jueves, 28 de abril de 2016

La película de la semana. Que el cielo la juzgue. John M. Stahl. 1945.




Ayer por la tarde estuve en la Filmoteca viendo esta película, esta semana vi el programa y me atrajo el título que vagamente recordaba, que el cielo la juzgue, insuperable, la película es de un Hollywood todavía incipiente, con los colores de esa primera época muy pictóricos, y los decorados recargados al igual que los paisajes, es una película un tanto barroca, también en vestuario, todo lo contrario a la interpretación que es bastante minimalista, sobre todo por parte del protagonista masculino, bastante insípido.

Con todo son siempre películas magníficas, fundacionales del séptimo arte, que sentaron las bases del cine y crearon una nueva forma de expresión artística a caballo de tantas otras como el teatro, la novela, la pintura…, son además estas primeras películas todas ellas muy teatrales, basadas en su mayoría en obras de teatro, con diálogos más que acción, episódicas podríamos decir, son una sucesión de episodios o escenas que van armando una historia, y si bien tienen una hilazón son, no obstante, susceptibles de una percepción aislada por la fuerza intrínseca de la que están dotadas, brillan por sí mismas y se recuerdan luego, al cabo del tiempo de haber visto la película.

Se plantea en el argumento algo tan eterno como la lucha entre el bien y el mal, entre los protagonistas y dentro de la misma persona en el caso de la protagonista femenina, al final la película da un giro en la escena del juicio que hace pensar diferente en cuanto a los motivos del mal y relativizar sus causas si bien no sus consecuencias irreparables.

Es el verdugo una víctima?, y si lo es puede decirse que sea una víctima de sí mismo o de las circunstancias?, de ambas tal vez, en este caso se ve claramente, alguien que quiere el bien máximo para otra persona acaba consiguiendo el efecto contrario, equivocándose en cuanto a la concepción de un enfoque absoluto del bien, excluyente y productor de, podríamos decir, efectos colaterales desastrosos, como una guerra.

La película recuerda a la guerra, entre personas en este caso no entre ejércitos, si bien cualquiera de nosotros lleva dentro un ejército de fuerzas, en ocasiones contrapuestas que debe hacer por dominar, aunque a veces eso sea bastante difícil.


El paseante


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