Blog dedicado a reflejar mi trayectoria vital y mis reflexiones.
jueves, 27 de febrero de 2014
La frase de la semana (11). No estoy a favor de nada.
Bertolt Brecht ____ El señor Keuner no estaba a favor de las despedidas, ni de los saludos, ni de los aniversarios, ni de las fiestas, ni de concluir un trabajo, ni de iniciar una nueva etapa en la vida, ni de los ajustes de cuentas, ni de la venganza, ni de los juicios concluyentes.
La lectura del fin de semana. Primer amor. Iván Turgueniev. 1860.
En su presencia me sentía como si el fuego me quemase. Pero, ¿para qué necesitaba saber qué fuego era ese que me hacía arder y derretirme, si era tan dulce arder y derretirse?
Iván Turgueniev. Primer amor.
Leyendo esta novelita sobre el amor me he dado cuenta de que el amor no es sino una fantasía autoimpuesta, nos queremos convencer de que amamos a toda costa, no porque amemos realmente sino porque le conviene a nuestra imaginación que de esta manera escapa de la torpe realidad.
También he llegado igualmente a la conclusión de que nunca he tenido un primer amor entendido éste como amor juvenil, no desde luego con la riqueza de matices y la profundidad con que se refleja en esta novela.
Mis primeros enamoramientos datan de pasados los 30 años, muy tardíos, y siempre fueron, dada la edad, muy diferentes a esos primeros amores juveniles tan incondicionales y apasionados.
Alguno hubo que tal vez pudo asemejarse algo pero la voz de mi conciencia lo hizo apagar lentamente a base de desengaños.
El amor para que perviva debe ser ciego, o, por mejor decir, aunque vea debe de no querer ver, no sé si me explico, debe, en definitiva, de autoengañarse buscando disculpas e interpretaciones favorables para los reveses y contrariedades que el amor implica.
Hace poco un seguidor del blog me escribía diciendo que el sexo le parecía vulgar, pues bien, diré que a mí el amor me parece absurdo, no tiene lógica ni fundamento cierto ni futuro alguno, es una mera fantasía, una imaginación para mantenernos entretenidos, como un role playing, ahora toca enamorarme y meterme en ilusiones, desesperanzas, sufrimientos, dudas, desencantos, añoranzas...
¿Ahora toca sufrir?, pues enamorémonos.
¿Ahora toca aburrirse? Desenamorémonos.
el paseante solitario
Amar es el sentimiento más sublime que existe.
La Madre Santa Teresa de Calcuta bien dijo que uno/a se va de esta vida con lo que deja y no con lo que tiene. Amar es el sentimiento más sublime que existe, porque amando lo haces todo por ese ser al que quieres. No por nada, el primer mandamiento incluye amar al prójimo como a uno mismo, y si ese prójimo es el amor de tu vida, además lo amarás sin esperar nada, por antonomasia. Se sufre mucho, es verdad. Uno/a quisiera la correspondencia, la consideración aunque sea, el reconocimiento de lo que está pasando para que el consuelo llegue de la mano del diálogo, de la buena relación. No importa si el ser que amas no te ama, aún cuando te lo diga, que incluso es mejor. Lo que sí importa es que quien no te ama, no te haga daño, sólo eso, porque de por sí ya se pasa fatal y con mucho sufrimiento y soledad. Lo peor, según mi experiencia, es que sabes que no volverás a amar nunca más de esa forma, lo que es injusto para muchos otros que desean tu cariño y amor. Pero es así. Aquí en Argentina la frase "es lo que hay", ha sido modificada por "es lo que quedó". Y cuando todo pasa, y por fin caes en cuenta de que no te aman, que alguien te arrojó de su vida lo más lejos posible, para acercarte solo para el maltrato y la desconsideración, sólo se llora el desconsuelo que quedó.
Bs. BC
Precioso, lo publicaré esta tarde.
Precioso, lo publicaré esta tarde, me ha encantado, muy en la línea de mis poemas a la luna, gracias por tan bellas reflexiones y tan sabias y ciertas, los poemas a la luna son en realidad una forma de consolarme de su desamor, creo que eso se ve claro, o de pensar que tal vez me ama aunque no me lo diga, no lo sé, creo que esa insatisfacción es el motor de esas poesías, me reconforta escribirlas porque hago que mis sentimientos se eleven a otro plano más idealizado, menos material, y, por tanto, desinteresado, porque el amor incondicional es siempre desinteresado, da igual que te amen o no, tu riqueza es el amor que sientes, ése es el motor de la vida, soy mucho más dichoso amando aunque no me amen que si me aman y no amo, cuando he sido correspondido ha sido incluso no tan bueno como esperaba porque difícilmente la consumación de un deseo supera el placer de su expectativa.
Bss,
jr
¿Quién es "Luna"?
SOBRE EL
BLOG:
A)
Quién es “Luna”. La
metáfora no me conforma, sufro cuando dices: “Ella no me quiere, lo
sé
Pero lo prefiero
así
Porque si me
quisiera
Nunca más volvería a
cantarla mis versos
Y a ser feliz
esperándola
Hasta en eso sé
hacer las cosas bien
Lo ves”
Sinceramente, no
creo: 1) que prefieras que no te quieran; 2) que ello lo sea así porque si no,
lo ignorarías; 3) que seas capaz de cargarte un amor y 4) encima pensar que lo
que hiciste lo hiciste bien.
Francamente no lo
veo, menos en ti. Sé lo que sufres.
Disculpen visitantes
de que yo confunda al autor del poema con el personaje del poema, pero pienso
que el paseante se expresa por lo que siente, y debe exterminar el pensamiento
acerca de que es mejor que no lo quieran. A veces alguien hace tanto daño a otra
persona, que ésta sólo ve que hace bien lo que hace mal.
