitual.
Cada hombre en sí es capaz de las mayores heroicidades y sacrificios, y de las mayores vilezas, depende del aprendizaje y de aquello con lo que le haya tocado luchar en la vida, depende de los ejemplos que tenga alrededor, de sus afanes, luchas, quimeras, de su ego, su psique, su destino (el que considere debe cumplir).
Si bien ese maniqueismo simplista de la obra de teatro sirve para el lucimiento en extremo de la más "mala" de la función, es decir, de la diva indiscutible y número uno de la escena teatral en España, la gran, la única e inigualable, Nuria Espert, que le da una riqueza de matices y una profundidad a su papel que es en sí como una obra de teatro dentro de la misma obra de teatro, una representación aparte, en paralelo.
Os recomiendo que vayáis a ver la representación, los miércoles a mitad de precio, y el teatro María Guerrero es una de las joyas que esconde Madrid, junto con el Teatro Español son los dos teatros más antiguos de la capital, verdaderas joyas arquitectónicas y compendio de algo hoy totalmente perdido, las artes decorativas, una verdadera delicia para los sentidos.

Abrazos,

el paseante

Paseo por Madrid (2). Reportaje fotográfico.







miércoles, 9 de mayo de 2012


Jung y el tarot.

Jung y el tarot.
El tarot es un antiguo lenguaje simbólico. Su origen es desconocido y los mazos más antiguos que se conocen se remontan a fines del siglo XIV y comienzos del siglo XV.
El mazo de tarot consta de 78 cartas, que se subdividen en dos grupos: 22 cartas llamadas “arcanos mayores” y 56 restantes llamadas “arcanos menores”.
Estas imágenes han sido objeto de diversos enfoques. El más frecuente las considera como una herramienta para predecir el futuro. Otros enfoques relacionan al tarot con las doctrinas secretas egipcias, con el pensamiento hindú, el gnosticismo, la cábala, etc.
Podemos observar que en el tarot se encuentran analogías con distintos sistemas simbólicos. Esto se debe a que todo este material simbólico proviene de un nivel de experiencia común a toda la humanidad, que yace en lo más profundo de la psique y C.G.Jung llamó inconsciente colectivo, donde se encuentran las imágenes primordiales que él denominó arquetipos, que se expresan bajo diversas manifestaciones en distintos períodos históricos y diferentes culturas.
Para Jung, en la psique hay un proceso de desarrollo autónomo en el que el individuo integra sus múltiples facetas internas, que denominó proceso de individuación.
Sallie Nichols, autora del libro “Jung y el tarot”, propone estudiar las cartas de los 22 arcanos mayores como un mapa de viaje, una guía que simboliza el proceso de individuación, y relaciona cada carta con una imagen arquetípica. Desde este enfoque, las imágenes del tarot se transforman en un reflejo de nuestra experiencia interna, y, a medida que las exploramos, podemos empezar a observar cómo se expresan en nuestra vida cotidiana, aportando orientación para la continua renovación de la existencia.
Desde esta perspectiva psicológica de los símbolos, una consulta de tarot no se interpretaría como una predicción del futuro, sino como dicen Liz Greene y Juliet Sharman-Burke en El Tarot Mítico: “las cartas ilustran influencias, oportunidades y motivaciones ocultas (algo que tal vez se manifieste en acontecimientos o personas concretas, o tal vez no), el individuo puede entonces tratar de comprender y trabajar de la manera más creativa posible puesto que es la cualidad del momento presente lo que se describe, el individuo puede, tratando de penetrar en el significado más profundo del momento, influir de forma más consciente en el futuro de dicho momento, afectando así con una mayor consciencia el futuro que se está gestando. En este sentido somos coautores de nuestro propio destino.”
El estudio de tarot desde este enfoque se transforma en un medio para el desarrollo personal.
El abordaje se realiza estudiando el simbolismo de las imágenes a través de mitos, cuentos, sueños y otros lenguajes simbólicos utilizando el método que Jung llamó amplificación que consiste en buscar asociaciones y analogías con respecto a cada imagen recurriendo a distintas fuentes.
Pero como señaló Jung: no sirve de nada aprender de memoria una lista de arquetipos. Los arquetipos son complejos de experiencia que llegan a nosotros como el destino y cuyos efectos se sienten en lo más profundo de nuestras vidas.
Por lo tanto es importante agregar al estudio del simbolismo la experiencia vivencial de las cartas a través de ejercicios que comprenden la imaginación activa, la visualización y otros recursos creativos.
De esta manera, la aproximación al tarot resulta una experiencia enriquecedora y a la vez transformadora. 
Concepción Arizmendi
Psicóloga

Retrato azul y rojo.

Retrato azul y rojo. José Ramón Carballo. Óleo sobre lienzo. Mayo 2012.














He pasado muy mala noche...

Sigo acatarrado, y el catarro no me deja respirar bien por las noches, razón por la cual no duermo demasiado bien, y el perrito tampoco, claro, me nota mal, que doy muchas vueltas, y se viene junto a mí a consolarme, me abraza, me lame la cara, se acurruca a mi lado, parece querer decirme "no te preocupes José Ramón, que yo estoy aquí, a tu lado".
Se preocupa por mí.
Gracias Lobi, eres el mejor enfermero que podría tener, atento y cariñoso, siempre pendiente de mí, mi mejor amigo, como una madre cariñosa.
Y perdona que no te deje dormir.

Besos,

JR

La tumba de Tutankamón.

¿Cómo descubrió Howard Carter la tumba de Tutankamón?

La historia completa del hallazgo más importante de la egiptología.
  • Miércoles, 09/05/2012 | 21:49 hs- EL MUNDO.

