viernes, 19 de octubre de 2018

Prendas de vestir clásicas. Los tatuajes.



No es una prenda, ni siquiera un complemento, lo sé, pero la sección de moda de este blog se llama así, qué le vamos a hacer...



Yo no me veo tan tatuado la verdad, pero al modelo le queda bien, incluso diría que le favorece, hay todo tipo de tatuajes y en cualquier parte del cuerpo, incluso en las más eróticas, a mí me gustan los de motivos geométricos, abstractos, nada en concreto, o los de palabras, como si el cuerpo fuera un libro y escribiéramos en él, esos me resultan muy sugerentes, es como si la literatura se apropiara de alguien y lo convirtiera en un libro que se pudiera leer, muy sugerente, poético.
Los del modelo me gustan, apropiados para el rostro, sin duda, artísticos, sugerentes, atractivos, le visten, porque el tatuaje viste el cuerpo, en este caso como si fuera una especie de máscara-casco, el tatuaje cubre la piel, la oculta, o más bien la vela, es como una transparencia que sin modificar su contorno, sus volúmenes, sus formas, su tersura, cambia su apariencia sin borrarla totalmente, porque la piel, el cuerpo sigue ahí, simplemente se interpone entre el observador y lo observado un tatuaje, una tinta, un dibujo, una escritura, una caligrafía, como un grabado, y objetualiza el cuerpo decorándolo, despersonalizando, convirtiéndolo en arte siquiera sea parcialmente, dotándolo de un atractivo especial, mitad exótico y mitad erótico, porque el tatuaje tiene siempre algo transgresor, desinhibido, sexual, golfo, atrae la mirada hacia la piel y uno quiere tocarla para sentirla, para comprobar que pese a esa caligrafía sigue ahí, tibia, suave, húmeda, turgente, deleitable, escurridiza, ofreciéndose a través de esa provocación que es el tatuaje.

El paseante

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