miércoles, 22 de enero de 2014

Ser homosexual.



Antes de empezar a escribir esto, imaginaba, fantaseaba con lo que iba a decir, con cómo lo diría, con la sensación que produciría en mí escribirlo y en el lector leerlo, y también con la sensación que produciría en mí saber que ciertos lectores conocidos tal vez lo leyeran.
Nada nuevo para la gran mayoría, eso creo, confirmar una impresión, tal vez reafirmar una certeza. Salir del armario, menuda expresión, yo creo que llevo saliendo toda mi vida, o intentando salir, está claro que la sociedad te preferiría dentro del armario, eres menos molesto, menos comprometedor.
Se sobreentendía, era algo tácito, pero mientras no fuera divulgado era más fácil la convivencia, el entendimiento en una sociedad machista.
Durante toda mi vida he realizado incursiones en una u otra orientación sexual, he ido y he vuelto varias veces, movido siempre por el afecto, el amor, la atracción, el sexo...
No entiendo que haya sólo dos opciones irreconciliables, conmigo eso no va, decía Eusebio Poncela en Martin H que él se follaba las mentes, no los cuerpos, pues yo igual.
Si una mente me atrae me da igual el sexo de quién la posea, creo que ésta es una buena definición del amor.
Puedo ser heterosexual, bisexual, homosexual, asexual, esto último es lo que soy ahora.
Si bien he de reconocer que soy mayoritariamente homosexual aunque no exclusivamente.
Al final es un lío, nunca está uno satisfecho en un rol sexual cuando se tiene cierta indefinición, tal vez debido a eso o a la edad, tal vez a la depresión, en estos momentos no tengo tendencia sexual alguna, soy, lo repito, asexual.
Tanto recorrido para volver al punto de partida, la asexualidad, como un niño.
Ser homosexual es ante todo un cúmulo de prejuicios, para uno y para los demás, socialmente está mal visto se diga lo que se diga, lo cual lleva al secretismo, la marginalidad, la incomprensión, la indignación propia y ajena.
Soy un gay indignado y grito al viento mi indignación, pero al fin y al cabo sufro muchas otras injusticias y no sólo ésa, y además comparado con otros agraviados puedo ser considerado hasta un privilegiado.
Hoy en día es impopular que te insulten en público, es decir, que te digan maricón, eso no está bien, hace tiempo para mí eso era un trauma, ahora es como si me llamaran calvo, me da igual, hace tiempo me traumatizaba también ser calvo.
Pero como digo no siempre he sido calvo y maricón, y ya tampoco lo soy, ahora soy calvo y asexuado, o por mejor decir con entradas y asexuado, queda más elegante, ¿verdad?
Con todo he de reconocer que siempre he tenido más éxito con las mujeres que con los hombres...

(continuará)

el paseante

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