PERSEVERANTE. Howard Carter tardó 14 años en hallar la tumba de Tutankamón.
EGIPTO.- No se sabe a ciencia cierta cuándo Howard Carter se obsesionó con la idea de hallar la tumba del joven monarca, pero el caso es que cuando Davis abandonó su concesión en 1914, Carter y Carnarvon se apoderaron de ella al instante. Carter estaba convencido de que en algún lugar del silencioso y rocoso Valle de los Reyes, descansaba Tutankamón.
Carter sabía que a no ser que organizara la búsqueda con seriedad científica, sería como buscar una aguja en un pajar. Su meticuloso trabajo incluía técnicas que ahora se consideran esenciales pero que, a principios del siglo veinte parecían excesivas. Pero al poco tiempo de comenzar su trabajo, estalló la Primera Guerra Mundial y tuvo que abandonar su tan esperada oportunidad.
En 1917, Carter pudo continuar su trabajo. Era un esfuerzo agotador ya que el Valle de los Reyes estaba plagado de restos de arena y roca removida en las primeras excavaciones, así como en otras más recientes. Además, para confundir a los ladrones, los primeros constructores habían arrojado montones de tierra en lugares alejados de la zona en que estaban trabajando. Este sistema servía a su vez para confundir a los arqueólogos 3.000 años después. Por otro lado, el calor estival era tan intenso que las excavaciones podían realizarse tan sólo en los meses de invierno.
Año tras año, Carter continuaba su búsqueda, vaciando el fondo del valle hasta encontrar la roca. Después de cinco años de trabajo, los trabajadores habían sacado 200.000 toneladas de arena y escombros usando herramientas manuales y cestos, como habían hecho en el pasado los esclavos del antiguo Egipto. En 1922, sigue sin encontrar nada verdaderamente importante. Lord Carnavon decidió interrumpir su financiación y llamó a Carter al çastillo de Highclere para cancelar la investigación.

Una nueva oportunidad
Anticipando la decisión de Carnarvon, Carter llegó a Highclere preparado con todos los argumentos necesarios para continuar el trabajo. Según él, existía una zona del valle que aún no habían investigado sistemáticamente. Estaba cerca de la tumba de Ramsés VI, que había reinado poco después de Tutankamón, cerca de la cual Davis había encontrado unos pocos e incomprensibles artefactos con el nombre del faráon grabado. Rogó a Carnarvon que le dejara continuar el trabajo, diciendo que él mismo financiaría el resto de los hallazgos si no se encontraba nada. Carnarvon, impresionado por la decisión de Carter, accedió a pagar un año mas.
Carter volvió a Egipto y se dispuso a limpiar la zona justo delante de la tumba de Ramsés VI. Era el 4 de noviembre, justo antes de la llegada de los turistas y Carter esperaba poder evitar sus interrupciones diarias. Inmediatamente, los empleados del británico encontraron algunas cabañas utilizadas por los obreros en la época en que se construyó la tumba.

El hallazgo
Ya habían retirado todas las cabañas y los obreros comenzaron a excavar hasta la roca de fondo, un metro más por debajo. Al llegar a la roca, encontraron un escalón cavado en roca. Al día siguiente descubrió 12 escalones más, así como la parte superior de una puerta, cubierta de yeso y cerrada con un antiguo precinto. Este mostraba al zoomorfo Dios Anubis, con cabeza de chacal, sobre un grupo de nueve cautivos atados: el precinto utilizado por guardianes de tumbas egipcios para sellar las tumbas importantes.
Carter estaba muy emocionado. ¿Podría ser esta la tumba que llevaba tanto tiempo buscando la cámara funeraria de Tutankamon? Armado de paciencia, interrumpió la excavación y envió un cable a Carnarvon: «Por fin he hecho un gran descubrimiento en el valle; una tumba magnífica con los precintos intactos; lo he vuelto a cubrir esperando su llegada; enhorabuena.»
Durante tres semanas, Carter tuvo que contener su emoción. La tentación de romper las puertas y ver qué había en su interior debió ser enorme, pero Carter decidió esperar hasta que su patrocinador llegara a Egipto. Carnarvon y su hija, lady Evelyn Herbert, llegaron a Luxor el 23 de noviembre. Al día siguiente presenciaron cómo volvían a descubrirse los 16 escalones que conducían a la tumba.
Una vez descubierto el resto de la puerta, Carter y Carnarvon descubrieron el sello de Tutankamón en su base. Por fin habían descubierto la tumba del esquivo monarca. Pero los sellos y la puerta daban muestras de haber sido hollados miles de años atrás. ¿No volverían a encontrar otra tumba vacía, con sus tesoros expoliados? Sólo había una manera de descubrirlo. Cuando retiraron los bloques que sellaban la entrada, encontraron un túnel lleno de escombros.
El 26 de noviembre por la tarde, ya habían conseguido retirar los escombros y encontraron una nueva entrada bloqueada. Temblando de emoción, Carter hizo un agujero en la esquina superior izquierda de la puerta. Introdujo una vela y miró por el hueco. Al principio no podía ver nada, pero a medida que sus ojos se adaptaban a la oscuridad, comenzó a distinguir unas estatuas y el brillo del oro en la oscuridad. «Ve algo?», preguntó Carnarvon, sin poder contener su impaciencia. «Sí, cosas increíbles», contestó Carter.
Fue el descubrimiento arqueológico del siglo. La prensa mundial se volcó sobre la noticia y Carter, Carnarvon y Tutankamón se convirtieron en estrellas al instante. Pero la emoción estaba cuajada de dificultades. Carter y Carnarvon otorgaron al Times de Londres la exclusiva absoluta sobre la noticia.
Inevitablemente, el resto de la prensa, frustrada por su exclusión, se dedicó a fraguar historias contra los descubridores: diciendo que estaban vaciando la tumba sin permiso; que se habían quedado varios objetos. Por otro lado, la gente quería ver el increíble hallazgo.
Carter tenía mucho trabajo de carácter científico que realizar, pero era interrumpido constantemente por la curiosidad de jefes de Estado y miembros de la realeza. Bajo tanta presión, se enfrió la cordialidad entre Carter y Carnarvon. En la primavera de 1923, lord Carnarvon murió de neumonía, al complicarse un envenenamiento de la sangre causado por la picadura de un insecto. Carter se quedó solo para continuar el trabajo.

El cuadro de la semana. Tañedor de laúd. Caravaggio.


