Esta película es un canto a la vida, a la belleza, al amor, a la amistad, al compañerismo, a los sentimientos verdaderos, las personas auténticas, las tradiciones, es un canto de celebración de la vida.
De una belleza sobrecogedora en sus imágenes, unos actores inolvidables en sus papeles, tiene lugar la película en una gran finca agrícola de la Toscana italiana, en el momento histórico previo a la llegada del fascismo, retrata la película una clase social en decadencia, la burguesía terrateniente, impotente ante los cambios y luchas sociales que se avecinan, impotente ante el nacimiento del comunismo y totalmente inermes frente a la llegada de un fascismo que les tomó como rehenes de sus intereses.
Una vez más Burt Lancaster en el papel de patriarca, sólo que en este caso no de una familia aristocrática de la época de Risorgimiento y de Garibaldi, como en El Gatopardo de Visconti, sino de una familia burguesa en la época previa a la llegada de Mussolini.
Magnífica fotografía, bellísima luz, espléndidos paisajes, perfecto guión, y cómo no, tratándose del genio de Bertolucci, una dirección que marcó un punto y aparte en el cine italiano.
Entre los intérpretes, de nuevo Dominique Sanda y Stefania Sandrelli, como en Il Conformista del mismo director, Robert de Niro y Gerard Depardieu, Donald Sutherland y Laura Betti en el papel de los fascistas.
La fotografía es de Vittorio Storaro y la música de Ennio Morricone.
¿Quién da más?
Un verdadero placer para los sentidos, una película inolvidable que tuve que ir a ver varias veces de lo que me gustaba, me quedaba extasiado delante de la gigantesca pantalla del cine Urquijo, hoy desaparecido, y petrificado en la butaca cuando terminaba, no quería salir del cine, no quería, sobre todo, salir de esa belleza, de ese universo que exaltaba la vida, el amor y la felicidad.
Para terminar diré que sólo me gusta la primera parte, al ser tan larga se dividió en dos películas diferentes, pero la segunda parte no tiene el encanto, la ligereza y la poesía de la primera, es en comparación pesada, torpe, tosca, sin gracia, sin ese vuelo especial del espíritu y la imaginación que toda obra de arte verdadera contiene.
En la imagen una bellísima Dominique Sanda, mi amor platónico...
Dominique Sanda bajo la dulce luz de la primavera...
el paseante
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