Y eso se ve claro en
el otro poema a la luna, donde te preguntas acerca de que si correcto o no que
no te quieran, que tú si quieras, donde pones al amor en un lugar tan bonito,
que con sólo contemplarlo ya causa satisfacción. Mucha contradicción para un
sentimiento tan claro que tienes.
Y es que describes
tan bien el amor que sientes, que hasta lo calificas como infantil. Pero todos
los amores son infantiles, porque uno/a se entrega con ingenuidad, con limpieza,
incrédulo/a. Quién será la Luna … Yo lo sé, creo … pero está bien paseante, más
virtuoso es amar que ser amado. Tú mismo lo dices, cuando expresas que te basta
con querer.
Creo que no existe
una sola persona en este Planeta que no haya sufrido por amor, o que ahora mismo
esté sufriendo. Tu Luna es eso, algo inalcanzable. Pero te has preguntado ¿por
qué? Creo que por más referencial que sea para tus poemas, lo cierto y
paradójico es que la Luna está y estará siempre en su lugar. No la alcanzarás,
sencilla y claramente. Nadie ha podido cambiar la Luna. Se ha llegado a ella, se
la tocado, se la ha explorado, pero nada más. En la Tierra se sufre porque sólo
se puede mirar la Luna.
Te comprendo
paseante, si al menos yo pudiera hablar … y no sobre ti, si no sobre mí … Qué
doloroso es ver pasar a tu amor durante las 24 horas, saber por algunos momentos
que aunque no lo veas, está, y reir hasta llorar cuando aparece. El amor no
correspondido, el amor imposible, son la Luna misma. Creo que lo más
atormentante es que no desaparecerá nunca, que se presentarán por cuartos,
escondidos o enteros, que nos iluminarán y se irán hasta el otro día.
Quién podría vivir
con su Luna en la casa, despertar con ella, despedirse de ella para ir a
trabajar, encontrarse con ella al regreso, almorzar con ella lo que más le
guste, caminar con ella por los parques y ver el cine, platicar con ella de las
alegrías y de las penas, preparar la cena junto a ella, mientras suena una
canción parisina, y acostarse con ella teniendo a favor que uno/a sólo tiene
brazos, y entonces abrazarla hasta más no poder, y posarse en ella con las
mejillas, y esperar tranquila que se apoye en tu vientre.
B) Aborrezco los
castillos, los palacios, y todo símbolo de realeza, cuando hoy es tan decadente
como la de aquella que construyó grandezas para creerse grandes. Comprendo que
tenga poder, acepto que existe, y me resigno a que todavía exista gente que la
avale y la vea con admiración. Para mí es pobre gente, la de la realeza digo,
que es lo que es por razones objetivas y no subjetivas. Amo a las personas
grandes, que se han hecho el mérito por ellas mismas.
C) El cine italiano
jamás nos va a defraudar. De Saló no sales sin pensar en la verdad de la
realidad. Ahora que lo pienso, creo entender a mi madre cuando decía que una
familia estaba protegida si en ella había alguien de la política que sería el
Presidente, alguien de la Realeza, que sería el Duque, alguien de la Iglesia,
que sería el Obispo y alguien de la Justicia, que sería el Magistrado. Solía
agregar que mejor era la protección si de la política había de distintos
partidos e invitaba a los primos a afiliarse a ideas diferentes, para que luego
se ayuden entre todos. También decía que había que conectarse con varias
iglesias y gente de distintas clases sociales. Siempre me llamó la atención cómo
buscaba ella una gay en la familia, porque sabía que en ese mundo había
compromiso y lealtad. Sabía comentarme que los gays componían una red por todo
el mundo, que bastaba tener uno por amigo, que todas las puertas quedaban
abiertas, que así como se encerraban, se abrían solidariamente, ayudando al que
lo necesitaba, sea o no sea gay, bastando que venga recomendado por alguno de
ellos. Pasolini no se equivoca al incorporar la homosexualidad en su
película.
Te quiero y te
extraño. Besos. BC
miércoles, 26 de febrero de 2014
La verdadera historia de Cony y Brown (6).También estaba Penyc, el cubano.
También estaba Penyc, el cubano, experto en artes
amatorias, ése era su principal por no decir único mérito, con ellos y con
ellas él sabía lo que necesitaban siempre…, bien pertrechado por la naturaleza
que generosa le había dado el mejor capital para abrirse camino en una empresa
como ésa, ávida de sexo y de poder, lo que viene a ser lo mismo, Penyc era muy
amigo de Cony, se hicieron amigos nada más conocerse, eran iguales, usaban las
mismas armas, la bragueta, uno en hombre y la otra en mujer, nunca tuvieron
nada entre ellos, como verdaderos profesionales respetaban sus territorios y
solamente compartían íntimas confidencias que les servían para trepar y hacerse
inviolables, Penyc presumía de haberse acostado con toda la empresa excepto
con Cony y con el gran jefe, Penyc era demasiado listo como para caer en algo
así, ni siquiera lo intentó como hizo Cony porque era mucho más listo que ella,
sabía que podía costarle el puesto, y así fue como Cony perdió su puesto junto
a Brown, intentando flirtear con el superjefe, éste al principio no hizo nada
pero después de un breve espacio de tiempo devolvió a Cony a trabajar al hotel del extrarradio, lejos de él y de Brown que al principio no comprendió
los verdaderos motivos hasta que más adelante lo vio claro, era el maldito
puterío de Cony, su modus vivendi que no medía nada, que se atrevía con
cualquiera sin pensar en las consecuencias, era en definitiva su ingenuidad de
niña que busca desesperadamente en los hombres la figura protectora de un
padre, del padre que perdió siendo joven, y qué mejor padre que el superjefe.
Brown se sentía perdido en esa maraña, en esa jungla, se
sentía desarmado, él intentaba defenderse con su bondad, pero su bondad día
tras día no hacía sino convertirle en más vulnerable.
(continuará)
Brown desde VancouverCapítulos anteriores:
La verdadera historia de Cony y Brown (1). Brown no quería ya a Cony.