No es una mujer, la semana pasada un amigo mío publicó una entrada en su blog contra mí, y como no me citaba directamente puso esta imagen con el siguiente título:
CARAVAGGIO: MUJER CON LAUD.
Así, en mayúsculas.
Dada la similitud con mi apellido imagino que quiso llamarme "mujer", haciendo seguramente una referencia velada, o no tan velada, a mi sexualidad, seguramente intentando discriminarme por ello.
Para ello cambió el nombre al cuadro, y cambió el sexo al tañedor.
Como si cambiar el sexo a alguien fuera tan fácil.
El que toca el laúd es un chico, un efebo, delicado y bello, angelical, de los que inspiraban pinturas tan bellas al genial Caravaggio.
Pero pasemos al cuadro.
Me ha venido fenomenal recordar, gracias a esta anécdota, este cuadro tan excepcionalmente bello, no sabía qué pintura poner esta semana y he aquí que la providencia me ha traído la inspiración.
Por cierto, que mi amigo para mí sigue y seguirá siendo mi amigo siempre, que lo considero sólo una rabieta, y que el que esté libre de culpa que tire la primera piedra...
Te perdono querido amigo.
Vuelvo al cuadro.
Se trata de una pintura alegórica de la música, muy de moda en el periodo barroco al que pertenece el cuadro, las alegorías de las bellas artes estaban muy de moda en pintura por aquel entonces, Tiziano es otro buen ejemplo de ello.
El gesto delicado, la armonía de la composición que mezcla retrato y bodegón, con el laúd tan tierna y delicadamente cogido por las delicadas manos del muchacho, las flores, las frutas, la partitura de música, el violín sobre la mesa apoyado, el tocado que pende de la cabellera del hermoso joven, su pecho desnudo, la gracia de su gesto, su dulce mirada, sus labios carnosos y sensuales de un rojo carmesí.
Todo hace que nos transportemos a una especie de éxtasis que se deleita en la vida y en el espíritu paralelamente, como una concéntrica espiral de belleza que nos hace elevarnos a la gloria de la dicha eterna que no es sino la contemplación de la belleza, de la verdadera belleza, y del amor de Dios, su última materialización en el reino de lo espiritual.
Divino efebo, te miro y me miras, y en tu mirada contemplo toda la belleza del amor.

Muchos besos a todos y especialmente a mi amigo,

el paseante magnánimo

martes, 8 de mayo de 2012


Andrej Pejic.

 
Por primera vez en España, Andrej Pejic se sube a la pasarela de la mano de la diseñadora nupcial Rosa Clará. El top model serbio desfila con dos diseños en la apertura de la Barcelona Bridal Week. Nombre de moda del momento, su estilo andrógino le ha llevado a ser fichado por algunos de los grandes creadores de la actualidad.
¿Cómo se ha sentido desfilando vestido de novia?
Muy bien, es una experiencia que ya había tenido otra vez al desfilar en un show de moda, pero es la primera vez que lo hago en Barcelona y que salgo varias veces. Me ha encantado conocer a Rosa Clará, una mujer valiente y tenaz, como yo.
¿Se siente más hombre o mujer?
Me siento las dos cosas, hombre y mujer; tengo ambas partes y trato de explotar las dos según el estilo que me pida el diseñador en cuestión. Mi nombre es masculino pero mi mente responde a una dualidad.
¿Es provocador?
Bueno, no negaré que me gusta provocar un poco, pero, al mismo tiempo, puedo ser también muy dulce, ¿eh?
¿Se ha llegado a sentir mal porque alguna vez no le hayan tratado bien?
En la vida me han pasado muchas cosas y sí que he tenido alguna experiencia negativa; afortunadamente, la moda es un mundo mucho más abierto y esta ambigüedad me ha facilitado crecer como persona y también, por supuesto, profesionalmente.
¿A qué se dedicaba antes? Trabajaba de cajero en un McDonalds y se fijó en mí un booker de una agencia; a partir de ahí, mi vida cambió hace dos años.
¿Cómo viste en su vida diaria?
De manera versátil y divertida; un día me visto con un pantalón y al día siguiente me coloco una falda; depende de las situaciones que me vaya a encontrar recurro a un look femenino o masculino.
Un lugar que le guste visitar...
Por ejemplo, Ibiza, me vuelve loquito. Me gusta todo de esa isla, el ambiente, la luz, la comida y la gente que va.
¿Qué está aportando a la moda?
Le estoy dando una modernidad que faltaba, porque rompo barreras y amplío la imagen de este mundo.
¿Cuál es tu diseñador favorito?
El que más me gustaba era Alexander McQueen, me identifico bastante con él; ahora Sara Burton tampoco lo hace mal.
¿Qué le gustaría probar en un futuro?
La televisión me atrae bastante, presentar un show, conducir algún programa, yo creo que podría hacerlo bien. Me gusta actuar, lo llevo en la sangre.

yodona.com
 

Los tacones del rey...

 

LUIS XIV, EL REY SOL, FUE EL PRIMER HOMBRE QUE UTILIZÓ TACONES ALTOS

 

Fascinado con sus nuevos zapatos, el monarca francés los prohibió al resto de la corte con la pena de muerte

 

Luis XIV, el Rey Sol, dueño de sí y del universo, sorprendió al mundo cuando instauró la monarquía absoluta en Francia. Luis XIV supo acallar, primero, y conquistar, después, las voces que, por aquel entonces, desaprobaban su reinado... Con el apoyo de su pueblo y la convicción de su autoridad divina, Luis XIV, tomó las riendas y gobernó en soledad los destinos de su país.

Tacones para compensar su pequeña estatura
Se proclamó representante de la voluntad celestial y, como tal, impuso la suya propia no sólo en el gobierno francés, sino en todos los ámbitos de la vida nacional. Luis XIV llevó a cabo una reorganización general de la economía; realizó la reforma del ejército; consiguió numerosas victorias militares; ensalzó la magnificencia parisina; hizo de Francia la primera potencia cultural europea y se erigió en el protagonista absoluto de la vida social francesa. Realmente preocupado por su imagen -no podía pasar por delante de un espejo sin mirarse en él-, Luis XIV no sólo siguió las tendencias de la moda, sino que dada su enorme influencia, impuso algunas de sus costumbres en el vestir: enormes pelucas de pelo natural, mangas adornadas de ricos encajes venecianos y, como no, sus famosos zapatos de tacón alto. Zapatos exquisitos y únicos elaborados siempre por su zapatero personal, el francés Nicholas Lestage. Un artesano al que dio precisas instrucciones: refinados, aunque adornados con vistosos lazos, brocados y piedras preciosas; suelas de color rojo; tacones con una pequeña curvatura; bordados en plata con escenas de batallas... Todo un derroche de imaginación y sofisticación. Hasta tal punto el Rey era fanático de sus nuevos zapatos que -en parte, para hacer constatar su supremacía- prohibió llevar el exclusivo modelo al resto de la corte y aquel que le desobedeciera sería castigado con la pena de muerte.

