viernes, 8 de marzo de 2013

La lectura del fin de semana. Deja de ser tú. Joe Dispenza. 2012.



Deja de ser tú…, pero mi perro no quiere que deje de ser yo, él me acepta como soy, le gusta como soy, tal cual, es la ventaja del perro, no quiere cambiarte, al contrario que las personas.

Él supone que si dejo de ser yo le voy a querer menos, voy a tener menos paciencia con él, le voy a sacar a pasear menos a menudo, no le voy a dar sus premios, no le voy a bañar con ese champú que huele a hierbas aromáticas que a los dos tanto nos gusta, no le voy a dejar subir al sofá, o no va a dormir conmigo por las noches.

Él se preocupa cuando me ve leer este libro, cosas de humanos, parece decir, siempre andan detrás de lo que no tienen sin disfrutar de lo que tienen, ¿por qué no disfruta mi amo de lo maravilloso que es en lugar de querer cambiar?, ¿y qué es en concreto lo que quiere cambiar?, tal vez quiere que las cosas, los sucesos, las personas le impresionen menos, se dice a sí mismo mi perro, porque sabe que soy muy asustadizo, muy impresionable, muy frágil, y que luego le doy vueltas y vueltas a todo y hasta me desvelo, pero ése es un momento mágico para él, para mi perro, porque cuando me desvelo se viene junto a mí y me lame suave, delicada y fugazmente la cara, con un lametón o dos que parecen una liviana caricia que le da su espíritu al mío en la oscuridad de la noche como diciéndole: tranquilízate que no va a pasar nada, yo estoy junto a ti, y él sabe que entonces me vuelvo a dormir sintiendo el tibio calor de su cuerpo junto al mío.

Mi perro no quiere que deje de ser yo, y yo tampoco francamente, tengo muy buen concepto de mí mismo, y sé que si me desvelo es por mi frágil bondad, por mi generosa entrega que con frecuencia me lleva a la decepción, por mi idealismo desbocado que sigue creyendo pese a todo que un mundo mejor es posible.

No aprendo nunca, me digo a mí mismo, pero prefiero no aprender nunca esas lecciones tan crueles que te da la vida y que de aprenderlas me convertirían a mí también en alguien cruel.

Y mi perro no quiere eso, claro, y yo tampoco.

Si queréis leer el libro leedlo, obvio, yo lo he hecho, en mi caso me ha servido para convencerme de que no quiero dejar de ser yo, porque me quiero demasiado como para hacer esa locura, y mi perro me apoya además, y eso es fundamental.

El paseante


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