miércoles, 29 de noviembre de 2017

Escribir. Reflexión.




Me pongo a escribir un libro que no sé de lo que va pero necesito escribirlo, necesito decir algo, es imprescindible, eso creo, o no?, tal vez no, no lo sé, depende de lo que se entienda por necesidad, es necesario respirar, muy necesario, no es tan necesario escribir, es innecesario entonces, dependerá de cada cual, para cualquiera es imprescindible respirar, pero para algunos es imprescindible también escribir, en ello no les va la vida como en el respirar pero tal vez les pueda ir otra vida diferente a la física, la espiritual, necesito decir cosas por decirlas, aunque nadie las escuche porque en el fondo me las estoy diciendo a mí, yo soy el emisor y el receptor del mensaje a la vez, poca distancia entre el uno y el otro, estamos superpuestos, como la vida física y la espiritual, compartimos recipiente, un cuenco en el que va cayendo la vida como un líquido a veces transparente como el agua, a veces turbio casi como el lodo, y me pregunto por qué esta necesidad mía de contarme a mí mismo lo que supuestamente ya sé, es absurdo, mejor si me quedo callado, mis pensamientos ahí están, me configuran puede decirse, sin embargo están indefinidos dentro de mí, puede algo indefinido aún existir realmente?, claro que sí, una idea, una impresión, un sentimiento, una emoción, laten dentro de nosotros, son parte de nosotros y, sin embargo, hasta que no las formulamos a través del lenguaje parece que no son del todo nuestras, necesitamos el lenguaje igual que un ciego necesita el tacto, para delimitar los contornos, las texturas, la calidez o el frío, el volumen, necesitamos el lenguaje aunque sea interior, para definirnos, se puede decir que nuestra vida espiritual se conforma, toma cuerpo, a través del lenguaje, porque nuestro pensamiento a la postre no es sino palabras, frases, historias, explicaciones, justificaciones, un discurso, un discurrir, y todo eso nos conforma, y resulta como un bálsamo hasta cuando formula lo más cruel, lo que más nos duele, porque al tomar forma nos separamos de ello, nos desdoblamos y ya somos otro por un momento, y ese paréntesis en el cual el receptor oye al emisor, supone un alivio enorme porque somos conscientes de la otredad de nosotros mismos, de lo nuestro no es tan nuestro, y, sobre todo, que al final la vida es un cuento que vamos leyendo queramos o no, nos guste o no, porque ella se impone indefectiblemente a nosotros, hagamos lo que hagamos. Quién me iba a decir que iba a llegar hasta aquí y que me iban a suceder todas las cosas que me han sucedido?


El paseante


No hay comentarios:

Publicar un comentario