jueves, 31 de mayo de 2012

Soy un pornógrafo digital (2).


No recuerdo ya ni donde me quedé contando mis aventuras pornográficas... 

Bueno, da igual donde me quedara, continuo, creo que no conté nada de mis visitas a los cines porno, primero a los cines S, proyectaban películas en las que no se veía nada, tenías que verlo todo con la imaginación, menudo esfuerzo, yo creo que de esa época en la que veía películas S se me quedó la manía de fabular, inventar, imaginar, luego vendrían los cines X, tremendo espectáculo, la primera vez que vi una película X me quedé impactado, todo era muy violento, muy reiterativo, muy continuado, muy largo, querían llenar el metraje como fuera, y los guiones no existían, se iban al catre y dale que te pego.
A estos cines iba con mi querido amigo de adolescencia y juventud, mi gran amigo Pedrito, un intelectual en ciernes como yo, y un reprimido consumado, como yo.
Recuerdo que íbamos a un cine X en la calle Francisco de Rojas, al lado de la calle Luchana, y nos tapábamos la cara para entrar porque justo en la casa de enfrente del cine X, y además en la primera planta, vivían unos amigos de sus padres, ¡qué bochorno!, ¡qué peligro!, pero ese riesgo no nos quitaba de la cabeza el ir al cine X, todo lo contrario, resultaba aún más excitante si es que eso era posible.
Pecados de juventud, salíamos con la cara colorada como tomates. Excitados y nerviosos. Calientes.
Luego había que soltar tanta tensión acumulada, cada uno por su lado, por supuesto, que siempre estáis pensando mal...
En descargo nuestro he de decir que para compensar, el resto del cine que veíamos era solamente cine de autor y en salas de las llamadas de arte y ensayo y cineclubs.
Por ahí siguieron, o más bien fueron tomando cuerpo, en esos cines del pecado,  mis pornografías digitales, aunque por aquel entonces no eran aún digitales sino más bien del celuloide.
En aquella época comenzaron también los sex shops, ¡menuda vergüenza!, ¡qué bochorno!, ¡vaya escándalo!, pero había que ir aunque sólo fuera por conocer de qué iba aquello, por nada más, claro, por supuesto...
El mejor el de la calle Atocha que aún pervive, te metías en una cabinita y echabas monedas de 100 ptas, y elegías película, bueno elegías un número pulsando un botón y veías qué salía, si no te gustaba seguías probando suerte, la butaca de la cabinita era de terciopelo rojo y la verdad es que siempre estaba muy sucia, daba algo de asco, bueno, cosas de pornógrafos, somos muy sufridos.
También había cabinitas que daban a un escenario que giraba donde había stripteases y parejas que hacían el amor en vivo, igual que para las películas ibas echando monedas de 100 ptas y se bajaba una cortinilla, cuando se acabada el crédito la cortinilla subía.
Aquello estaba lleno de viejos verdes y de jovencitos despistados, eran los tiempos del primer destape y la eclosión sexual.
Me ha quedado rarísimo eso de la eclosión sexual, suena como a poner un huevo.
Lo dicho, mucha represión lleva a esa demonización del sexo, convirtiéndolo en un tabú.
Por entonces comencé a leer a Freud y descubrí que había algo llamado libido que movía la vida, el mundo, y, sobre todo, las personas, y que yo no era anormal por tener libido, era natural, estaba despertando a mi sexualidad y aquello había de explotar tarde o temprano.
Pero esto dejémoslo para el siguiente capítulo o entrega, por hoy ya es bastante.

(continuará)

Vendo bote de gomina barato (especial mi amigo del pp).


Es inútil esperar por más tiempo que me llame, me he desengañado definitivamente, mi amigo del pp no me va a llamar nunca, debe estar enfadado conmigo, seguramente por los contenidos del blog, seguramente por mis comentarios sobre él, seguramente por mi eclécticismo político.
Le he defraudado, lo sé, no he respondido a sus expectativas conmigo, he fracasado en mi amistad con él.
Pero no debo culpabilizarme, la amistad es algo recíproco, mutuo, que si no es correspondida fracasa, y no hay que buscar culpables.
Bueno, pues lo dicho, vendo el bote de gomina, total ya no lo voy a usar, no me va a llamar nunca, no le voy a ver más, pues vendo la gomina, y barata, si os interesa decírmelo, regalarla no la regalo por lo de la crisis.
Y es que además, con los cuatro pelos que me quedan cuando me la doy me quedo como Cocoliso, el hijo de Popeye, un desastre, a mí me va más ya el look alternativo, para ser del pp hay que tener buen pelo, un pelo que aguante la gomina, eso o ser calvo total, las calvas totales y absolutas son también muy del pp, véase si no a de Guindos.
Y menos mal que no me he comprado el traje, estaba esperando a las rebajas, pero ya nada.
Pero casi mejor así, cortar la amistad, porque yo cada día tengo menos puntos de contacto con los del pp, imaginaros que siguiera siendo amigo de mi amigo del pp y me invitara a una cena con gente del pp, por ejemplo, pues de qué iba a hablar yo, les digo que vivo en Lavapiés, imposible porque todos ellos viven en Aravaca, Pozuelo, La Moraleja, o sitios por el estilo, les digo que al lado de mi casa viven unos okupas, pues se levantan de la mesa y se van, les digo que hago la compra en Carrefour, si ellos harán la compra en el súper de El Corte Inglés, les digo que mi coche es un Super 5 de hace 23 años, les digo, les digo, les digo...
No puede ser, soy incompatible con la beautyfull del pp, y luego está el tema de los hijos, ellos tienen muchos hijos que estudian en colegios privados bilingües y que en los veranos mandan a un college de Inglaterra, y yo qué hago, me pregunto, hablo de los gatos y del perro, imposible, aunque mi perro sea bilingüe eso no es suficiente.
Pues desisto, no tengo nada que ver con ellos.
Voy a probar con los okupas, hacen una vez al mes unos encuentros de poesía en la corrala abandonada que han okupado y voy a ir a leerles mis poemas, imaginaros que les leo mis poemas a los del pp, me apedrean, sobre todo algunos...
Bueno, lo dicho, bye bye pp.
Como decía la canción:
Bye, bye, love
Bye, bye, happiness
Hello loneliness.
I think I'm gonna cry...


el paseante

Rincones íntimos. La ingle.


