La fortuna jamás es una dama
sino la más maldita meretriz viva,
engañosa, impaciente y ladina,
picajosa para dirigir o manejar.
Salúdala, ¡y hará señas al extraño!
Encuéntrala, ¡y se aprestará a marchar!
Recházala como a una mala pécora,
¡y la fresca irá a tirarte de la manga!
¡Esplendidez y dádivas, oh, Fortuna!,
das o retienes a tu antojo.
Si ignoro a la Fortuna,
¡la Fortuna seguirá mi rastro!
Estrofa de "Los sombreros de los deseos"
Poema de Rudyard Kipling
Poema de Rudyard Kipling
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