La verdadera historia de Cony y Brown (2). La puta barata de Cony.
La verdadera historia de Cony y Brown (3). La mayor enemiga de Cony era Tipi.
La verdadera historia de Cony y Brown (4). El superjefe usaba botines rojos con hebillas.
La verdadera historia de Cony y Brown (5). Robert y Philip eran muy amigos en apariencia.
Próximas entregas:
7 - El marido de Cony.
8 - El reencuentro entre Cony y Brown.
9 - Ellos jugaban a provocar.
10 - Hacer el amor con Cony.
11 - La muerte de Cony.
martes, 25 de febrero de 2014
El cuadro de la semana. Plaza de Segovia. Darío de Regoyos. 1882.
El cazador de luces del norte
El Thyssen muestra desde hoy un centenar de obras del pintor asturiano Darío de Regoyos
El artista está considerado uno de los primeros impresionistas españoles
Considerado uno de los primeros impresionistas españoles, el pintor asturiano
Darío de Regoyos (1857-1913) fue sobre todo un maestro del paisajismo que supo
embaucar al espectador para convertirlo en un elemento más de su obra. Su manera
de trabajar con la luz, los colores y las formas convirtieron al artista nacido
en Ribadesella en uno de los grandes del paisajismo del siglo XIX europeo debido
a su temprana vinculación a los grupos vanguardistas belgas de L’Essor y Les
Vingt.
Lo esencial de su producción, un centenar de obras, llega ahora al Museo Thyssen-Bornemisza en una exhibición antológica que antes se ha podido ver en el Bellas Artes de Bilbao (60.000 visitantes) y que viajará después al Museo Carmen Thyssen de Málaga. Los tres museos han contribuido con piezas destacadas de sus respectivas colecciones (la propia Carmen Thyssen es propietaria de cuatro de los paisajes) a las que se han sumado instituciones como los Musées Royaux des Beaux-Arts de Belgique, el Musée d’Orsay de París, el Museu Nacional d'Art de Catalunya y el Reina Sofía, además de numerosas colecciones particulares.
La exposición, que estos días convive en el Thyssen con la retrospectiva dedicada a Paul Cézanne, es un recorrido por toda su obra organizado por Juan San Nicolás, comisario de la muestra. A modo de presentación del autor, se han reunido cinco autorretratos del artista que cuelgan junto a otros que le dedicaron sus amigos pintores. En esos primeros años hay trabajos en los que su pintura empieza ya a estar protagonizada por los efectos lumínicos que acabarían adueñándose de sus telas. En esos primeros trabajos se recogen las influencias de quien fue su gran maestro, Carlos de Haes.
De sus viajes por España junto al poeta Émile Verhaeren, cuelgan los trabajos inspirados en la España negra. Son óleos, pasteles, acuarelas y dibujos que le sirvieron para ilustrar las impresiones del recorrido. Víctimas de la fiesta (1894) o Viernes Santo en Castilla (1904) son algunas de las obras más relevantes de este apartado.
En París y Bruselas tuvo la oportunidad de enriquecer sus conocimientos con los artistas James Ensor, Camille Pissarro, Georges Seurat o Paul Signac. Con ellos ahondó en el neoimpresionismo o el divisionismo, pero lo que a él le seducía de verdad era pintar al aire libre y correr contra el tiempo para hacerse con la luz. Cuenta el comisario que a Regoyos le gustaba trabajar en interiores y que para ello transportaba cada día su caballete. “Le interesaba la impresión inmediata que produce la apariencia de las cosas y de las personas”, añade.
Convencido de que cada artista tiene su propia luz, Regoyos escogió el Cantábrico para encontrar la iluminación natural necesaria para sus vistas del campo. En este recorrido central de la exposición, las salidas y puestas de sol se entrecruzan con los días nublados, vendavales y aguaceros que tanto predominan en el norte de España. Carmen Thyssen, coleccionista entregada del pintor español, explica que nadie como él consigue arrebatar al espectador para hacerle parte de sus paisajes. “Por eso me fascina tanto”, contó ayer la baronesa.
La última parte de la exposición coincide con la de la vida del pintor: sus últimos años en Barcelona, ciudad en la que murió a consecuencia de un cáncer de lengua, con solo 55 años. Las comarcas catalanas inspiraron también una gran parte de sus bellísimos paisajes. En Barcelona logró protagonizar dos exposiciones y allí realizó también algunos de sus paisajes urbanos: El Tibidabo por la tarde, El Tibidabo por la mañana o las vistas de La Diagonal constituyen algunas de las paradas obligatorias de esta gran exposición.
Lo esencial de su producción, un centenar de obras, llega ahora al Museo Thyssen-Bornemisza en una exhibición antológica que antes se ha podido ver en el Bellas Artes de Bilbao (60.000 visitantes) y que viajará después al Museo Carmen Thyssen de Málaga. Los tres museos han contribuido con piezas destacadas de sus respectivas colecciones (la propia Carmen Thyssen es propietaria de cuatro de los paisajes) a las que se han sumado instituciones como los Musées Royaux des Beaux-Arts de Belgique, el Musée d’Orsay de París, el Museu Nacional d'Art de Catalunya y el Reina Sofía, además de numerosas colecciones particulares.
La exposición, que estos días convive en el Thyssen con la retrospectiva dedicada a Paul Cézanne, es un recorrido por toda su obra organizado por Juan San Nicolás, comisario de la muestra. A modo de presentación del autor, se han reunido cinco autorretratos del artista que cuelgan junto a otros que le dedicaron sus amigos pintores. En esos primeros años hay trabajos en los que su pintura empieza ya a estar protagonizada por los efectos lumínicos que acabarían adueñándose de sus telas. En esos primeros trabajos se recogen las influencias de quien fue su gran maestro, Carlos de Haes.