Se inicia hoy una serie de entradas sobre rincones íntimos del cuerpo de el paseante, especial para mitómanos.
Espero que os guste la serie.
Y que os gusten los rincones...

el paseante

Especial fetichistas: las sandalias de el paseante.


Había una película que se llamaba Las sandalias del pescador, pues estas son las sandalias de el paseante, parecen unas sandalias bíblicas, parecen las sandalias de Jesucristo, y es que yo, el paseante, soy el Jesucristo del S.XXI.
Las compré en un puesto del rastro y son de Marruecos.
Cuando llevé a Lobi a casa por primera vez se las comió, bueno, no enteras, las partió, cosas de cachorros, pero mi fiel zapatero de toda la vida, un gallego octogenario que es el zapatero de la familia, me las arregló con paciencia propia de buen artesano, y paciencia para conmigo, no podía ser de otra manera, me conoce desde la cuna.
Pues eso, mis sandalias y yo, mi zapatero y yo, mi Lobi y yo.
Yo, yo, yo...
En este yoismo perpetuo que me traigo en el blog.

Abrazos,

yo

Soy adicto a mí.


Confieso mi adicción.
Soy adicto a mí.
No he conocido nunca a nadie tan interesante como yo, ése es mi problema, ésa es mi frustración.
Apenas tuve uso de razón me di cuenta de que era único, irrepetible, maravilloso.
He buscado siempre a alguien que pudiera estar a mi altura pero es imposible.
Soy adicto a mí mismo, a la sustancia que me conforma, a mi química, mi propio cuerpo genera la fórmula de la sustancia adictiva que satisface mi adicción a mí.
Vivo pleno en mí.
Jamás he conocido a nadie que me superara en nada.
Jamás he conocido a nadie que no fuera inferior a mí.
Jamás he conocido a nadie al que yo no fuera superior.
Soy, en definitiva, un superhombre, un ser perfecto, un santo.
Único, irrepetible, maravilloso.
Deseado, envidiado, odiado por eso mismo.
Y esa excelencia que me conforma ha sido durante toda mi vida mi principal desventaja.
En un mundo de mediocres es difícil encajar siendo como soy yo, un dios.
Y con su mediocridad, su envidia, su egoísmo mezquino, su falta de valores, de sentimientos nobles, de pensamientos elevados, se han dedicado, desde siempre, a ponerme zancadillas.
Pero eso, lejos de hundirme o aniquilarme como pretendían, me ha hecho aún mejor y me ha elevado definitivamente a un plano espiritual de perfección moral y de unión con Dios.
Mi vida, yo, no son sino la sublime escritura del destino divino en mí.
Soy un elegido.
Soy la materialización de Dios en la tierra.
Y soy, al igual que él, compasivo, generoso, paciente, sacrificado y lleno de amor al prójino.
Por todo esto soy grande, único, irrepetible, maravilloso.
Y adicto a mí.

el paseante

(entrada dedicada a mi amiga Manoli)

miércoles, 30 de mayo de 2012

Las musas de los sueños, nereidas de lo onírico. Poema.


Las musas de los sueños, nereidas de lo onírico


Desconozco vuestros cantos de sirena
Los olvido
Desconozco vuestros rostros, vuestras manos, vuestros labios
Los olvido
Os desconozco musas de los sueños
Nereidas de lo onírico
En vuestras aguas me sumerjo cada noche
En vuestro reino secreto penetro
Tímido, inseguro, humano, vulnerable
Y allí no sé bien qué hacéis conmigo
Lo olvido
Pero sé que algo sucede entre nosotros
Musas de los sueños
Nereidas de lo onírico
Vuelvo a la vida al amanecer
Y aún llevo en mis labios la delicada dulzura de vuestros besos
Y aún llevo en mi piel el suave tacto de vuestras manos
Subo a la superficie del día, busco su luz
Escapo del placer de vuestra compañía
Y abrasado por la pasión despierto
Y el día rompe con su aleteo de luz la sombra de mi sueño
Y despierto al fin a la mañana
En la cual vivo exiliado de vuestro reino


José Ramón Carballo
31 de mayo de 2012

Mis conversaciones con Woody.


