lunes, 10 de diciembre de 2018

Mis veraneos en Ibiza (4). LA PATRO.




A veces sueño que vuelvo a Ibiza, preparo la maleta, voy al aeropuerto, subo al avión, llego al hotel, me doy el primer chapuzón en la playa, ceno en el buffet y me voy a dar una vuelta por D’Alt Vila, sencillo, los días siguientes a la playa, las calas, la disco.
Simple.
Ya está, ya está?, no hay más?, podría entrar en más detalles, es decir, contar, como suele decirse, una batallita, quedarme en las anécdotas, y eso no sé bien si puede resultar interesante a alguien además de a mí.
A Ibiza llevaba mucha ropa, tenía un vestuario propio para Ibiza que hubiera quedado fuera de lugar en cualquier otro sitio, y que aún conservo, aunque alguna cosa se han comido las polillas, me gustaba vestirme bien para la cena y para salir después a dar una vuelta.
No sé si esto tiene interés, creo que no mucho.
Habitación 714 hotel Ibiza Playa, siempre la misma, en la última planta, sobre el mar, con vistas a la ciudad amurallada y a Formentera, y a la luna llena sobre el mar, espectacular, era como mi segunda casa.
Esto me ha gustado más, es más cierto, o más auténtico, incuestionable.
En el hotel se comía de lujo, de todo, yo entonces tenía una dieta amplísima, comía de todo, estaba todo muy bueno.
100% verdadero, esto parece el polígrafo de Tele5.
Las camareras eran amigas mías, muy simpáticas, me ponían vino de Rioja, El Coto, a veces blanco frío, a veces tinto, raras veces rosado, hacían conmigo lo que querían, bromeábamos, nos reíamos, yo entonces era joven y guapo, una de ellas era una gitana supersimpática, la Patro, se enamoró de una camisa mía que llevaba pájaros bordados, quedé en regalársela, si vuelvo se la llevaré, estaba gordita, tendrás que echarle unas tablas, le decía en broma, no te preocupes por eso Pepe, allí me llamaban Pepe, yo se las pongo, tú regálamela.
Esto no ha quedado mal, joven y guapo, no es falta de humildad, lo fui.
Entre las otras camareras había sus cosillas, tenía que sentarme cada noche en una zona del comedor diferente para que no se pusieran celosas, tenían el comedor repartido.
El hotel tenía una piscina en la playa, dentro del mar, habían construido una escollera alrededor, un lujo, era muy grande, con tumbonas, ahora el Ayuntamiento obligó a quitarla, una pena, lo he visto por internet.
Tenía una sombrilla para ir a la playa que me guardaba Fina, la Directora, en el almacén, año tras año, como no volví allí se quedó, era de lunares.
Era una zona tranquila Figueretas, tenía todo a mano, una terraza de un bar con melodías de Julio Iglesias non stop, delicioso, podía ir caminando hasta el centro de Ibiza, al atardecer iba al puerto a ver zarpar a los barcos que volvían a la península, luego un buen día aparecía un supercrucero que tapaba toda la ciudad, o el barco de un jeque casi tan grande como el crucero, de la bodega salían caravanas de coches de lujo con las lunas tintadas.
También había superyates en el puerto, uno siempre tenía aparcado delante un Ferrari Testarrosa, los dueños solían cenar en cubierta con gran despliegue de boato, ante las miradas de los curiosos.
Caramba, he avanzado bastante, he ido al meollo, lo mismo no hay tanto que contar.
Pero me he dejado cosas atrás, el primer hotel al que fui en Ibiza no fue el Ibiza Playa, antes fui al Es Vivé, también en la misma zona, un hotelito familiar con mucho encanto, que parecía sacado de Miami, estilo art decó, blanco y verde menta, levantado por un indiano y regentado por su hijo y su nieta, lleno de coquetos cuadros pintados por la nieta de vistas de la isla, rincones y salas de estar, maceteros, miradores, mecedoras, una delicia…
No me está quedando esto del todo mal, verdad?

El paseante

(continuará)


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