De sus viajes por España junto al poeta Émile Verhaeren, cuelgan los trabajos inspirados en la España negra. Son óleos, pasteles, acuarelas y dibujos que le sirvieron para ilustrar las impresiones del recorrido. Víctimas de la fiesta (1894) o Viernes Santo en Castilla (1904) son algunas de las obras más relevantes de este apartado.
En París y Bruselas tuvo la oportunidad de enriquecer sus conocimientos con los artistas James Ensor, Camille Pissarro, Georges Seurat o Paul Signac. Con ellos ahondó en el neoimpresionismo o el divisionismo, pero lo que a él le seducía de verdad era pintar al aire libre y correr contra el tiempo para hacerse con la luz. Cuenta el comisario que a Regoyos le gustaba trabajar en interiores y que para ello transportaba cada día su caballete. “Le interesaba la impresión inmediata que produce la apariencia de las cosas y de las personas”, añade.
Convencido de que cada artista tiene su propia luz, Regoyos escogió el Cantábrico para encontrar la iluminación natural necesaria para sus vistas del campo. En este recorrido central de la exposición, las salidas y puestas de sol se entrecruzan con los días nublados, vendavales y aguaceros que tanto predominan en el norte de España. Carmen Thyssen, coleccionista entregada del pintor español, explica que nadie como él consigue arrebatar al espectador para hacerle parte de sus paisajes. “Por eso me fascina tanto”, contó ayer la baronesa.
La última parte de la exposición coincide con la de la vida del pintor: sus últimos años en Barcelona, ciudad en la que murió a consecuencia de un cáncer de lengua, con solo 55 años. Las comarcas catalanas inspiraron también una gran parte de sus bellísimos paisajes. En Barcelona logró protagonizar dos exposiciones y allí realizó también algunos de sus paisajes urbanos: El Tibidabo por la tarde, El Tibidabo por la mañana o las vistas de La Diagonal constituyen algunas de las paradas obligatorias de esta gran exposición.
Darío de Regoyos (1857-1913). Museo
Thyssen-Bornemisza. Paseo del Prado 8. Desde hoy hasta el 1 de
junio.
Casi se sienten los sentimientos que expresas.
Hola José: ¡buenas noches! Recién encuentro el momento para leer con calma lo que subiste al blog. Todo es hermoso, visible, palpable, casi se está en los sitios que describes, casi se sienten los sentimientos que expresas, casi se oyen los ruidos que escuchas, casi se ven las películas que nos cuentas, casi nos angustiamos con tus malos momentos, y casi se tocan los elementos y tu cuerpo que nos muestras.
Un abrazo, BC
No esperes de mí gran cosa. Poema.
No esperes de mí gran cosa
No esperes de mí gran cosa
Cosas insignificantes tal vez
Regar las macetas
Acariciar al gato
Sacar a pasear a los perritos
Contemplar las nubes
Pensar, imaginar
Declamar versos a la luna
Declarar mi amor a la luna
Sólo cosas pueriles, inverosímiles, inútiles
Eso sí, te aviso, esas cosas las hago muy bien
Me salen perfectas
Las macetas crecen hermosas
El gato ronronea feliz
Los perritos corretean a mi alrededor
Las nubes detienen en el cielo sus cabriolas
Los pensamientos vuelan
Las imaginaciones se elevan
Y mis versos le gustan mucho a la luna
Que me mira callada sin poder salir de su sorpresa nunca
Lo único que no consigo es que me ame, eso creo
Ella no me quiere, lo sé
Pero lo prefiero así
Porque si me quisiera
Nunca más volvería a cantarla mis versos
Y a ser feliz esperándola
Hasta en eso sé hacer las cosas bien
Lo ves
José Ramón Carballo
24 de febrero de 2014
¿Me estás mirando? Poema.
¿Me estás mirando?
¿Me estás mirando?
No lo sé
Eres tan callada
Escucho de ti cada noche tu silencio solo
Tu silencio que enciende en mí todas las palabras
Todos los versos de amor
Luna, ¿no te doy pena?
Tu silencio me incendia, me consume
Cada noche me extingo
Por ti
Te contemplo, luna, inmisericorde de mi desgracia
De mi insignificancia de hombre
Que no te comprende
Y sólo sabe amarte
Testigo sólo de ti
De tu desamor
José Ramón Carballo
24 de febrero de 2014
Lectura marxista del Palacio de Aranjuez por el paseante solitario.
A mí todos estos grandes palacios reales me parecen monumentos al egoísmo, la explotación, la injusticia, la soberbia, el egocentrismo, la megalomanía.
Hoy en día son una especie de parques temáticos irreales, como un Walt Disney de la historia que visitan los turistas igual que pueden visitar Terra Mítica, para sorprenderse con las curiosidades y anécdotas que cuentan los guías, para imaginarse esas vidas de cuento que se supone llevaron sus moradores en tiempos pretéritos.
Uno se imagina viviendo allí con aquellos ropajes, todo ese protocolo, dando órdenes a los súbditos, satisfaciendo todos los caprichos, cometiendo todas las tropelías, favoritismos, injusticias, llevando una vida muelle sin dar golpe, embrutecido de tanta riqueza y tanto poder.
Y uno piensa que hubiera sido como ellos, igual que todos esos monarcas, si hubiera vivido su época y sus circunstancias, tampoco se puede pedir a un rey absoluto que tenga una visión marxista de la historia, es anticipar el curso de la misma.
Con todo siempre hay reyes y reyes, gobernantes y gobernantes, evidentemente está la historia para demostrarlo.
Pero abruma la contemplación de estos grandes palacios llenos de cachivaches inservibles de otras épocas atesorados por sus sucesivos moradores, cuadros, tapices, muebles, relojes, esculturas...
Valor histórico, valor artístico, valor incluso literario, hasta poético, conmueve toda esa belleza.