- ¿Qué te pasa Woody?, te noto como envejecido desde la última vez que nos vimos, ¿te encuentras bien?, me preocupa tu aspecto.
- No es nada jr simplemente es que he dormido mal.
- ¿Te preocupa algo?
- Sí, claro, que me preocupa algo, estoy preocupado por ti...
- ¿Por mí?
- Sí, por ti, últimamente te noto diferente, como cambiado, y me preocupa verte así, no estoy acostumbrado.
- Pero yo soy el mismo.
- No, no eres el mismo en absoluto jr, y tú lo sabes, algo está cambiando en ti, te pregunto: ¿tiene algo que ver con Nerea?
- En absoluto, Nerea es solamente una amiga, una buena amiga.
- ¿Estás seguro? ¿No hay nada más? Yo creo que al menos por tu parte hay algo más, ¿hay amor tal vez?
- Que no Woody, yo no puedo enamorarme, mi libido me ha abandonado hace algún tiempo.
- Pero jr, eso es un error, sé que el doctor Freud con sus teorías tiene una gran influencia sobre ti, pero créeme, no todo es sexo, hay, te lo puedo asegurar, amor sin sexo, hay vida más allá del sexo, diga lo que diga tu buen amigo Sigmund.
- Pues entre uno y otro me vais a volver loco, ya no sé qué pensar.
- Debes dejar de pensar tanto y dejarte llevar más.
- Bueno, vale, como quieras.
- Debes sentir, simplemente sentir.
- De acuerdo, te haré caso.
- Y lo de tu incipiente heterosexualidad, ¿cómo va?
- Pues estoy en ello pero está muy difícil.
- ¿Y eso qué quiere decir?
- Pues que el proceso es lento según parece.
- ¿Pero en qué fase estás?
- Estoy parado, no evoluciono, noto un cierto estancamiento, y tal vez hay alguna involución, yo no estoy convencido en absoluto de querer ser heterosexual.
- Pero eso no es un acto de voluntad jr, eso es algo que se da independientemente de tu voluntad.
- Ya, ya, pero es que no avanzo y eso me desespera, estoy a medio camino, no disfruto ni de ser asexual como antes era, ni de ser heterosexual como parece que seré, ¿qué me recomiendas Woody?
- Pues no sé bien qué decirte, creí que yo era el único que tenía problemas pero veo que las cosas para ti no son fáciles tampoco.
- Ya, las cosas no son nunca fáciles para nadie Woody.
- Se me ha ocurrido una cosa, por qué no intentas darle un beso a Nerea.
- PERO WOODY TE HAS VUELTO LOCO??????????????????????
- ¿Por qué?
- Porque no procede hacer algo así
- Lo mismo ella lo está esperando.
- No lo creo.
- Pero no lo sabes, deja ya de pensar tanto y actúa.
- ¿Actuar?
- Sí, actúa, déjate llevar, permítete sentir nuevas experiencias, nuevos sentimientos, nuevas emociones.
- No sé, me da miedo...
- Pues entonces no me vuelvas a pedir consejo si no me vas a hacer nunca ni caso, hazme caso y bésala.
- Está bien, me lo pensaré.
- No lo pienses tanto y hazlo, lo mismo así se desbloquea tu heterosexualidad de una vez, que está como retenida.
- Bueno, vale, ya veré...
- Ya veré no me vale, quiero resultados, la próxima vez que nos veamos quiero que me cuentes que la diste un beso, y si no olvídate de mí para siempre.
- Eres muy duro conmigo Woody.
- Pero es por tu bien jr.
- Bueno Woody, cuídate, que me preocupa tu aspecto.


(continuará)

Los huevos de Fabergé (repetición).




SUBASTA EN LA CASA CHRISTIE'S DE LONDRES
Un huevo de Fabergé para Rothschild bate todos los récords al alcanzar los 12,5 millones
§    La pieza no había sido expuesta al público hasta ahora
LONDRES.- Un huevo con un reloj de cuco de diamantes fabricado por el joyero ruso Carl Fabergé para la familia Rothschild ha batido tres récords mundiales al alcanzar un precio de 12,5 millones de euros en una subasta de la casa Christie's de Londres.
La exquisita joya, uno de los tan sólo 12 huevos de Fabergé (1846-1920) conocidos en el mundo, se convirtió no sólo en el objeto ruso por el que más se ha pagado hasta la fecha en una subasta, sino también en la obra del famoso joyero y el reloj más caro vendido en una puja.
Esta excepcional pieza de artesanía, que hasta ahora nunca había sido expuesta en público, fue el regalo que Beatrice Ephrussi de Rothschild, esposa del multimillonario banquero ruso Maurice Ephrussi, le hizo a Germaine Halphen en 1905, tras anunciarse el compromiso de la joven con el hermano menor de Beatrice, el barón Edouard de Rothschild.
Después de 10 tensos minutos en una abarrotada sala de Christie's, un comprador privado ruso se adjudicó la pieza por una cifra que supera los 18 millones de dólares que, como máximo, los expertos de Christie's esperaban recaudar con la venta.
Prácticamente desconocido hasta el momento, puesto que su existencia tan sólo figuraba en los registros privados de la familia, el huevo ha sido el plato fuerte de las jornadas rusas que la casa de subastas celebra en la capital británica.
"Éste es uno de los momentos más emocionantes de mis 40 años de carrera" afirmó el director internacional de obras de arte rusas de Christie's, Anthony Philips. Destacó cómo "el huevo de Fabergé para los Rothschild reúne todos los elementos de una auténtica obra de arte: la calidad de la artesanía combinada con sus excepcionales condiciones, su rareza, su procedencia y el hecho de que es el único ejemplar que siguió siendo siempre propiedad de la familia que lo encargó".
De dimensiones excepcionalmente grandes, el huevo fue realizado en 1902 por el técnico jefe del taller de Fabergé, Michael Perchin, quien lo hizo descansar sobre un pedestal en cuya decoración se combinan diversos matices de oro con esmalte rosa semitransparente.
En la parte frontal del huevo descansa un reloj, dentro del cual se halla un cuco elaborado con diamantes que, cada hora, se asoma, mueve sus alas cuatro veces y asiente con la cabeza mientras abre y cierra el pico para cantar. La fascinante actuación del pequeño cuco dura 15 segundos, tras los cuales una campanada marca la hora exacta.
La joya, que en los últimos dos meses ha sido exhibida en Londres, Moscú, París, Ginebra y Nueva York, representa uno de los tres únicos ejemplares de huevos Fabergé con reloj y cuco conocidos hasta el momento: el 'Huevo Imperial con Cuco', de 1900, y el 'Huevo Chanticler', de 1904.
Entre 1885 y 1916, Fabergé creó medio centenar de huevos para los zares Alejandro III y Nicolás II, que los utilizaban como regalos de Pascua para las emperatrices. Sin embargo, sólo se conoce el paradero de una docena de aquellas joyas imperiales, que se hallan en manos de coleccionistas privados y museos, y a los que ahora se suma el ejemplar subastado hoy porque, a pesar de que el joyero lo realizara para otro cliente, no pierde en calidad, según la casa de subasta.
El anterior récord lo estableció el 'Huevo de Invierno', una joya de cristal con más de 3.000 diamantes incrustados que en 2002 alcanzó un precio de 9,5 millones (6,4 millones de euros) de dólares en una subasta de la sala Christie's en Nueva York.

