lunes, 19 de junio de 2017

La elegancia del fracasado.




Véase el ejemplo de la foto, el duque de Windsor relajado después de su fracaso, y la doble cara de la moneda, fracasó en su reinado y triunfó en el amor, qué bonito, elegante, placentera imagen de la relajación tras el cataclismo, así es el fracaso, le hace a uno despojarse de todo y la mejor elegancia es pasar desapercibido, por contraste tenemos a Trump como triunfador, nada de chaquetas de tweed o botines blancos, nada de esa decadencia tan suavemente tamizada por una estética de la contención que aporta el fracaso, además cuando crees que triunfas te vuelves voceras y brabucón, el fracaso te deja mudo, sin decir palabra, todo sentimiento y nostálgicos pensamientos.

Las mujeres lo saben bien lo de la elegancia y el fracaso, siempre que tienen un disgusto se van de compras, ese repliegue sobre uno mismo que te brinda el fracaso te hace centrarte en ti, en tu esencia, que no es otra sino el perpetuo fracaso, de profesión fracasado parece decir esta decadente imagen del duque de Windsor a las puertas de su cottage, pero no os hagáis muchas ilusiones  con lo de llegar a ser un fracasado, para eso no vale cualquiera, lleva su tiempo, es como un sacerdocio, requiere paciencia y entrenamiento, yo me he hecho tarjetas de visita, José Ramón Carballo, fracasado, y en el portal de mi casa he puesto una placa de mármol, el fracasado Carballo, tercer piso, llame sin pasar o pase sin llamar, como más le guste, el ser un fracasado te hace más interesante, te da un toque romántico y bohemio, el triunfo te hace hortera, un mendigo es mucho más interesante y literario que el presidente Trump, Baroja y Galdós son los dos grandes autores del fracaso, sus personajes y los de la picaresca del siglo de oro son arquetipos de fracasados, la literatura en general trata sobre el fracaso, el triunfo es muy aburrido y no se identifica nadie con él porque en el fondo todo el mundo se siente fracasado, si te paras en la calle a ver pasar gente comprobarás el aspecto de fracasados que tienen todos, unos no lo disimulan, aceptan simplemente su destino, otros pretenden no serlo y además de fracasados resultan ridículos, por eso mismo nada como un buen traje de cuadros como el del duque de Windsor para dejar claro que no pretendes pasar por triunfador sino más bien por todo lo contrario.


El paseante


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