Pero, insisto, abruma, desde un punto de vista social, la contemplación de toda esa opulencia, transmite una energía un tanto negativa a lo cual contribuye el planteamiento de hermetismo y aislamiento en que se encuentran estos edificios, cerrados a la sociedad salvo para el asombro.
Uno se siente en inferioridad contemplando todo aquello, parece como si hubiera ciudadanos de primera y de segunda, al menos en aquellas épocas, pero uno se pregunta si también hoy igualmente los hay, al final es preciso que todo cambie para que en realidad no cambie nada, parecen decirnos estos palacios, parecen decirle al visitante "tú nunca vivirás aquí", y uno contesta "casi lo prefiero, no hay nada como mi casa, esto tiene pinta ser muy incómodo".
Los revolucionarios franceses entraron en Versalles y lo destrozaron, el palacio de Versalles no conserva nada de su mobiliario original, se lo llevó por delante el curso de la historia, en los palacios españoles el mobiliario está completo, salvo en La Granja por el incendio, creo que eso es ya una diferencia significativa del curso de la historia entre Francia y España, aquí conservamos las sillerías y los valores de aquellas épocas igualmente tal vez, los ingleses igualmente decapitaron a un rey que se opuso al Parlamento.
En España el curso de la historia entra siempre con retraso y a veces involuciona, en cualquier caso menos mal que estos vestigios históricos están a buen recaudo de los políticos por ahora porque si no ya no habría ni una silla, en tiempos ya se esquilmó el patrimonio histórico con claros ejemplos de obras de arte y hasta edificios completos que están en el extranjero, Mendizábal incluído.
Deleitémonos en consecuencia contemplando estos grandes parques temáticos de la historia, con sus curiosidades y cotilleos, esa intrahistoria doméstica que tanto excita nuestra imaginación pequeño burguesa de cuento de hadas.
el paseante solitario
lunes, 24 de febrero de 2014
La película de la semana. La cinematografía de Pier Paolo Pasolini.
De fascismo y erotismo
Por Cristina Bringas
Cada país tiene su desarrollo en todos los
ámbitos del arte y la cultura. Sin embargo, es de reconocerse que Italia siempre
ha mostrado un adelanto especial y fundamental en lo que a plástica se refiere,
y por supuesto, también en cuanto a cinematografía. Así, la industria italiana
durante años ha estado a la vanguardia y se ha permitido alcanzar lugares que
otros países tardarían mucho más tiempo en descubrir o en plantearse. Si bien,
en Italia se han gestado grandes estrellas, también se han acuñado géneros y
estilos que pasarían a la historia y que modelarían la forma en la que
entendemos la realidad fílmica. Tales son los casos del Neorrealismo
Italiano (El ladrón de bicicletas, Umberto D) o
el Spaghetti Western (Por un puñado de dólares).
Durante las décadas de los cincuenta y los sesenta, Italia fue cuna de grandes genios de la cinematografía: Federico Fellini (La dolce vita, La strada, 8 ½), considerado como uno de los maestros del cine, Michelangelo Antonioni (Blow up, La noche), Bernardo Bertolucci (Il conformista, Novecento) y Pier Paolo Pasolini (El evangelio según San Mateo, Mamma Roma). Es quizá este último el más controversial y revolucionario de los directores italianos y el tema de este breve artículo de Investigamos.
Pasolini no sólo fue un cineasta, fue un librepensador, filósofo, político, periodista, un artista completo y sin obstáculos. Fueron posiblemente sus circunstancias, la educación recibida en su casa, pero sobre todo su contexto político y social, lo que lo orilló a llegar a un nivel de conciencia (tanto personal como artística) superior y capaz de sintetizar en una obra sus más profundas críticas hacia la sociedad.
Si bien comenzó como poeta y escritor, y tuvo un período dentro de la política italiana, su vida profesional se transformó tras haber colaborado como guionista para Fellini en Le notti di Cabiria; esto lo llevó posteriormente a escribir y dirigir Accattone en 1961. A partir de ahí, su vida cambiaría y, pese a su versatilidad, pasaría a la historia como uno de los más grandes directores del mundo.
Pasolini pasó por diversas etapas dentro de su estilo fílmico. El primero con el que tuvo un acercamiento fue el Neorrealismo italiano, cuyos fundamentos de simplicidad, cotidianidad y naturalidad le dieron las herramientas necesarias para hacerse de un estilo que lo consagraría para el resto de la historia. Utilizando así formas simples, paisajes naturales y una especial atención al cuerpo humano fue como el director italiano creó su propio lenguaje.
El boloñés desarrolló una muy especial manera de mostrar al cuerpo, caracterizándose por hacer planos frontales constantes, donde se observa a detalle la expresión, la ropa, el estilo, y poco a poco ir adentrándose en la individualidad y complejidad de cada personaje, y por ende de la sociedad misma.
"Su amor por los rostros, los cuerpos, los grupos y los paisajes convirtió sus alegorías sociales y profundamente políticas en filmes luminosos, nunca didácticos ni incorpóreos. Sus suntuosas metáforas pueden ser salvajes cuchillos lanzados contra el corazón o ideas recicladas y conformismo, pero nunca dejan de permitir que las sonrisas de la Virgen se abran paso brillando en la oscuridad"i
Este estilo perduró hasta sus últimos días, pero con sus respectivas evoluciones. Sin embargo, siempre conservó el uso fastuoso de sus paisajes y escenarios, la frontalidad de muchos de sus encuadres, pero sobre todo, mantuvo ese culto al cuerpo sin morbo y sin malicia. Él creó una veneración hacia lo que nos hace seres humanos y animales, hacia lo que realmente nos da un límite y una posibilidad: hacia nuestro cuerpo y toda su extensión epidérmica.
Para Pasolini, el cuerpo es algo más que una forma física que nos da un medio para movernos. Éste representa identidad, personalidad, y es mucho de lo que somos; es el medio a través del cual el ser humano alcanza sus más profundas necesidades. Es la intimidad personal y al mismo tiempo es el retrato de la sociedad que rodea al autor.