More palms.

More palms. Óleo sobre lienzo. José Ramón Carballo. Mayo 2012.

El cuadro de la semana. Cine en Nueva York. Edward Hopper.


La soledad, pero no cualquier soledad, la soledad acompañada, eso es precisamente lo que retrata Edward Hopper en sus cuadros.
Ese momento en que cada uno está a solas consigo mismo, concentrado en sus pensamientos, preso del vacío que se extiende delante de sí, del vacío existencial, de la duda, del malestar que provoca pensar en el verdadero sentido de la vida, como si fuera posible averiguarlo.
Hopper es un pintor de vacíos, de espacios vacíos llenos de soledad, de la soledad que proyectan los personajes de sus cuadros sobre el espacio.
Los decorados de sus cuadros parecen salidos de las películas de cine negro, son los mismos de las películas de Bogart sólo que coloreados, eso les da una expresividad que nunca tuvieron en esas películas, y es en esos decorados donde coloca a sus personajes, náufragos a la deriva dentro de navíos varados, habitantes de esas naves que no avanzan, de esos espacios en los que no circulan, de esa realidad inmóvil anclada en un momento del tiempo que parece eterno y que lo es en la consideración, la reflexión, del personaje del cuadro, el cual, concentrado en sí mismo, preso de sus pensamientos, no logra averiguar cómo escapar de allí, y sigue dándole vueltas, hora tras hora, día tras día, sin encontrar solución alguna.
Bueno, parece una especie de maldición cósmica la vida en los cuadros de Hopper, el hombre habitante del planeta, parece flotar a la deriva, montado en el lomo de la tierra, entre galaxias, estrellas, constelaciones, planetas, la luz del sol, tan fría en sus cuadros, y la oscuridad de la noche.
Esta acomodadora de un cine de Nueva York no es que parezca muy feliz, al margen de la película, que no tiene ningún interés ya por verla, en una sala de cine medio vacía, iluminada por la glauca luz que proyecta la pantalla en la oscuridad, con una escalera a la derecha que parece llamarla y decirla: escápate.
Pero ella no es capaz de oir la llamada de la escalera, ni siquiera ve la escalera, ella sólo ve sus pensamientos, en los cuales parece ensimismada, de los cuales está presa.
La libertad de la soledad, el abismo del pensamiento, el abandono.
Edward Hopper.

el paseante.

martes, 29 de mayo de 2012

Ibiza y yo.


La isla de Ibiza vive momentos difíciles, el becerro de oro va acabar con ella de seguir así.
Me apena ver en lo que se está convirtiendo, nada que ver con la Ibiza que yo conocí hace años y en la cual pasé durante más de 10 años todos mis veranos.
Hace ya tres veranos que no voy por allí, y lo cierto es que ya en los últimos años pude comprobar cómo esa preciosa isla estaba siendo pasto de especuladores sin escrúpulos y políticos sin control.
Las últimas noticias en mi último verano allí eran que pretendían hacer una macro urbanización en el parque natural de Ses Salines, en fin, de pesadilla.
Y esas carreteras que han ido haciendo a costa de degradar el entorno, de derribar construcciones típicas, y de podar árboles y expropiar huertas, terrible.
No sé si habrán acabado con los atascos pero aunque lo hayan hecho ha sido a costa de desnaturalizar la isla.
Ibiza se ha ido centrando progresivamente en un turismo hortera de macrofiestas y de adinerados nuevos ricos del papel cuché.
Aquella Ibiza idílica del movimiento hippie, tolerante y abierta, íntima, reconfortante en esos veranos de quietud y sosiego, esa Ibiza hoy ya es recuerdo.
Toda esa magia ha ido desapareciendo, ahora está llena de millonarios rusos, pues sin comentarios, mejor no comentar nada...
Fiestas en las que las botellas de champán valen los ahorros de muchos españoles de toda una vida, derroche, desnortado consumismo frenético que nunca lleva a la felicidad sino al vacío.
Nada que ver con el paraíso feliz de los 70, con la isla que vacía de contenido cada cual llenaba con el suyo propio y convivía felizmente con el resto compartiendo lo poco que la isla tenía, que era en realidad la esencia de todo, la calma, la quietud, el silencio, los atardeceres, las calas, las playas, sus campos, su luna, su sol.
En fin, me ha salido la nostalgia de un mundo hoy perdido, por mí añorado, ya casi olvidado.
Me ha salido el recuerdo de aquel que fui, sintiéndome otro, diferente, y  por eso mismo más yo mismo que nunca, perdido en esos parajes de ensueño de la isla pitiusa.

el paseante

La hora violeta.


Eric Rohmer tiene una película con este título, La hora violeta, y va precisamente sobre eso, sobre el momento mágico del anochecer en que el cielo cambia de color, apenas dura un instante, y se torna violeta, poco antes de que desaparezca definitivamente la luz del sol y se haga la noche.
La foto una vez más está tomada desde mi casa, me impactó de manera especial este cielo tan hermoso, como irreal de lo bello que es, como pintado, inventado.
Parece una acuarela, casi se puede apreciar el granulado del papel, es curioso cómo la naturaleza imita al arte en ocasiones.
La paleta de colores de la naturaleza, tan rica, variada, tan sorprendente.
Transmite este cielo una gran tranquilidad al espíritu, la luz parece despedirse de nosotros hasta el día siguiente dejando tras de sí una estela de perfecta belleza, de perfecta armonía, que predispone el alma a la belleza y que hace nacer en nosotros sentimientos bellos como la ternura, el amor, la calma.
De todas maneras esta puesta de sol en concreto resulta chocantemente irreal, como elaborada por la mano de un sensible y hábil pintor, un acuarelista genial, y así es, está elaborada por el más prestigioso, completo, y encumbrado artista.
Está elaborada por Dios.


el paseante


Madrid monumental.


