jueves, 15 de septiembre de 2011

Venecia en el recuerdo por fin.


Imprescindible Venecia.

Agua, piedra y luz, y ese olor a salitre que llega desde la laguna, Venecia pura en sus elementos, arte sobre arte, siglo sobre siglo, espejo del refinamiento, el pensamiento, la cultura, paradigma de espectáculo creado por la mano del hombre sobre la base de los elementos esenciales de la naturaleza. Venecia como una montaña de roca, como un mar siempre en calma, como la luz pura del cielo, como el olor a sal.

Venecia parece decirle al hombre:

Tú todo lo puedes. Mira lo que hiciste apenas de nada, aquí me tienes, obra tuya soy, para sorprenderte a través de los tiempos perduro, para demostrarte lo que eres capaz de construir cuando quieres construir en lugar de destruir.

Sumérgete en mi aire, en mi luz, piérdete por mis calles, contempla la luz que reflejan mis canales, entre todo ello habitas tú, en esta naturaleza transformada por ti, transmutada en vida, convertida en felicidad.

Nada dentro de mí y deslízate como un pez.

Y dentro de mí, en las naves oscuras de mis iglesias, en los salones de mis palacios, en las salas de mis museos, respira el aroma de los siglos, contempla los rincones de tu alma y aprende de nuevo la espiritualidad de lo sagrado.

Porque todo esto no es mío, ni de los que lo hicieron, es tuyo. Vengas de donde vengas, seas como seas, sólo por ser hombre tú eres parte y artífice de mí.

Y una vez que me contemples, por siempre me llevarás en tu corazón, como una lección aprendida que ya sabías pero habías olvidado.

José Ramón Carballo
Septiembre 2011

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