Luis XIV lució tacones para disimular su corta estatura... Y revolucionó la moda del calzado. De hecho, actualmente siguen dando que hablar los zapatos del Rey Sol. Christian Louboutin, una figura de mención obligada a lo que diseños de zapatos se refiere, confiesa: “La estatua de Luis XIV lleva unos de mis zapatos preferidos: una especie de sandalia retrabajada”. Y, aún hoy, la mujer del siglo XXI continúa cayendo rendida ante el encanto del tacón conocido como Luis XIV.

Extravagancias del Rey
En un momento en el que la fama de la monarquía estaba bastante debilitada tras La Fronda -dos rebeliones, lideradas por la nobleza, en contra de la corona-, sólo un rey de fuerte personalidad podría hacerse con el dominio del país. Éste era, sin lugar a dudas, Luis XIV. Responsable, trabajador, organizado, meticuloso, lúdico, petulante... Y así durante 72 años, los que permaneció en el poder, más tiempo que ningún otro monarca. Las extravagancias de un Rey todopoderoso no tardaron en aparecer. Se estima que una media de cien personas, todos hombres, asistía, a diario, al despertar del Rey para presenciar el aseo, peinado, afeitado y desayuno del monarca. El almuerzo de Luis XIV, en un principio privado, se convirtió también en un acto público -similar al despertar- en el que los asistentes eran meros observadores. Pero, además, impuso puntillosas reglas que designaban la superioridad de aquellos que podían dirigirse a los grandes personajes, cuándo y dónde. Y es que para el monarca, el arte del aparentar era realmente primordial. De hecho, para ganarse los favores del Rey, aspectos como la belleza física o la posesión de fortuna suficiente para poder cambiar varias veces al día de indumentaria adquirieron suma importancia.

Luis XIV -un hombre ilustrado donde los haya e irresistible por su enorme autoridad- conquistó a numerosas mujeres de la corte. Pese a todo, sólo contrajo matrimonio en dos ocasiones: en 1660 con la infanta española María Teresa, hija del Rey de España Felipe IV, y en con madame Maintenon, quien le instó para que contuviera la inmoralidad imperante en la corte. En definitiva, Luis XIV iluminó Francia, por algo lo llamaron el Rey Sol.


Nadie me quiere...

¿Nadie me quiere?
No lo sé, esas cosas nunca se saben a ciencia cierta, lo del querer es siempre un juego de intereses, de autosatisfacción del propio ego, te quiero porque de esta manera mi ego te quiere y se siente satisfecho, el amor desinteresado 100% no existe.
A través del amor realizas deseos, cumples tu destino, o el destino que quieres tener.
Aunque las estadísticas del blog parecen demostrar que me queréis mucho, yo no acabo de fiarme del todo, seguramente vuestro amor es igualmente interesado.
¿Amor y admiración van parejos?
Menudas preguntas!!!!!!!!
¿Admiración y envidia van parejos?
¿Se puede envidiar a quién amas?
¿Se puede amar a quién envidias?
¿Eres consciente de la inconsciencia de tu consciente?
Nada se sabe a ciencia cierta, todo está muy confuso, muy poco claro, muy ambiguo.
Lo que si que te digo es que aún no sabiendo bien qué es el amor, necesito sentirme amado por ti, no es necesario que me ames realmente, dado que eso no se sabe bien en qué consiste, lo fundamental es lo que yo perciba.
Es más, si me amas realmente y yo no me siento amado, no me sirve de nada, no lo quiero.
Por eso hay amores imposibles, y es que al fin y al cabo el amor es un problema de comunicación.
Por eso es tan fácil el engaño en el amor, es un terreno muy propicio a las falsas apariencias.
Y luego está el tema de la duración del amor.
¿Existe el amor para toda la vida?
Salvo por un acto de voluntad para que así sea, creo que no, con lo cual caemos de nuevo en el reino de las apariencias.
Por otro lado, hay que decir que casi es más importante el cariño que el amor, el cariño es más duradero, como un amor de baja potencia, de débil intensidad, pero más permanente, dura más, se agota más difícilmente, se agota más tarde.
Es como lo de las pilas alcalinas que no son convenientes para todo tipo de aparatos aunque sean las de más potencia, para algunos aparatos duran más las pilas normales, preguntarle al ferretero, a mí me lo explicaron una vez, y mientras el ferretero hablaba yo no hacía sino pensar el amor.
L'amour...
Cada día creo menos en el amor.
¿Amas a quién no te ama?
¿Te ama a quién no amas?
Este fenómeno se denomina "el verbo transitivo del amor".
Bueno, pues yo te amo aunque no me ames querido seguidor/a.
Pero ten cuidado, porque si me amas mucho tal vez pierda el interés por ti.
Este fenómeno se llama "el síndrome de Don Juan".
En realidad yo te amo por lástima, me da lástima lo perdido/a que estás, y a través del blog salgo en tu ayuda y guío tus pasos.
Para mí eres como un perrito abandonado, me produce ternura tu desvalimiento y necesidad de protección.
¿Y tú por qué me amas?
Me lo pregunto, tal vez no me amas, sino que me admiras, o me envidias, o sólo me tienes cariño, o nada de eso siquiera, y en realidad te soy indiferente.
¿Y si te soy indiferente por qué lees el blog todos los días?
Intenta contestarte a esa pregunta.
Si eres capaz...

el paseante del amor

Me he acatarrado...