Esta foto la tomé ayer por la tarde, como a las 19:00 hs más o menos, hacía una tarde preciosa y me apetecía pasear, me topé con la imponente fachada del Instituto Cervantes, antes de llegar a la plaza de la Cibeles, y ver a la diosa subida en su carro tirado por leones entre los burbujeantes chorros de agua de la fuente.
No pude resistirme a hacer la foto, saqué mi modesto móvil Nokia X2, cuya magnífica cámara no dejará nunca de sorprenderme, y disparé, y he aquí el resultado, magnífico.
La tarde como digo era muy agradable, una de esas tardes de primavera en Madrid en que hace la temperatura ideal y de los árboles desciende una delicada sombra que protege de los rayos del sol.
La luz tan tamizada, contrastada, coloreada, sublimada, como en un cuadro de Velázquez, y el cielo de un azul tornasolado como lleno de iridiscencias luminosas, de haces y rayos de luz, que se superponen en una cascada de luminosidad inagotable y deslumbrante.
Me parece esta fachada del Instituto Cervantes de una magnificencia faraónica, de una monumentalidad colosal, de una grandiosidad sobrecogedora, de una pureza abrumadora, de un equilibrio sublime, y, ya para terminar, de un clasicismo realmente perfecto.
Parece un templo griego, el paradigma de lo que debería ser un templo griego, es decir, un templo griego sublimado, con toques de la colosal arquitectura egipcia, del Egipto más faraónico.
Madrid tiene estas cosas únicas, la monumentalidad de sus edificios que parecen acompañarte y hablarte en tu paseo por sus calles, e invitarte a reflexionar siempre sobre la fugacidad de la existencia sumergido entre tanta aplastante monumentalidad.
Seguí mi paseo hasta la boca del metro y me sumergí en las profundidades underground, nunca mejor dicho, y me fui a recogerme a mi casa de los arrabales, a esa jaula que cuelga, como suspendida de un hilo, sobre el cielo de Madrid, y no pude evitar, como cada noche, fotografiar la vista del cielo al anochecer asomado a la ventana, justo antes de acostarme, y dejar constancia de la belleza última de la luz crepuscular del cielo de Madrid, siempre única y diferente cada anochecer.
Pero eso será asunto de otra entrada y no quiero adelantarme.


Besos


le paseant

The Gran Vía obsession (2). Reportaje fotográfico+reflexión.







Es como una enfermedad, vivo obsesionado con la Gran Vía, me apasiona esta calle, resumen del cosmopolitismo y la agitación frenética de la ciudad, de su mejor arquitectura, de sus más variopintas tiendas, de sus mejores escaparates, de su incesante chorro de vida que nunca se detiene y que la cruza como por cruzarla, sin necesidad alguna, sin saber a dónde ir, por el puro placer de cruzarla, mirarla y ser uno más dentro de su chorro ilimitado de vida, de sus colores, su agitación, su frenesí, de su mezcla.
Es el cosmopolitismo de Madrid en estado puro, la esencia del Madrid cosmopolita, abierto, plural, tolerante, ecléctico, provocativo, excéntrico y chic.
Me parece la Gran Vía lo más destacado y valioso de la ciudad, una calle, más bien avenida, más bien, como su propio nombre indica, una gran vía, un invento único, que da carácter a la ciudad, que la diferencia, la hace única y deseable.
Es como si llevara tatuada en mi piel la Gran Vía, o mejor tatuada, sobreimpresa en el cerebro, o que mi ADN llevara incorporado un ácido desoxirribonucléico único que incorporara en su composición la esencia adictiva de la Gran Vía.
Será cuestión genética, será, será que soy paseante, será, será que soy un enamorado de ella, será, será que tal vez en ella mi alma como en ningún otro lugar se siente libre, etérea, inmortal, será, pero quién sabe lo que en verdad será...
¿Pero por qué será me pregunto?
Y me respondo que no lo sé del todo bien, pero que soy, sin dudarlo, adicto a esta calle de Madrid.
Fantasía de mi vida, confín de mi imaginación, sueño diurno, continua obsesión de mis días felices en esta ciudad que amo.
Gran Vía, the Gran Vía obsession, of course, cómo no, the Gran Vía forever, yes please, more Gran Vía, I need more...


The paseante

La película de la semana. Regreso a Howards End. James Ivory. 1992.


Le está enseñando los cuadros que cuelgan en las paredes de la escalera, son retratos, él va diciéndole a ella el nombre de los pintores y destaca los que son más valiosos, ella escucha y mira con admiración, se está empezando a enamorar.
En un momento dado, a mitad de la escalera ella le pregunta si son sus antepasados y él responde que no lo son en absoluto, son los antepasados del anterior dueño de la casa al que se la compró con todo dentro, el vendedor no quiso llevarse nada, cogió el dinero y se fue a vivir a Italia, cosas de la aristocracia que siempre ha sido algo ligera, el dolce far niente...
Al final de la escalera los dos quedan frente a frente en un embarazoso silencio, él la toma por la cintura y la da un beso, ella, azorada, se escapa a la carrera.
Puro victorianismo.
La obra literaria que sirve de base a la película es la novela homónima de Forster.
Ya hemos hablado en el blog antes, en la lectura del fin de semana, de otra novela suya, Maurice, que sirvió de base asimismo a otra película de la factoría Ivory, al igual que la más conocida de este director, A room with a view, ambientada en Florencia.
Repito, puro victorianismo, nadie como Forster disecciona la sociedad victoriana, sus personajes prototípicos, con un análisis de caracteres profundo y sagaz, un perfecto retrato de esos personajes y de esa época.
Y James Ivory borda virtuosamente en la película la transposición de la novela.
Howards End es el nombre de un cottage, de una casa de campo inglesa, y la casa, esa casa, vertebra toda la película.
La amistad entre dos mujeres, la casa como herencia, los objetos, las costumbres, los sentimientos, la enfermedad, la muerte, el amor, la pasión, las diferencias sociales, los estigmas sociales, todo.
Vanessa Redgrave, Emma Tompson, Anthony Hopkins, entre los principales intérpretes.
Cine típicamente inglés hecho por un americano, James Ivory.
Una película con una magia especial que hace pensar, planteando temas de reflexión que perviven a lo largo de la historia, y una Inglaterra victoriana de fondo con sus luces y sus sombras.
Recomiendo verla, es una delicia.

el paseante

lunes, 28 de mayo de 2012

Mi nuevo jarrón.


