Este cuadro no contiene ninguna narración en sí mismo, ninguna historia imaginada en concreto detrás, es tal su fuerza visual, conceptual, su fuerza de idea, que no puede imaginar uno nada sobre el cuadro, todo queda en la superficie, continente y contenido sólo advocan indefectiblemente a un concepto: la soledad, y parece que estemos frente a un espejo que nos devuelve nuestra propia imagen, pero no como propia sino como común a todos, y más propia aún si cabe por ese mismo motivo, el cuadro remite a nuestro propio reflejo, no a nuestra propia historia, sino a todas las historias de todas las personas que son en definitiva las historias de uno mismo.
El cuadro es pues en sí mismo una categoría conceptual.
La escena parece sacada de uno de esos teatros off Broadway que comenzaban a estar en desuso en los años 30 tras la Gran depresión, y que con el tiempo acabarían convirtiéndose en salas porno.
Parece el momento del entreacto de una función de teatro, o el intermedio entre dos pases de película.
El foco de atención se centra en un sólo espectador, en este caso espectadora, no sabemos si más allá del campo de visión habrá algún otro/a.
El que se haya elegido precisamente una espectadora de mediana edad no parece casual, quiere remarcar algo, tal vez la fragilidad.
Tampoco parece casual que haya una puerta cerrada a un lado, como medio invisible, camuflada en la pared.
El escenario está demasiado alto para encaramarse a él, inaccesible como el mundo de los sueños que sólo podemos contemplar pero no vivir.
Está claro además que por esa puerta no se puede escapar, seguramente no conducirá a ninguna parte, a un laberinto tal vez, al del subconsciente.
Esta mujer está atrapada, no puede escapar de este intermedio o entreacto de su vida que congelado en este momento parece que va a durar por siempre.
Mediana edad, mujer, sola, adicta al cine/teatro, mal asunto.
Mejor no pensarlo tanto y decidirse a salir.
¡Vete de ahí!
¡Sal cuanto antes!
Pero, recuerda, no trates de escapar por la puerta que tienes al lado, no conduce a ninguna parte, seguramente ni podrá abrirse o se tratará de una puerta falsa, pintada sobre la pared, es una trampa.
Y una vez fuera del cine/teatro no vuelvas a entrar, ni en éste ni en ningún otro.
Escapa del cuadro y no te metas nunca más en un cuadro de Hopper, allí no vas a ser nunca feliz.
Me gustaría que la próxima vez que viera el cuadro en una exposición no estuvieras ya ahí sentada en medio de esa pesadilla.
el paseante
No hay comentarios:
Publicar un comentario