Para el director italiano era posible hallar la mezcla ideal entre belleza visual, corporal y humana, y el paisaje y la pintura, hasta formar una estética única, y así comenzar a extender su dura crítica a aquello que consideraba necesario señalar y replantear. No hay que olvidar que Pasolini se crió en el marco del fascismo italiano, cuyo régimen hizo mucho daño al país y a todos sus habitantes.
Poco a poco, su cine se fue tornando cada vez más subversivo y revolucionario, abandonando paulatinamente las historias y sutilidad visual de las primeras películas, hasta llegar a la etapa que daría un vuelco al erotismo y a la representación del cuerpo en la pantalla grande: El decamerón, Los cuentos de Canterbury y Las mil y una noches. En éstas, dejó de existir una censura personal respecto a la manera de exhibir todas las partes del cuerpo.
Condenado por dar ese paso, fue el más aventurado de los directores de la época (en todo el mundo), ya que tras éste comenzó el movimiento revolucionario que terminaría en los años setenta en medio del "amor y paz" y la liberación. Los motivos que encaminaron al italiano a llegar a esto fueron muy diferentes a los que condujeron al resto del mundo hacia ese punto; no obstante, todo el planeta pasó por una etapa de desfogue y rompimiento, dando paso a una libertad que para muchos rayó en el "libertinaje", pero que -sin lugar a dudas- fue la base de todo un período trascendental que dio un giro a la humanidad.
La obra cumbre, que culminaría, no sólo con esta revisión de la estética cinematográfica, así como de los planteamientos de crítica social, fue también la perdición y quizá la razón de la muerte del director italiano: Salo o 120 días en Sodoma. Ésta es una obra única en su tipo, irrepetible e incomparable y que muestra sin recelos muchos de los estigmas que Pasolini había cargado como resentimiento hacia el régimen. En esta obra fílmica, el director despliega -a su estilo- los textos del marqués de Sade y los convierte en una poesía teórica sobre la barbarie, el incesto, la bestialidad y el canibalismo que provienen de la opresión y las vivencias de su pasado. La moralidad conjuntada con el deseo interior inevitable del ser humano cobran vida a través de la lente y la hermosa fotografía de su "dolorosa" película.
Resulta imposible salir ileso o impávido tras ver Salo. En general, Pasolini logra -sin titubeos- arrancar emociones de los espectadores, porque sabe que está tocando sus fibras más sensibles, a través de aquello que realmente le incomoda. Esa impunidad visual, este enfado íntimo es una reacción natural del ser humano ante aquello que conoce y quiere ocultar. El mismo fenómeno que ocurre ante realidades políticas o religiosas.
Gubern menciona en su texto "La imagen pornográfica", la importancia de escenas tan fuertes como aquellas contenidas en Salo, para poder demostrar ciertos detalles que como sociedad ocultamos:
"En este hermético espacio pasional acotado como el castillo sadiano de Las 120 jornadas de Sodoma, tiene lugar la explosión de un amour fou, en la que la escalada del erotismo conduce al placer del dolor, y el dolor a la muerte. Oshima se recrea, en el último tercio de su película, en demostrar que en la espiral erótica la muerte por estrangulamiento en el curso del coito es la culminación límite del placer. La última frase que dice en el film un Kichizo ya extenuado a su amante, es: "Esta vez no te detengas, porque después es demasiado doloroso". Sade obedece no sólo por el frenesí de la excitación, sino porque en el fondo sabe que nada se posee tanto como aquello que se mata"ii
Pasolini vuelca en su cine una redención que espera ser alcanzada a través de la mutilación y laceración del cuerpo humano. El hombre sufre, la sociedad clama justicia, y mientras tanto, el mundo es devorado por sus habitantes, tal como se aniquilan y torturan a los personajes de 120 días en Sodoma. Es un reproche audiovisual hermoso y contundente, pero a la vez criticado y despreciado tal como su autor.
Lamentablemente, quizá él nunca debió presentar esta obra que le costaría la vida y que lo llevaría a las más profundas críticas inconsolables. El público -ofendido- incomprendió el texto y lo satanizó como un producto inadecuado e impertinente. Cuando quizá, es más bien el reflejo de los deseos internos de cada uno, que se vuelve la peor amenaza y el más profundo miedo.
Sus obras resultan completamente atemporales y pueden ser entendidas y leídas por cualquiera, y también -pese a su temporalidad fílmica- es posible leerlas en todo contexto. Sus películas retratan fenómenos sociales que nunca pasarán a la historia porque hablan de temas tan universales como la vida y la muerte, el poder y la debilidad. El cuerpo liberado y el oprimido.
Pier Paolo Pasolini, quien sólo dirigió alrededor de veinte películas en sus escasos cincuenta años de vida, es uno de los más grandes cineastas, porque es de los pocos que han sido capaces de retratar con belleza las desgracias humanas. Puede hacernos reflexionar y sufrir al mismo tiempo. Nos puede poner nerviosos y ansiosos, pero también nos clava las encías a través de cada encuadre y de cada diálogo.
Su genialidad estriba en el manejo que tiene de lo que somos: nuestros cuerpos, nuestros pensamientos, ideologías, creencias y hasta nuestras perversiones. Este maestro del cine logra entremezclar la pasión erótica con la política irreverente, transportándonos al más profundo abismo, en donde quizá nunca podremos hallar consuelo, y del que tal vez -sólo tal vez- nunca podamos salir.
i Murat, Pierre y Michel Grisolia. "Pier Paolo Pasolini". Libro Juego del Cine. Singapur: Ma non troppo, 2006. Pág. 298
ii Gubern, Román. La imagen pornográfica y otras perversiones ópticas. España: Anagrama, 2005. Pág. 313
Durante las décadas de los cincuenta y los sesenta, Italia fue cuna de grandes genios de la cinematografía: Federico Fellini (La dolce vita, La strada, 8 ½), considerado como uno de los maestros del cine, Michelangelo Antonioni (Blow up, La noche), Bernardo Bertolucci (Il conformista, Novecento) y Pier Paolo Pasolini (El evangelio según San Mateo, Mamma Roma). Es quizá este último el más controversial y revolucionario de los directores italianos y el tema de este breve artículo de Investigamos.
