La visita del Papa

Al principio me sentí agobiado por las multitudes que iban a invadir Madrid, en esta ciudad que continuamente es invadida por turistas, manifestantes descontentos, buscavidas, llegaban ahora las multitudes de la JMJ, tuve un primer pensamiento de prevención frente a ellos, me pareció que no era algo que fuera a mejorar la calidad de vida en una ciudad como Madrid que necesita en mi opinión más calma en lugar de más frenesí, añadir frenesí al frenesí puede ser saturante.

Pero pronto pude comprobar que los "chicos" eran buena gente y que más que añadir frenesí lo que añadían era buen rollo en una ciudad de por sí estresada y complicada para los que vivimos en ella.

Eran buenos chicos, jóvenes, alegres, optimistas, con creencias, educados, respetuosos.

Ésas fueron mis impresiones.

En cuanto a lo que he podido ver por televisión de los actos de las jornadas me ha impresionado especialmente la expresión del Papa, su concentración en los actos, recuerdo de manera especial su rostro durante el via crucis, transmitía una fe y una energía muy concentradas y de mucha fuerza, era como si transmitiera esa fe y energía a todos, para que la recogiéramos y puediéramos seguir su ejemplo.

En el recuerdo Juan Pablo II, claro, pero siendo un Papa diferente, Benedicto es igualmente valioso, por diversos motivos, pero valioso, cada Papa da su impronta, aporta una visión de su labor, este Papa parece un hombre más de pensamiento que de acción y por eso es muy relevante su fe, por lo firmemente fundamentada que está.

Una delicia comtemplar Madrid en los actos, la ciudad se ha lucido, se ha mostrado el mundo en su belleza y en su generosa acogida.

Es tan valiosa cualquier manifestación de espiritualidad en los tiempos que corren y más si es algo de estas proporciones, que pienso se ha tratado de algo muy positivo que hace tener esperanza en el futuro, no todo está perdido, no todo es tecnología y producción, no todo es economía, también hay valores y personas que creen en ellos y luchan por llevarlos adelante en sus vidas.

Esperemos que perdure en nuestros corazones el efecto Benedicto.