Me he acatarrado.
El rey tiene catarro.
Yo soy el rey del blog, soberano absoluto, y comunico a mi corte de seguidores que tengo catarro desde ayer por la tarde.
El rey Sol se vestía y se desnudaba ante la corte todos los días, como yo ante vosotros, y cuando enfermaba se lo comunicaba a la corte inmediatamente, era su obligación.
La reina paría en público, ante toda la corte reunida en torno a la cama, era la mejor manera de acreditar la legitimidad de la descendencia.
Pues bien, en este Versalles que es el blog, os comunico que me encuentro indispuesto, padezco un catarro leve, por ahora, y que estoy tomando aspirina efervescente con vitamina C.
Si hay algún médico entre los seguidores que lo diga, por favor.
Yo creo que me he acatarrado por los disgustos que han hecho que me bajen las defensas, y luego en el metro (el paseante viaja en metro) he cogido cualquier cosa.
El rey Sol no viajaba en metro.
¿Se acatarraría también el rey Sol como el paseante?
Pues no sería de extrañar con toda la corte metida en el dormitorio todo el día, eso estaba más concurrido que el metro de Madrid.
Y encima él teniéndose que desnudar delante de todos a pelo, menudas corrientes que cogería el pobre hombre en ese dormitorio tan amplio del palacio de Versalles.
Si es que al final los reyes son más desgraciados que el paseante (inclusive).
Pues nada más, procurad cuidarme y no darme disgustos que estoy malito.

Vuestro paseante convaleciente.
p.d.- cuando estoy malito me pongo un poco ñoño, como si fuera un niño que necesita los mimitos de mamá, y me da por pensar que nadie me quiere...
¿será que nadie me quiere realmente?

le paseante roi


La película de la semana. Testigo de cargo. Billy Wilder.1957.


¡Qué pena de mujer!
Resulta que su marido le era infiel.
Desolador.
¡Menuda cara se le ha quedado a la pobre!
Eso por casarse con Tyrone Power, y es que aunque se sea Marlene Dietrich hay cosas que nunca se deben hacer, y una de ellas es, por supuesto, casarse con Tyrone Power.
Así acaban al final los dos, en manos de Charles Laughton, abogado, como puede apreciarse.
¿Si descubres que tu marido ha matado a una viuda rica qué harías?
¿Qué pensarías?
Respóndeme, no me vale un "depende" por respuesta.
¿Qué harías?
¿Qué pensarías?
¿Tratarías de defenderle, pensaras lo que pensaras?
Bueno, si sigues enamorada seguro que sí, claro.
¿Y qué dirías?
Pues que estaba contigo la noche en que sucedió todo, ¿verdad?
Bueno, pero eso es muy simple para una película de Hollywood, del gran Hollywood, del Hollywood de los años dorados, y del director de directores por antonomasia, el inventor del cine, Billy Wilder, el genio indiscutible e insuperable del séptimo arte.
Y si además la película se basa en una obra de Agatha Christie, pues no puede quedarse ahí la cosa.
No te desvelo la trama, fundamental en la película es el factor sorpresa.
De los actores no digo nada, hablan por sí solos, sobre todo un Charles Laughton en estado de gracia (lo siento, ya lo dije, no puedo evitarlo, son tics de cinéfilo).
Recuerdo el día que la vi esta película por primera vez, me quedé yo solo viéndola en el antiguo televisor en blanco y negro de casa de mis padres, marca Zenith, buenísimo para la época, yo era muy jovencillo, casi un niño (yo también he sido niño, no nací paseante).
Pues bien, no podía poner el volumen alto, más bien muy bajito, mis padres y mi hermana dormían.
Me pegué al televisor y no me perdí ni una palabra.
No os perdáis ni una palabra, prometédmelo.
Y fijaros bien en el termo que siempre acompaña a Charles Laugthon, y en su ama de llaves/enfermera.
Fijaros bien en todo por favor, no perdáis detalle, todo tiene un sentido.
Bueno, como digo, así ví por primera vez esta película, cuando terminó me fui a acostar en estado catatónico, aquello era demasiado para un jovencito tan jovencito, mil puertas se abrieron ante mi curiosidad y ante mi imaginación.
Y la primera ésta:
Yo quería ser Charles Laugthon.
Yo quería ser abogado.
Necesitaba una peluca y un termo cuanto antes.

Besos,

the paseante lawyer

La foto de la semana (7).

Clouds over Carrefour (planet).

lunes, 7 de mayo de 2012


En el día previo...

En el día previo al aniversario del fin de la Segunda Guerra Mundial.
Mi homenaje a ti.
Ana.


Moortje.


Moortje era el gatito de Ana Frank, tuvieron que abandonarlo cuando iniciaron su cautiverio, lo dejaron en la casa en la que vivían a las afueras de Amsterdam, Ana con frecuencia se pregunta en su diario qué será del pobre gatito, y se consuela pensando que él tiene la libertad que ella no tiene ya.
Moortje en holandés significa "rubito".
La ternura de los sentimientos que la niña tenía hacia su gatito es de una dulzura y una nostalgia que tocan en el corazón.
Estamos hablando de una niña de 12 años, de su gatito, de una niña que vivía feliz con su familia, que iba al colegio, de una niña en el comienzo de la pubertad, que se empieza a sentir atraída por los chicos.
Estamos hablando de todo eso, lo digo por entendernos.
Y estamos hablando de que todo eso se terminó de un día para otro.
Y que después de dos años y medio de encierro, de cautiverio, la separaron de su familia y la llevaron a un campo de concentración donde a los pocos meses murió de tifus, faltaba muy poco, apenas nada, tan sólo unos días, para que los aliados liberaran el campo de concentración, pero ella no lo sabía, y ya no podía aguantar más sufrimiento seguramente.
Estamos hablando de todo eso, los digo por entendernos.
De todo eso y de Moortje.
Rubito.
Ella soñaba con volver a ver a Moortje.

Ana Frank y yo.

Vista de un canal de Amsterdam.