Estudio de la casa de el paseante.
Madrid directo.
El nuevo jarrón de el paseante.
Arte africano en el escritorio de el paseante.
Me gusta teneros informados.
Sois la razón de ser del blog.
Sois mi razón de ser...

Os quiere,

vuestro humilde paseante

El dolor y la muerte.

Deslumbrante y lúcido paseo de Haneke por el dolor y la muerte

Jean Louis Trintignant y Emmanuelle Riva, en un fotograma de 'Amour'. Jean Louis Trintignant y Emmanuelle Riva, en un fotograma de 'Amour'.
-Es bonita.
-¿El qué?
-La vida. Es tan larga.
Emmanuelle Riva (genial actiz) hojea un álbum de fotos antiguas. A su lado, Jean Louis Trintignant (genial actor) acaba el almuerzo. Ella extrae de los cajones de su memoria lo que quizá un día dejó. Algunos recuerdos han desaparecido, otros se han transformado y los últimos aún permanecen intactos desde el día que se colocaron con cuidado en el fondo. Sea como sea, lo que sigue inmutable son las cajas como el espacio y recuerdo de lo vivido; como la constancia de una vida que, de repente, se desvanece en un ridículo ritual de sufrimiento y pañales sucios. Probablemente una vida digna merece una muerte a su altura.
Y entre tanto lirismo de saldo, la cámara se mantiene firme en una conversación de tres líneas. No hay más. Ni un gramo de retórica. No hace falta. Michael Haneke vuelve a sorprender en 'Amour' con una de esas películas condenadas a quedarse tatuada en la retina. En un piso de París, una pareja de ancianos se enfrenta a todo lo que acompaña a la vejez. Que no es exactamente la férrea constancia de la muerte, sino, tal vez, la humillación de la pérdida.
De nuevo, la estrategia del director consiste en presentar cada acción de frente, sin trampas, sin excusas, sin dejar que el espectador se acomode un sólo segundo en la impostura del melodrama; en la impudicia de la lágrima. Y, pese a ello, pese a la aparente frialdad, cada segundo de metraje conmueve. Conmociona y arrasa.
Cuenta Haneke que está contento de haber rodado una película "simple". "Nunca escribo para probar nada", continúa. "Simplemente, cuando se llega a cierta edad, es inevitable tener una experiencia cercana del sufrimiento. Eso es lo que quería mostrar. Y para ello, me bastaba una habitación. Estamos cansados de ver hospitales". Y eso es la cinta: dos ancianos solos en la inmesidad de su soledad. Pero soledad compartida. Basta.
El cine de Haneke, de hecho, vive dedicado a rastrear el delicado mecanismo del horror cotidiano por próximo. La fauna que habita sus películas son seres aquejados de una rara y muy común enfermedad: la cercanía, la normalidad. De hecho, cada uno de sus trabajos obedece a una extraña ceremonia de identificación: la mimetización del espectador con lo que ocurre en la pantalla. Perturba, porque la víctima siempre está demasiado cerca.
Pero no sólo eso, desde 'Funny games' a 'La cinta blanca' pasando por 'El séptimo continente', 'Caché' o 'El vídeo de Benny', cada película se ofrece como una perfecta disección de todo aquello que nos hace vulnerables y, por tanto, humanos. Y ello sin permitirse una sola concesión a los gestos aprendidos o los recursos de tramoyista. Nunca, para entendernos, el espectador es tratado de idiota.

Dignidad

Así ocurre de la misma manera en este pieza, entre la bomba de relojería y el reloj de precisión, llamada 'Amour' (que es como los franceses llaman al amor, que no al queso). El espectador es colocado frente a un espejo. Y allí, la carne vive el castigo de la decrepitud con una proximidad lacerante de miradas perdidas. El cuerpo de Emmanuelle Riva se deteriora y con él, la dignidad de una vida entera.
La de cualquiera. Una vida quizá bonita, quizá larga.
La cámara del director se mantiene, pudorosa y desafiante, a la altura de los ojos para dejar que sea la mirada (la del espectador y la del actor) la que escriba su propia historia. No hay drama. El drama mancha de cosas tan pringosas como las excusas; las excusas para emocionarse. La emoción, la de verdad, surge desnuda en cada fotograma esculpido con una simétrica perfección.
Decir que la película trata de la muerte sería reducirla a la última línea. Afirmar que trata 'el espinoso asunto' (como dicen en el telediario) de la eutanasia se antoja de una simplicidad que asusta. Para ser justos, 'Amour' sólo habla de una cosa: de la vida (larga y bonita) y, de su mano, de la dignidad que debería presidir su fin, la muerte. Todo resulta tan contundente, tan brutal, tan limpio, que duele. El cine de Haneke duele. Y es de esa sensación, de la del dolor, de la que extrae la constancia de su actualidad. Duele lo que importa.
Desde 'Funny games' en 1997, hasta siete películas del austriaco han pasado por la sección oficial de Cannes. 'La pianista' hizo a Isabelle Huppert merecedora del premio a la mejor actriz y 'La cinta blanca' obtuvo, por fin, la Palma de Oro. 'Amour' debería estar en el palmarés. Y lo estará.
Por lo demás, y a modo de contrapunto, la sección oficial quiso que Thomas Vinterberg (el autor de la celebrada 'Celebración') se estrellara con 'The hunt' (La caza). La idea es rastrear los mecanismos perversos de una comunidad que decide estigmatizar, castigar y odiar a un hombre inocente, falsamente acusado de abusar de menores. Lo que sigue es un disparate cerca del simple telefilme sin rumbo y tan plagado de lugares comunes que, por motivos bien distintos a los de Haneke, asusta. La torpeza también duele.
Al final quedaba la emoción; la emoción de una conversación de tres líneas; tres líneas en las que cabe el mundo.