Pasolini no sólo fue un cineasta, fue un librepensador, filósofo, político, periodista, un artista completo y sin obstáculos. Fueron posiblemente sus circunstancias, la educación recibida en su casa, pero sobre todo su contexto político y social, lo que lo orilló a llegar a un nivel de conciencia (tanto personal como artística) superior y capaz de sintetizar en una obra sus más profundas críticas hacia la sociedad.
Si bien comenzó como poeta y escritor, y tuvo un período dentro de la política italiana, su vida profesional se transformó tras haber colaborado como guionista para Fellini en Le notti di Cabiria; esto lo llevó posteriormente a escribir y dirigir Accattone en 1961. A partir de ahí, su vida cambiaría y, pese a su versatilidad, pasaría a la historia como uno de los más grandes directores del mundo.
Pasolini pasó por diversas etapas dentro de su estilo fílmico. El primero con el que tuvo un acercamiento fue el Neorrealismo italiano, cuyos fundamentos de simplicidad, cotidianidad y naturalidad le dieron las herramientas necesarias para hacerse de un estilo que lo consagraría para el resto de la historia. Utilizando así formas simples, paisajes naturales y una especial atención al cuerpo humano fue como el director italiano creó su propio lenguaje.
El boloñés desarrolló una muy especial manera de mostrar al cuerpo, caracterizándose por hacer planos frontales constantes, donde se observa a detalle la expresión, la ropa, el estilo, y poco a poco ir adentrándose en la individualidad y complejidad de cada personaje, y por ende de la sociedad misma.
"Su amor por los rostros, los cuerpos, los grupos y los paisajes convirtió sus alegorías sociales y profundamente políticas en filmes luminosos, nunca didácticos ni incorpóreos. Sus suntuosas metáforas pueden ser salvajes cuchillos lanzados contra el corazón o ideas recicladas y conformismo, pero nunca dejan de permitir que las sonrisas de la Virgen se abran paso brillando en la oscuridad"i
Este estilo perduró hasta sus últimos días, pero con sus respectivas evoluciones. Sin embargo, siempre conservó el uso fastuoso de sus paisajes y escenarios, la frontalidad de muchos de sus encuadres, pero sobre todo, mantuvo ese culto al cuerpo sin morbo y sin malicia. Él creó una veneración hacia lo que nos hace seres humanos y animales, hacia lo que realmente nos da un límite y una posibilidad: hacia nuestro cuerpo y toda su extensión epidérmica.
Para Pasolini, el cuerpo es algo más que una forma física que nos da un medio para movernos. Éste representa identidad, personalidad, y es mucho de lo que somos; es el medio a través del cual el ser humano alcanza sus más profundas necesidades. Es la intimidad personal y al mismo tiempo es el retrato de la sociedad que rodea al autor.
Para el director italiano era posible hallar la mezcla ideal entre belleza visual, corporal y humana, y el paisaje y la pintura, hasta formar una estética única, y así comenzar a extender su dura crítica a aquello que consideraba necesario señalar y replantear. No hay que olvidar que Pasolini se crió en el marco del fascismo italiano, cuyo régimen hizo mucho daño al país y a todos sus habitantes.
Poco a poco, su cine se fue tornando cada vez más subversivo y revolucionario, abandonando paulatinamente las historias y sutilidad visual de las primeras películas, hasta llegar a la etapa que daría un vuelco al erotismo y a la representación del cuerpo en la pantalla grande: El decamerón, Los cuentos de Canterbury y Las mil y una noches. En éstas, dejó de existir una censura personal respecto a la manera de exhibir todas las partes del cuerpo.
Condenado por dar ese paso, fue el más aventurado de los directores de la época (en todo el mundo), ya que tras éste comenzó el movimiento revolucionario que terminaría en los años setenta en medio del "amor y paz" y la liberación. Los motivos que encaminaron al italiano a llegar a esto fueron muy diferentes a los que condujeron al resto del mundo hacia ese punto; no obstante, todo el planeta pasó por una etapa de desfogue y rompimiento, dando paso a una libertad que para muchos rayó en el "libertinaje", pero que -sin lugar a dudas- fue la base de todo un período trascendental que dio un giro a la humanidad.
La obra cumbre, que culminaría, no sólo con esta revisión de la estética cinematográfica, así como de los planteamientos de crítica social, fue también la perdición y quizá la razón de la muerte del director italiano: Salo o 120 días en Sodoma. Ésta es una obra única en su tipo, irrepetible e incomparable y que muestra sin recelos muchos de los estigmas que Pasolini había cargado como resentimiento hacia el régimen. En esta obra fílmica, el director despliega -a su estilo- los textos del marqués de Sade y los convierte en una poesía teórica sobre la barbarie, el incesto, la bestialidad y el canibalismo que provienen de la opresión y las vivencias de su pasado. La moralidad conjuntada con el deseo interior inevitable del ser humano cobran vida a través de la lente y la hermosa fotografía de su "dolorosa" película.
Resulta imposible salir ileso o impávido tras ver Salo. En general, Pasolini logra -sin titubeos- arrancar emociones de los espectadores, porque sabe que está tocando sus fibras más sensibles, a través de aquello que realmente le incomoda. Esa impunidad visual, este enfado íntimo es una reacción natural del ser humano ante aquello que conoce y quiere ocultar. El mismo fenómeno que ocurre ante realidades políticas o religiosas.