Me viene rondando en la cabeza el recuerdo de Ana Frank en estos días, no sé bien por qué.
El blog tiene algo de diario íntimo, cercano, cálido, sentimental, el blog es la fragilidad, la ternura, los sentimientos, emociones, las alegrías y tristezas, esperanzas, zozobras, el blog es el enclaustramiento, la introspección, la reflexión sobre los acontecimientos, sobre el futuro, la esperanza de un futuro mejor, el blog es querer poner freno a la barbarie y que triunfe el poder de la razón, el blog es la necesidad de comunicación, de expresarme, de darme a conocer y de dar a conocer lo que me está pasando.
El blog es mi espíritu que intenta volar y a veces vuela alto y a veces se estrella contra el asfalto.
El blog es la ternura y la ingenuidad, a veces me sorprendo escribiendo cosas muy infantiles, y me digo que no procede poner eso en el blog, que son cosas muy íntimas, muy personales, que a nadie interesan, que se van a burlar de mí, pero al momento pienso que me estoy censurando, que estoy coartando mi creatividad, y sobre todo, que dejaría de ser yo mismo al 100% si no escribo en cada momento lo que siento tal y como lo siento.
Hago el blog para mí y mientras lo leen los demás, eso parece.
El blog, esa terapia continua que me ayuda a seguir viviendo.
Ana Frank nunca pensó que algo que hizo durante su cautiverio, algo tan suyo, reflejo de su día a día, de sus sentimientos, reflexiones, ilusiones y penas, que algo tan precario, que pendía del hilo de la voluntad de una niña, pudiera convertirse en un paradigma universal del holocausto, y no sólo eso, en un paradigma universal del sufrimiento, la represión, la marginación, y, pese a todo, de la esperanza.
De una calidad literaria que emociona, el diario es, sin dudarlo, estremecedor.
Lo recomendé la semana pasada como lectura.
Yo me encontré con Ana Frank visitando Amsterdam, la hermosa ciudad de los canales del norte de Europa, en la bucólica Holanda, un país de cuento, allí, inesperadamente, haciendo de turista, una mañana visité, como por visitarla, porque no me quedara nada por ver, la casa museo de Ana Frank, y pienso que es uno de los acontecimientos que más ha marcado mi vida.
Porque allí mismo compré el libro y esa misma tarde lo leí, y entonces mi comprensión del mundo y de la naturaleza humana cambió, a partir de entonces fue diferente.
Comprendí que la verdadera naturaleza humana, la de todos, reside en realidad en los pensamientos de una niña de 12 años privada de libertad por un poder arbitrario y aniquilador.
Todos somos Ana Frank, ella no es sino el espíritu puro que todos llevamos dentro, el que en última instancia nos conforma como persona, y que no perdemos nunca, por mucho que queramos ocultarlo, lo reconozcamos o no.
Escribo en el blog y me sonrío a veces de mis ingenuas sinceridades, y me digo que estoy haciendo el ridículo, y entonces pienso en Ana Frank que parece susurrarme al oído:
"Acuérdate de mí José Ramón, continúa..."

Besos,

José Ramón

Clouds over me.

Desde la ciudad todo se ve tan lejano, me pregunto por qué todo queda tan lejos de la ciudad, las montañas, el campo, las nubes, las estrellas, el sol, todo está lejos, no sé si alguna vez lo habréis pensado, yo si lo pienso a menudo, y miro con nostalgia a través de la distancia esas cosas lejanas, tan bellas, como imposibles desde la ciudad, y las disfruto en su contemplación sin poder alcanzarlas, y me imagino junto a ellas, en una visión cósmica o planetaria de la vida, como si de repente pudiera volar y volara, y me perdiera por entre las montañas, el campo, las nubes, las estrellas, el sol...
Pero no puedo, me limito a contemplar en la lejanía la perfecta belleza de esas cosas que lejanas e imposibles parecen saludarme y recordarme que están allí esperándome por si algún día puedo ir, por si algún día puedo soltarme del yugo que me aprisiona, de la ciudad, y voy por fin a reunirme con ellas y a charlar de nuestras cosas.
Tenemos muchas cosas en común todas esas cosas lejanas y yo, somos parte de la naturaleza, del universo, del cosmos, por eso nos entendemos tan bien, y aunque a veces lo olvide perdido entre tanta gente, entre tanto tráfico, en los vagones del metro, en los grandes almacenes, en las grandes avenidas, en los restaurantes de menú del día, entre las luces de neón, por entre las callejuelas oscuras, aunque a veces lo olvide digo, siempre hay algún atardecer con su dorada luz iluminando las fachadas de las casas, o unas nubes pasajeras sobre mí, que me lo recuerdan, haciéndome una caricia en el pensamiento y refrescando mi alma del calor de la ciudad.
Mi alma vuela entonces por encima de todo y recorre el universo con la imaginación, y entonces todo el universo me parece un gran acuario en el cual yo voy buceando, buzo de la luz, hasta salir a la superficie del cielo y traspasar el  éter azul y el blanco vapor de agua de las nubes.
Eso me consuela de los rigores de la gran ciudad que cruel me aprisiona en su sutil yugo de obediencias, compromisos, obligaciones y luchas.
La ciudad es esa parte de mí que se niega a ser libre, que prefiere ser esclava, que se somete a todo y que nunca alcanza la luz.

 el paseante soñador

HISTORIA DE UNA CAMISETA. RELATO CORTO.


