martes, 29 de mayo de 2012

Ibiza y yo.


La isla de Ibiza vive momentos difíciles, el becerro de oro va acabar con ella de seguir así.
Me apena ver en lo que se está convirtiendo, nada que ver con la Ibiza que yo conocí hace años y en la cual pasé durante más de 10 años todos mis veranos.
Hace ya tres veranos que no voy por allí, y lo cierto es que ya en los últimos años pude comprobar cómo esa preciosa isla estaba siendo pasto de especuladores sin escrúpulos y políticos sin control.
Las últimas noticias en mi último verano allí eran que pretendían hacer una macro urbanización en el parque natural de Ses Salines, en fin, de pesadilla.
Y esas carreteras que han ido haciendo a costa de degradar el entorno, de derribar construcciones típicas, y de podar árboles y expropiar huertas, terrible.
No sé si habrán acabado con los atascos pero aunque lo hayan hecho ha sido a costa de desnaturalizar la isla.
Ibiza se ha ido centrando progresivamente en un turismo hortera de macrofiestas y de adinerados nuevos ricos del papel cuché.
Aquella Ibiza idílica del movimiento hippie, tolerante y abierta, íntima, reconfortante en esos veranos de quietud y sosiego, esa Ibiza hoy ya es recuerdo.
Toda esa magia ha ido desapareciendo, ahora está llena de millonarios rusos, pues sin comentarios, mejor no comentar nada...
Fiestas en las que las botellas de champán valen los ahorros de muchos españoles de toda una vida, derroche, desnortado consumismo frenético que nunca lleva a la felicidad sino al vacío.
Nada que ver con el paraíso feliz de los 70, con la isla que vacía de contenido cada cual llenaba con el suyo propio y convivía felizmente con el resto compartiendo lo poco que la isla tenía, que era en realidad la esencia de todo, la calma, la quietud, el silencio, los atardeceres, las calas, las playas, sus campos, su luna, su sol.
En fin, me ha salido la nostalgia de un mundo hoy perdido, por mí añorado, ya casi olvidado.
Me ha salido el recuerdo de aquel que fui, sintiéndome otro, diferente, y  por eso mismo más yo mismo que nunca, perdido en esos parajes de ensueño de la isla pitiusa.

el paseante

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