lunes, 20 de enero de 2014

La película de la semana. Dioses y monstruos. 1998. Bill Condon.

DIOSES Y MONSTRUOS (1998)

Una mirada emotiva a los últimos días del cineasta James Whales, director de películas de renombre como "El doctor Frankenstein", "La novia de Frankenstein", "El caserón de las sombras", o "El hombre invisible" entre otras.
Este biopic muestra un James Whales en su vejez, solitario y melancólico, que sigue atormentado por sus recuerdos de la Gran Guerra y que únicamente cuenta con la compañía de su inestimable ama de llaves, la señora Hanna, que le cuida como si fuera su madre. Cuando conoce a su jardinero Clayton, éste se vuelve su confidente tras aceptar ser retratado en unos bocetos suyos, comenzando así a revelar sus impresionantes recuerdos en el Hollywood de los años 30, con maravillosas experiencias en el cine de terror y sus miedos aún latentes pese a su dilatada experiencia. La narración nos explica sus agonías interiores, su incapacidad para seguir adelante y sus ganas de terminar con ese calvario, además de lidiar con su incomprendida homosexualidad y ese sentimiento que le proporciona su soledad.
Una mirada en retrospectiva de la vida y obra de un cineasta que de manera muy elegante nos es presentada con total objetividad, sin excesos ni licencias, y que consigue transmitir la desolada personalidad de un mito del terror. Un colosal Ian McKellen (sin duda, uno de los mejores actores vivos) encarna al fabuloso cineasta con espléndidos resultados, ya que su actuación resulta memorable en todos los sentidos y llena la pantalla en la totalidad de los planos donde aparece. Sus secundarios no llegan al nivel de éste pero no perjudican al compendio, sobre todo el antagónico Brendan Fraser, que aquí se ajusta al personaje de manera honesta y comprensible.
La obra se presenta repleta de cinefília en cada fotograma, resultando desbordantemente interesante para los amantes del séptimo arte en cualquiera de sus formas y descubriéndonos una parte del Hollywood que todos conocemos pero no visualizamos, con figuras como George Cukor, Boris Karloff o incluso Elizabeth Taylor encarnadas de manera realista y entrañable (un momento genial la fiesta que reúne a Karloff y Whales). La película contiene bocetos originales del genial director, y es fidedigna con sucesos acaecidos en la realidad (la nota de suicidio y su trágica muerte) lo que la convierte en una cautivadora historia que suscita nuestro interés en sus cortitos 105 minutos de metraje.
La escena donde se recrea una de sus filmaciones, -La novia de Frankenstein-, es excelente, y resulta difícil superar esa ambientación en pantalla, ya que se construyó al dedillo cada milímetro del plató con sus focos y luces de aquellos años, simplemente mágico.
También la secuencia donde un estudiante de cine visita al anciano genio es encomiable, siendo divertida e interesante a partes iguales.
Un  conseguido Karloff con sus compañeros de rodaje 
Me siento cautivado y motivado para rescatar aquellos títulos y valorar aún más su entrañable existencia, signo de genialidad y de amor por un género que ha sido maltratado época tras época sin piedad y que debe emerger merecidamente hacia su lugar en la historia. La estatuilla que ganó por su estupenda adaptación de guión ratifica el insuperable trabajo de realización de Bill Condon, un director norteamericano con un apellido de lo más peculiar.
Un visionado obligado para mi compañero Marc y para cualquier amante de esa época. Que no se os escape, es una oportunidad única para revivir esos momentos.

Fuente: Blog Sospechosos Cinéfagos (martes, 28 de junio de 2011).


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