martes, 1 de diciembre de 2015

Tal vez tú sí estabas enamorada y él no tanto.





Ya, comprendo, tal vez tú sí estabas enamorada y él no tanto, ante tu insistencia accedió a casarse, no fuiste su elección, pero eso pasa con frecuencia, hay muchos motivos en esa decisión de casarse si bien no siempre el amor es el principal aunque exista en cierta medida, me pongo en tu lugar, si uno quiere a alguien quiere casarse con él y uno piensa que con el tiempo el otro se convencerá de lo maravilloso que es uno y le querrá también, la felicidad que te da estar junto a la persona que amas no tiene parangón, uno está como en las nubes, y si encima eso es para siempre pues uno lo vive como un billete al paraíso, ésa es mi forma de pensar, no sé si compartes mi opinión, los dos somos bastante románticos, creo que coincidirás conmigo, ese desequilibrio de intereses perduró en vuestro matrimonio y tal vez él te instrumentalizó visto que no llegó a enamorarse tanto de ti como tú de él, esa carencia afectiva a ti te ha lastrado y perturbado hasta llegar a dónde estás hoy.
Me pongo en tu lugar 100% y te digo además que yo hubiera actuado igual que tú y hubiera caído en la misma insatisfacción, apostaste por tu matrimonio, conseguiste unas cosas y otras no, al final el amor por el otro se convirtió en odio por su distanciamiento, la vida misma, las relaciones nunca son iguales, tienden al desequilibrio, es muy difícil que dos personas quieran con la misma intensidad y, sobre todo, de la misma manera, ahí está la clave, hay mucho incapaz sentimental, uno se pega a esa gente y piensa que el que sean así se debe a motivos diferentes a los reales, uno pretende redimirles, pero ese desarraigo sentimental es algo tan cimentado que no es reeducable, ni reciclable, ni asumible, de ahí el fracaso.
Yo lo he vivido, te lo aseguro, uno cae en su propia trampa, se sube a la banqueta, se pone la soga al cuello y zas, da la patada y queda colgando, uno se ahorca a sí mismo cuando no puede aguantar más vivir en la prisión afectiva en la que está viviendo.
No te estoy diciendo que te suicides sino que hace tiempo que te suicidaste afectivamente hablando, nada más, pero la culpa no es sino tuya, apostaste y salió como salió, bueno, viviste, conseguiste unas cosas y otras no, pese a todo pienso que te valió la pena, viviste la ilusión, ahora vives la desilusión, resígnate, no te queda otra, centra tus pensamientos en otros aspectos de la vida aunque te cueste, es como si hubieras enviudado, tienes que aceptarlo, nadie debe ser tan dependiente de otro, uno tiene que mirar por sí en última instancia y por su supervivencia.
Para que veas que hay cosas muy interesantes en la vida por las que vale la pena vivir te dedico este poema mío titulado Lisboa.

(luego sigo)

(parezco Elena Francis)


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