Nunca sé qué calzoncillos ponerme.







Menudo lío, siempre llego tarde al trabajo con el rollo de los calzoncillos, no acabo nunca de decidirme, y al final tampoco me he puesto ninguno de estos dos, me puse otros que dicen:
I don't like mondays.
Como la canción.
El caso es que la ropa interior genera bienestar en la persona, es muy importante, con frecuencia no se le da toda la importancia que tiene, y no sólo por su hechura y textura, sino también por su apariencia, la ropa interior genera gran bienestar a la persona, le da seguridad en sí mismo.
¿Y qué más me da si no la va a ver nadie?
Me pregunto.
Eso nunca se sabe.
Me contesto.
Además lo importante es sentirse uno a gusto consigo mismo.
Así hará que los demás se sientan a gusto con uno.


el paseante

No se puede ser más guapo ni más listo.


Pues creo que una imagen vale más que mil palabras.
Lo dicho:
No se puede ser más guapo ni más listo.
Y a la vista está.

el paseante

La foto de la semana (10).

Amapolas en mi jardín. José Ramón Carballo. Cámara móvil Nokia X2.

Mi casa del pueblo.


Bonita, ¿verdad?
El lugar es de lo más idílico, como de cuento de hadas, un pequeño pueblo en un valle florido que cruza un pequeño río.
El jardín del edén.
De noche sube hasta la casa el rumor de las aguas de río y el olor de la hierbas aromáticas de sus riberas, en el cielo las estrellas innumerables que sólo allí se ven, todas las constelaciones que parecen llamar la atención con su lenguaje mudo y eterno.
El lugar, la Alcarria, la Alcarria que recorriera Don Quijote junto a su fiel escudero Sancho, más allá saliendo del valle, subiendo las laderas se llega a la alta planicie de los inmensos campos de cultivo con su infinito silencio, con su desoladora soledad.
Estuve durante bastante tiempo buscando una casa de pueblo, estaba saturado de ciudad, de gente, de tráfico, de prisas.
Pero tenía un presupuesto limitado, no podía comprar la primera casa que me gustara, tenía que hacer economías.
Al final surgió lo imprevisto, el milagro, la casa ideal, en el lugar ideal, el precio ideal.
Había valido la pena esperar.
Acabó de decidirme un día que llegué a verla ya de noche, la luna en lo alto del cielo iluminaba todo el pueblo que dormía en silencio, subí hasta la casa y desde allí contemplé todo el valle iluminado por la luz de la luna, la tranquilidad, el silencio, el rumor del agua del río, la vecina Iglesia con su campañario recortado contra la silueta de la luna llena.
Y entonces cantó un pájaro, algún ave nocturna, y pareció decirme:
Cómprala, es tu casa, te ha estado esperando desde siempre.
La casa estaba a medio rehabilitar, yo la terminé, rematé la perfecta visión del pueblo acabándola, porque está justo a un lado de la Iglesia rematando la parte más alta del pueblo, desde donde se contempla todo.
Rodeada de campo, atalaya de mis pensamientos, torre de marfil de mi existencia.
Te quiero casa.


el paseante

Anochece, amanece...



El espectáculo de las vistas desde mi casa.
Anochece, amanece, y así sucesivamente, cada día, todos los días.
Obvio.
Pero no tan obvio.
No dejo nunca de maravillarme de la magia de la vida que cada día se renueva.
Anochece, amanece.
Amanece, anochece.
Bellísimo espectáculo que tiene lugar cada día sobre la ciudad con las montañas al fondo de testigo, y que yo contemplo desde mi casa que cuelga sobre el cielo de Madrid como una jaula.
Simple, bello, necesario.
Puro minimalismo existencial.
Amanece, anochece.
Anochece, amanece.
Hermano sol, hermana luna.
Cielo, colores, estrellas.
Y el paseante asomado a la ventana.
El paseante observador.
Testigo atónito de la belleza.
Mirando el espectáculo efímero y repetido de la vida.

el paseante
 

Eva al desnudo. Contrasemblanza.


¿Y ésta quién es?
Eva
¿Eva?
Sí, Eva.
¿Y por qué está desnuda?
Porque es Eva al desnudo.
¡Qué ingenioso! Pero se te ha olvidado ponerle el ombligo.
No se me ha olvidado, no tiene ombligo.
¿Por qué?
Porque es la primera mujer, es Eva, y Eva no tenía ombligo.
¡Qué ingenioso! ¿Y por qué está desnuda?
No lo sé.
Parece Marilyn, una Marilyn morena, y además está cantando la canción de Marilyn.
Pues sí, así es.
¿Y si ella es Marilyn, tú quién eres, Kennedy?
Muy gracioso.
Me resulta un tanto sosa esta contrasemblanza, déjame hacerla a mí mejor, soy tu alter ego, creo que estás siendo demasiado prudente.
Me ha pedido que la trate bien, y es tan dulce, tan buena, tan cándida...
Pero bueno, qué pasa, te has vuelto loco o qué, esto es una contrasemblanza no el cuento de Caperucita.
Ella es Caperucita, mi Caperucita Roja que va a visitar a su abuelita.
¡Otra tontería y no te vuelvo a hacer caso!
Estás hoy superdesagradable.
Mejor hago yo la contrasemblanza, verás...
Venga, dime...
...tienes razón, es tan dulce, tan buena, tan cándida...
Lo ves, ya te lo dije, ése es, precisamente, su lado oscuro, la bondad, le pasa como a mí, somos tan buenos que tenemos que ocultarlo para que no abusen de nosotros.
Creo que voy a llorar...
Tienes que ser duro, eres mi alter ego, recuérdalo.
Vale, vale, perdona.

el paseante

viernes, 25 de mayo de 2012

Una opinión de Nerea...

