viernes, 19 de octubre de 2018

La maleta. Reflexión.



Tengo una maleta parecida donde guardo todos los juguetes de mi infancia.



Se puede decir que toda mi infancia cabe en una maleta, si la abro y veo los viejos juguetes me reencuentro con el niño que fui y que aún soy, allí está el aeroplano, la nave espacial, el tanque, el robot, la lancha motora, el coche de carreras, los cochecitos miniatura, todo, aún no había proliferado el plástico y todo es de hojalata, verdaderas reliquias, están impecablemente conservados, yo era y soy aún muy cuidadoso, algunos han desaparecido, recuerdo un pequeño revólver en hierro macizo que con una tira de pistones parecía que disparaba, ése ya no está, y algún otro está estropeado como una ballena que nadaba y echaba agua.
La maleta hace juego con el contenido, es una antigua maleta de mis padres de tamaño mediano, negra, parecida a la de la foto, de esas que llevaba una cincha alrededor con hebilla para que no se abriera, muy resistente, la maleta está como nueva también.
Hay también un pequeño coche rojo teledirigido, pero no por control remoto sino que desde el mando llega un cable al coche y sólo tiene dos botones, uno para avanzar y otro para retroceder, de hojalata también.
El coche de carreras es de los de fricción, los que fueron niños entonces saben a qué me refiero, lleva dentro un muñequito con casco que se parece a Fernando Alonso.
Creo recordar que también hay una diana con sus dardos, algún yoyo de los de Fanta y alguna peonza de madera de las que se compraban en las droguerías, dele al niño una peonza, decían las madres.
Hay de todo un poco, uno iba pidiendo y le regalaban por reyes principalmente, también en el cumpleaños, son juguetes ya históricos más propios de estar en una vitrina, fuera de la maleta tengo un barco de madera con sus velas en perfecto estado, este es el único juguete que siempre ha estado a la vista por su volumen y por ser muy decorativo.
Muchos otros juguetes desaparecieron, como una gasolinera con sus cochecitos que me regalaron siendo muy pequeño.
También tenía los juegos reunidos, el mago electrónico y un juego de química, de algunos pervive sólo parte, y un juego de construcción a base de imanes, los imanes en mi infancia me fascinaban, me parecían pura magia, también las lupas, conservo una, ositos o muñecos nunca tuve, en mi infancia la educación era muy sexista de forma que a un chico no podía regalársele eso en ningún caso.
Todos mis juguetes fueron mis primeros fetiches, en ellos empecé a desarrollar mi sentido de la propiedad y la pertenencia, mi egoísmo se inició con ellos, y mi idolatría por los objetos también, como era un niño muy solitario y no tuve hermanos varones no los compartí con nadie y eso creo que hasta hoy ha distorsionado bastante mi relación con las cosas, soy muy “cositero”, me apego mucho a las cosas, establezco vínculos muy fuertes con ellas basados en mi imaginación, me traen recuerdos y les otorgo un alma, parecen hablarme, pedirme que las mantenga conmigo, las conserve, las proteja, y que no se pierdan en el maremágnum sin alma que es el mundo.
Sufro pensando donde irán todas mis cosas cuando muera, se perderán en el Rastro de la vida sin dejar rastro, y me pongo triste porque con las cosas se van perdiendo los recuerdos, con los recuerdos la vida, y con la vida el alma.

El paseante


No hay comentarios:

Publicar un comentario