HISTORIA DE UNA CAMISETA
"Esencia"  
Por Nerea     
  No es que no sepa lo que soy pero creo que tengo un problema, y es que, a fuerza de haber vivido con humanos he acabado adquiriendo la cualidad de pensar. Y no me quejo, porque sin duda este extraño suceso ha hecho que mi existencia sea más interesante, pero a veces creo que todo hubiera sido más fácil si me hubiera limitado a ser como las demás: una simple camiseta. Pero no. No sé por qué razón ha tenido que llegar el raciocinio a mis entretelas… ¡con lo a gusto que estaba sin comerme la cabeza, bueno, el cuello! En fin.
Ustedes se preguntarán a qué viene todo esto. Pues resulta que me hago vieja y, con la madurez, una echa la vista atrás y le entran unas ganas inmensas de soltar por la boca que no tengo, toda la historia de mi vida. Aunque sólo sea para que quede constancia de que he pasado – y revolcado – por esta tierra.
Me presentaré. No tengo nombre, por supuesto, (tengo paralelismos con los humanos, pero no llego a tanto) aunque sí puedo describirme de manera que me reconozcan. Soy una camiseta blanca, de algodón y de manga corta. No soy muy original, dirán ustedes; y así fue al inicio cuando en nada me distinguía de las miles de camisetas como yo que se venden en todo el mundo. Pero eso pasa con todo lo que nace: que está en blanco, indefinido, irresoluto. Sólo con el tiempo y la experiencia va surgiendo la forma, apareciendo el carácter. Hasta que te haces inconfundible y único dentro de la especie a la perteneces. En mi caso, el género de las camisetas.
Pues así estaba, en blanco, el día que Magdalena decidió cogerme por la percha y pagar por mí el precio que rezaba en la etiqueta, pero que en nada se ajusta a lo que valgo en realidad. Tengo que matizar que aunque nacemos vírgenes, sin prejuicios, abiertos a todo, no todos tenemos las mismas oportunidades. Por suerte o por desgracia hay ciertas circunstancias que condicionarán la vida que tengamos. Yo, una camiseta de talla media, unisex, expuesta en un supermercado y, para colmo, rebajada, tenía todas las papeletas para acabar en una familia de clase media; pero no media de tipo ejecutivo, sino más bien media tirando a calcetín. Y digo esto porque de todas las compañeras con las que compartía perchero y pasillo, yo era la más barata.
Podrán imaginar que mis predicciones resultaron certeras, pues Magdalena, que así se llamaba la madre de mi primera dueña, tenía tres hijos y era esposa del propietario de una pequeña frutería, así que debía controlar muy bien en qué se gastaba cada céntimo. Y no es que me queje de la vida que he tenido, intensa y apasionante como pocas, pero no ha sido fácil exactamente y eso ha hecho que, a veces, por mi natural soñador, me pregunte qué habría sido de mí si hubiera sido una camiseta de marca y me hubiera vestido una niña rica.
Pero en aquel momento yo acababa de salir de la fábrica y sabía poco del mundo, por lo que no tenía grandes aspiraciones. Así que el hecho de que alguien me hubiera escogido entre las demás, mucho más atractivas que yo, provocó en mí una emoción genuina.
Todavía recuerdo el trayecto hasta mi nueva casa. La cajera había tenido la deferencia de doblarme cuidadosamente y colocarme en una bolsa aparte, separada del resto de la compra para no ensuciarme. Esa intimidad me permitió aislarme de la animada conversación que mantenían los detergentes, piezas de charcutería y demás artículos consumibles. Necesitaba un poco de tranquilidad para acostumbrarme a la idea de que por fin iba a pertenecer a alguien.
-                  ¡Mira lo que te he traído! –dijo entusiasmada Magdalena cuando llegó a casa-.
Alba, la mayor de los tres hermanos, miró expectante a su madre con un brillo especial en los ojos. El brillo inconfundible que confieren las sorpresas.
-                  ¿Qué es? –preguntó impaciente-.
Entonces, Magdalena me cogió por los hombros y me entregó a mi nueva amiga. Como las camisetas sólo vemos de frente, hasta que Alba no me elevó un poco no pude verle los ojos, pero hubiera preferido no verlos porque estaban llenos de decepción.
-                  ¡Qué simple es, mamá! –reprochó enfurruñada-.
Alba entonces sólo tenía once años pero obviamente empezaba a despuntar con fuerza su coquetería, aunque aún resultaba joven para apreciar el esfuerzo económico que había hecho su madre.
-                  Venga, hija. Pruébatela. Que es cien por cien algodón y vas a estar muy cómoda y fresquita este verano.
Una camiseta de invierno se habría encerrado en sí misma ante el rechazo de Alba, y una sintética tal vez le habría dado alergia. Pero, como bien había apuntado Magdalena, yo era una camiseta de verano, de algodón entero y verdadero y positiva como el sol. Así que sabía que tenía una buena baza para convencer a Alba si aceptaba probarme, porque me adaptaría a ella como un guante –y eso que no me gusta compararme con los de esa calaña-.
         Tal y como sospeché no me costó convertirme en una de sus prendas preferidas; y yo también me sentía bien con ella porque, como niña presumida que era, trataba de mantenerme limpia. Lo que no me gustaba eran las manchas de desodorante que comenzaron a aparecerme en las axilas cuando Alba empezó a utilizarlo, ya que eso suponía dejarme en remojo una noche, acentuando así el suplicio que ya suponía para mí el mero hecho de lavarme.
         Y no es que no me gustara ir de punta en blanco, no señor, lo que pasa es que la lavadora resultaba una pesadilla para mí. Ustedes no saben lo que es eso. No es sólo el hecho de estar tres cuartos de hora, como mínimo, dando vueltas medio ahogada en un espacio circular reducidísimo hasta que pierdes la orientación; es que además tienes que compartir ese espacio con otras prendas que no se limitan a pegarse a ti como una lapa sin haberles dado permiso para hacerlo, sino que a veces osan colarse por tus mangas o tu cuello, como esos escurridizos y pícaros calcetines a los que  ya tengo calados. Es como una orgía a lo grande en la que oyes todo tipo de comentarios. Como aquella vez que un pantalón se quejó de que el suavizante le impregnaba de un aroma demasiado femenino para un macho vaquero como él.
         Secarme me gustaba más, aunque ello supusiera estar bastante rato cogida con unas pinzas y con los hilos bajándome a la cabeza. Pero sentir el sol traspasando mis tejidos mientras el aire me hinchaba como a un globo, hacía que me sintiera libre. Libertad. Cada vez necesitaba más notar esa sensación. Los primeros años estuve muy bien con Alba y pensé que siempre querría estar con ella, pero a medida que iba creciendo yo iba quedándole pequeña. Su pecho comenzó a asomar y aunque yo trataba de adaptarme, una tiene sus límites y su personalidad –no como esas camisetas de licra que dibujan indecentemente cada línea corporal-, así que llegó el punto en el que cambiaba de dueño o reventaba.