 
Oye, acabo de leer tus entradas sobre Ana Frank y me han parecido bellísimas. Eres la bomba, Jose. Lo digo en serio. Tienes una facilidad para transmitir los sentimientos, pasmosa. Si te sientes melancólico, de repente me pongo melancólica. Si te expresas alegre, sonrío. ¿Eres un mago? ¿Un duende?. No lo sé, lo que sí sé es que eres especial y, como dice esa amiga tuya, estoy completamente segura de que estás ayudando a mucha gente con tu blog. Sigue así !!
 
Tu incondicional ninfa,
 
Nerea
 

Nerea, la flor más bella.



¿Es Nerea la flor más bella del jardín?
Sin duda.

el paseante


La buganvilla, el romanticismo y el amor (repetición).



Es el rincón más romántico del jardín, bajo la buganvilla hay dos hamacas de madera, si te sientas con alguien allí y aún no estás enamorado te enamoras seguro.

Mejor no probarlo.

La buganvilla mantiene perenne el espectáculo de sus flores desbordantes sobre la pérgola durante todo el año, a lo lejos, detrás, se ve la roca de la montaña que como un gigante parece guardar tanta belleza, tanta felicidad.

Delante se extiende la hierba del jardín, que parece ilimitada hasta llegar al muro de adelfas, detrás de las adelfas se elevan las copas de un bosque de pinos y palmeras que al atardecer la brisa del mar mece cadenciosamente como un coordinado movimiento de ballet.

La casa está a orillas del mediterráneo, es mi Ítaca particular, cuando llego a ella, igual que Ulises, me desarmo, dejo caer todo el peso de mi vida, el camino queda atrás, me desnudo de mí y quedo sólo yo.

Por la noche sobre el olivo del jardín veo brillar las estrellas, las voy contando una a una y siempre al final me pierdo, me voy durmiendo contando estrellas en el silencio infinito de la noche, luego entro en la casa, me acuesto, y en sueños sigo vagando por lejanas galaxias, perdido en el infinito cielo, contando estrellas una a una como si fueran las flores de la buganvilla dispersas por el universo.

El paseante.

Views from my home at the sunset.

Vista desde mi casa.
La vista es mucho más amplia, se ve todo Madrid en la lejanía con las montañas del Guadarrama de fondo, la cámara de mi móvil no da para abarcar más.
Los atardeceres son espectaculares sobre todo cuando el cielo está despejado o hay algunas nubes, llenos de contrastes, con variado colorido, el sol se va y deja en su marcha una estela de belleza que sobrecoge el alma y parece dejarla huérfana de su compañía, de su calor, de su protección.
Gracias al sol existe la vida, sin él toda la vida desaparecería, el sol, queramos o no, es el dios que nos da la vida, y su marcha nos llena, queramos o no, de cierta intranquilidad, hasta que regresa a la mañana siguiente.
Cuando el sol se va llega la luna y su reino de sombras, el alma se recoge, el hombre y el resto de seres vivos se recogen sobre sí mismos, se van al reino de los sueños, al más allá del subconsciente.
Tanta belleza en los atardeceres, momentos mágicos llenos de poesía, bello paisaje que no puedo dejar de contemplar, me asomo a la ventana y queda mi mirada suspendida en la lejanía, presa del horizonte, deleitándose en la hermosa visión de ese tránsito que día a día hace el sol sobre la tierra.
Y el sol se marcha, se pierde detrás de las lejanas montañas, se va a iluminar otras tierras, que perdidas en la distancia le esperan.


el paseante

Mi edición de Adiós a Berlín.



Es uno de mis libros favoritos, me lo regaló mi tío, y me lo dedicó muy cariñosamente.
La edición es de Seix-Barral del año 1974, yo lo leí por aquel entonces y me encantó, además de Adiós a Berlín de Isherwood contiene otra joya literaria, El jardín de los Finzi-Contini de Giorgio Bassani.
Ámbas novelas describen el ambiente previo a la llegada de los fascismos, la primera en Alemania y la segunda en Italia.
Es una edición muy cuidada, tapas en tela con títulos sobredorados, papel muy escogido y una tipografía y composición de la página muy agradable a la vista, invita a la lectura, el solo tacto del papel, el ruido delicioso de pasar las ojas, la forma de las letras, la composición del texto, todo hace que uno se encuentre en una situación ideal para asimilar la belleza, el pensamiento, la reflexión, la inteligencia de estas dos novelas deliciosas.
Le pedí a mi tío que me lo regalara en abril de 2008, como puede apreciarse en la dedicatoria, sabía que estaría encantado de hacerlo, era para mí este libro uno de los favoritos de su biblioteca, me resultaba muy acertada la edición y además me recordaba el lejano tiempo de mi adolescencia y mis primeras fervientes lecturas, en las cuales yo iba descubriendo el mundo y descubréndome a mí.
Anoche estuve hojeando, tocando, deleitándome con el libro, releyendo párrafos, recordando su contenido.
Y mi tío vino en el recuerdo a acompañarme y a mostrarme una vez más cómo se deben amar lo libros, como seres vivos que son, llenos de pensamietos y de recuerdos.


José Ramón Carballo


(entrada dedicada a mi tío Pedro Malo en el recuerdo)