viernes, 13 de enero de 2017

Hoy la luna llena al amanecer.




Hoy la luna llena al amanecer estaba espléndida, la pude observar de más cerca con el catalejo que hace años me regaló mi tío Pedro, se veía radiante de luz, esférica, como con continentes y mares impresos en su superficie, irreal de tan perfecta, tan acabada, como si fuera una joya bruñida en destellante platino, o una gran perla llena de luz, espectáculo deslumbrante el contemplarla, llegué tarde al trabajo porque no podía separar la mirada de su hechizo, nunca me saciaba de su contemplación, parecía hablarme, llamarme, escucharme, comprenderme, parecía quererme, darme una explicación inexplicable de todo, una explicación sin palabras, muda, pero más elocuente para mi espíritu que todas las palabras del mundo, una explicación como un soplo de nada, como un viento sin movimiento, como un rayo de luz sin luz, una explicación previa a todo, anterior a todo, consustancial con todo, una explicación que explicaba al fin todo y me explicaba a mí ignorándome, haciéndome sentir invisible ante su grandeza inaprensible, incomprensible, descomunal.

El paseante


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