         Fue entonces cuando pasé a formar parte del vestuario de Quique, el segundo de los hijos. Al principio nos costó aceptarnos mutuamente, principalmente porque yo aún recordaba las formas de Alba y eso a Quique no le gustaba mucho. Pero en cuanto adopté la silueta de su infantil pero bien formado torso, ya no me quitaba de encima.
         En mi vida había estado más sudada. A Quique le gustaba jugar al fútbol y, no sé por qué, debió de ver en mí a una buena compañera de batalla; tan buena, que quería que le acompañara en todos los frentes. Recuerdo la primera vez que tuve un flechazo, bueno, en realidad lo tuvimos los dos. Y es en esos momentos cuando agradeces ser la camiseta de un don juan, porque al cabo de un rato tenía al objeto de mi deseo a menos de un centímetro de mi algodón.
         Cuando iba con Alba yo pensaba que me gustaban los chicos, pero al ver esa camiseta de tirantes, de color azul cielo, con unas letras curvas que decían “lo que necesitas es amor” y una flecha que señalaba hacia abajo, me di cuenta de que era bisexual. El perfume embriagador que se filtraba a través de ella me atraía como un imán, y supongo que la colonia que llevaba Quique también ayudó al asunto porque al momento, los cuatro nos fundíamos en un beso, casto, pero beso al fin y al cabo. Esa camiseta azul fue mi primer amor y me marcó tanto que creo que aún llevo prendida alguna que otra purpurina de una de sus letras, la cual no consigo quitarme por mucho que me lave.
         Habría seguido sudando encantada mucho más tiempo con Quique, si aquel fatal accidente no hubiera adelantado nuestra separación. Sé que no fue su intención, pero un día me dejó junto con la sudadera en el cesto de la ropa de color y Magdalena nos metió en la lavadora, ajena a la tragedia que estaba a punto de producirse.
         Yo siempre he pensado que a todos se nos pega algo de aquellos con los que interactuamos. Hay sujetos que desprenden un carisma al que no puedes escapar, mientras que otros tienen menos personalidad y absorben todo aquello que les entra por los sentidos, más aún cuanto más jóvenes son. Este último era mi caso. Con pocos años y la inexperiencia de haberme mezclado con otros colores, salvo por alguna que otra mancha ocasional, era seguro que de aquella lavadora no iba a salir como entré. Y más teniendo en cuenta que aquel día una camiseta roja, poderosa y vital como la sangre de la que había copiado su color, se bañaba por primera vez.
         Cuando a la mañana siguiente Quique preguntó por mí, su madre le dijo con tono circunspecto:
-                  Quique, me temo que tu camiseta ha sufrido un pequeño percance…
Cuando Quique me vio, montó en cólera. Si de adulto a veces cuesta dominar la ira, con trece años resulta aún más difícil.
-                  ¡Pero cómo ha podido pasar esto! ¡Pues no me la pienso poner más porque mis amigos se reirían si me vieran con ella!
Y así fue como se acabó mi relación con Quique. A partir de entonces pasé a manos de la pequeña de la casa, Lili, que entonces tenía diez años pero el carácter de una de veinte, no en vano había tenido dos buenos maestros. A Lili no le hizo mucha gracia tener que vestir, por enésima vez, una prenda heredada de sus hermanos; pero el tono rosáceo que había adquirido mi inmaculado algodón gracias a esa camiseta roja que me sacó los colores, no le desagradaba del todo.
         Lili era la artista de la familia. Tal vez la necesidad de hacer suyas todas las cosas que antes habían sido de otros –en ese afán por sentirnos distintos de los demás-, hizo que su imaginación se desarrollara más que su cuerpo, delgado e infantil durante más años de los naturales, y que yo no me librara de sus experimentos creativos.
         El día que se le ocurrió llevarme a un sitio de esos donde ponen en una camiseta la foto que quieras, no sólo dibujó mi espalda, sino que me imprimió carácter. Ya no era una camiseta cualquiera; ahora tenía un sentido.
La imagen representaba una playa con un hombre solitario vestido de blanco y mirando al mar. Pero si hermoso era el paisaje, más hermosa era la frase que evocaba y que decía así: “Después de todo, lo que queda es la esencia”.
-                  Después de todo…lo que queda es la esencia –repetí para mí-.
No sé el tiempo que estuve embelesada observando la foto y releyendo el mensaje, sólo sé que desde entonces tengo la facultad de pensar.
         Descubrir cuál era mi esencia se convirtió en mi obsesión, pero no sería hasta años más tarde cuando conocería la respuesta a mi pregunta. Mientras tanto, mi vida con Lili transcurría feliz. Me gustaba ir con ella porque las camisetas de sus amigas eran muy divertidas y pasábamos ratos francamente buenos. Pero el tiempo pasó y Lili se convirtió en una mujercita inteligente y solidaria; generosa hasta tal punto que cuando ya no pude abarcar su cuerpo, ella decidió, con lágrimas en los ojos, entregarme a una ONG para que alguna niña o niño desfavorecido pudiera vestirse conmigo.
         Y así fue como salí de España. Por primera vez me sentí sola, desprotegida, y sin embargo no podía evitar embriagarme de la sensación de madurez e independencia que provoca sumergirte en lo desconocido.
         El vuelo fue muy interesante ya que compartí petate con medicamentos caducados, objetos de papelería y prendas de todo tipo, edad y condición; algunas en mejor estado que otras, pero todas ellas curtidas en mil batallas y mucha historia que contar; sello que caracteriza a toda prenda de segunda o tercera mano que se precie.
         Lo primero que vi cuando llegué a mi destino, fueron unos ojos brillantes que se asomaban curiosos al borde del petate, seguidos de una amplia y agradecida sonrisa como hacía tiempo que no veía. Esos rasgos pertenecían al que sería mi último dueño: Nazario. Un niño guatemalteco de doce años que vivía en una pequeña aldea de la selva tropical y que gozaba corriendo descalzo entre las tierras de maíz y frijol.
         De entre todas las sensaciones que allí experimenté, una que nunca olvidaré porque había soñado con ella muchas veces, fue la que sentí la primera vez que la madre de Nazario me lavó a mano, sobre una pila al aire libre y con jabón casero, para extenderme después sobre la hierba fresca a secarme al sol. Indescriptible.
         Ahora, pasados los años, con varios agujeros y la tela mucho más transparente que cuando nací, puedo decir que descubrí cuál es mi esencia: la misma palabra “esencia”. Ella ha sido el único elemento de la foto que ha sobrevivido a incontables lavados y remiendos; lo que casi siempre han visto los demás –cuando se han situado en el ángulo correcto-, y raras veces he visto yo –cuando me han puesto del revés y he mirado en mi interior-; esa última hoja que se resiste a caer para no dejar desnudo al árbol. Lo último que queda cuando ha pasado todo.

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