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Una mirada emotiva a los últimos días del cineasta
James Whales, director de películas de renombre como "El doctor
Frankenstein", "La novia de Frankenstein", "El caserón de las sombras", o "El
hombre invisible" entre otras.
Este biopic muestra un
James Whales
en su vejez, solitario y melancólico, que sigue atormentado por sus recuerdos de
la Gran Guerra y que únicamente cuenta con la compañía de su inestimable ama de
llaves, la señora Hanna, que le cuida como si fuera su madre. Cuando conoce a su
jardinero Clayton, éste se vuelve su confidente tras aceptar ser retratado en
unos bocetos suyos, comenzando así a revelar sus impresionantes recuerdos en el
Hollywood de los años 30, con maravillosas experiencias en el cine de terror y
sus miedos aún latentes pese a su dilatada experiencia. La narración nos explica
sus agonías interiores, su incapacidad para seguir adelante y sus ganas de
terminar con ese calvario, además de lidiar con su incomprendida homosexualidad
y ese sentimiento que le proporciona su soledad.
Una mirada en retrospectiva de la
vida y obra de un cineasta que de manera muy elegante nos es presentada con
total objetividad, sin excesos ni licencias, y que consigue transmitir la
desolada personalidad de un mito del terror. Un colosal Ian McKellen (sin
duda, uno de los mejores actores vivos) encarna al fabuloso cineasta con
espléndidos resultados, ya que su actuación resulta memorable en todos los
sentidos y llena la pantalla en la totalidad de los planos donde aparece. Sus
secundarios no llegan al nivel de éste pero no perjudican al compendio, sobre
todo el antagónico Brendan Fraser, que aquí se ajusta al personaje de
manera honesta y comprensible.
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La obra se presenta repleta de cinefília en cada
fotograma, resultando desbordantemente interesante para los amantes del séptimo
arte en cualquiera de sus formas y descubriéndonos una parte del Hollywood que
todos conocemos pero no visualizamos, con figuras como
George Cukor,
Boris Karloff o incluso
Elizabeth Taylor encarnadas de manera
realista y entrañable (un momento genial la fiesta que reúne a
Karloff y
Whales).
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La película contiene bocetos originales del genial
director, y es fidedigna con sucesos acaecidos en la realidad (la nota de
suicidio y su trágica muerte) lo que la convierte en una cautivadora historia
que suscita nuestro interés en sus cortitos 105 minutos de metraje.
La escena
donde se recrea una de sus filmaciones, -La novia de Frankenstein-, es
excelente, y resulta difícil superar esa ambientación en pantalla, ya que se
construyó al dedillo cada milímetro del plató con sus focos y luces de aquellos
años, simplemente mágico.
También la secuencia donde un estudiante de cine
visita al anciano genio es encomiable, siendo divertida e interesante a partes
iguales.
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Un conseguido Karloff con sus
compañeros de rodaje |
Me siento cautivado y motivado
para rescatar aquellos títulos y valorar aún más su entrañable existencia, signo
de genialidad y de amor por un género que ha sido maltratado época tras época
sin piedad y que debe emerger merecidamente hacia su lugar en la historia. La
estatuilla que ganó por su estupenda adaptación de guión ratifica el insuperable
trabajo de realización de
Bill Condon, un director norteamericano con un
apellido de lo más peculiar.
Un visionado obligado para mi compañero Marc y
para cualquier amante de esa época. Que no se os escape, es una oportunidad
única para revivir esos momentos.
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