Gubern menciona en su texto "La imagen pornográfica", la importancia de escenas tan fuertes como aquellas contenidas en Salo, para poder demostrar ciertos detalles que como sociedad ocultamos:
"En este hermético espacio pasional acotado como el castillo sadiano de Las 120 jornadas de Sodoma, tiene lugar la explosión de un amour fou, en la que la escalada del erotismo conduce al placer del dolor, y el dolor a la muerte. Oshima se recrea, en el último tercio de su película, en demostrar que en la espiral erótica la muerte por estrangulamiento en el curso del coito es la culminación límite del placer. La última frase que dice en el film un Kichizo ya extenuado a su amante, es: "Esta vez no te detengas, porque después es demasiado doloroso". Sade obedece no sólo por el frenesí de la excitación, sino porque en el fondo sabe que nada se posee tanto como aquello que se mata"ii
Pasolini vuelca en su cine una redención que espera ser alcanzada a través de la mutilación y laceración del cuerpo humano. El hombre sufre, la sociedad clama justicia, y mientras tanto, el mundo es devorado por sus habitantes, tal como se aniquilan y torturan a los personajes de 120 días en Sodoma. Es un reproche audiovisual hermoso y contundente, pero a la vez criticado y despreciado tal como su autor.
Lamentablemente, quizá él nunca debió presentar esta obra que le costaría la vida y que lo llevaría a las más profundas críticas inconsolables. El público -ofendido- incomprendió el texto y lo satanizó como un producto inadecuado e impertinente. Cuando quizá, es más bien el reflejo de los deseos internos de cada uno, que se vuelve la peor amenaza y el más profundo miedo.
Sus obras resultan completamente atemporales y pueden ser entendidas y leídas por cualquiera, y también -pese a su temporalidad fílmica- es posible leerlas en todo contexto. Sus películas retratan fenómenos sociales que nunca pasarán a la historia porque hablan de temas tan universales como la vida y la muerte, el poder y la debilidad. El cuerpo liberado y el oprimido.
Pier Paolo Pasolini, quien sólo dirigió alrededor de veinte películas en sus escasos cincuenta años de vida, es uno de los más grandes cineastas, porque es de los pocos que han sido capaces de retratar con belleza las desgracias humanas. Puede hacernos reflexionar y sufrir al mismo tiempo. Nos puede poner nerviosos y ansiosos, pero también nos clava las encías a través de cada encuadre y de cada diálogo.
Su genialidad estriba en el manejo que tiene de lo que somos: nuestros cuerpos, nuestros pensamientos, ideologías, creencias y hasta nuestras perversiones. Este maestro del cine logra entremezclar la pasión erótica con la política irreverente, transportándonos al más profundo abismo, en donde quizá nunca podremos hallar consuelo, y del que tal vez -sólo tal vez- nunca podamos salir.
i Murat, Pierre y Michel Grisolia. "Pier Paolo Pasolini". Libro Juego del Cine. Singapur: Ma non troppo, 2006. Pág. 298
ii Gubern, Román. La imagen pornográfica y otras perversiones ópticas. España: Anagrama, 2005. Pág. 313
El amor que siento por ti, luna. Poema
El amor que siento
por ti, luna
El amor que siento por ti, luna, es un amor infantil
Como de compañero de colegio
Tierno, algo posesivo, algo celoso
Con frecuencia obsesivo, un amor basado en la repetición
Desesperado a veces, supone cosas que no existen
Que se inventa
Se basa en tu imagen luna
En tu belleza, tu quietud, tu silencio
Sobre todo en tu sonrisa, luna, siempre tan bella
Tu sonrisa que ilumina tu rostro con una luz de estrellas
Como del más allá
Tu luz es tu espíritu, está claro
En ella vivo y crezco, me alimento de ella
Como una planta noctámbula
Que sólo de noche sabe vivir contemplándote
Y si no apareces, contemplando extasiado tu recuerdo
Mi amor es así, algo tonto, algo simple, sin fundamento
cierto
Insustancial
A veces pienso que es un amor idiota
Seguramente no correspondido por ti, luna
Que me miras desde tu mayestática altura de arriba abajo
Condescendiente, comprensiva, compasiva tal vez
Pobre loco, pareces decir, y me sonríes con tu luz
Pero a mí me basta con quererte
Aunque no me quieras
Ése es un error tuyo, luna
O tal vez sea un error mío quererte
Tal vez estemos equivocados los dos
Yo queriéndote
Tú sin quererme
Pero da igual, yo soy feliz
Eso creo
Contemplándote
José Ramón Carballo
23 de febrero de 2014
Diario de un paseante. Excursión a Aranjuez
Diario de un paseante (23-02-2014). Excursión a
Aranjuez.
La verdad es que Madrid es poco idílico, poco bucólico, poco
pastoral, es una ciudad que ha crecido desordenadamente, de manera poco
coherente, falta de homogeneidad, no existe ningún canon estético como sucede
en otras ciudades, salvo en zonas muy puntuales como el centro, y aún así no
deja nunca de imperar cierto desorden, cierto caos, todos esos rótulos y
escaparates de los comercios, esas estéticas superpuestas de una modernidad
hortera y en permanente cambio, en fin, hay que resignarse, hay lo que hay, tal
vez lo que más se salve sea la Gran Vía, la Castellana, la Puerta de Alcalá, Serrano,
Velázquez, poco más, uno sale de la ciudad intentando encontrar todo aquello de
lo que la ciudad carece, busca la calma, la naturaleza, la armonía, una
estética más cuidada, menos multitudes, algo, en definitiva, más idílico.
Decide uno irse a pasar el día a Aranjuez, suena idílico, un
palacio rodeado de jardines en mitad de la vega del río Tajo llena de huertas,
precioso, uno lo imagina así al menos, luego llega la realidad y le saca a uno
de su engaño, lo primero es el recorrido del tren, ese amasijo de hierros y
cemento, de eriales, barrios dormitorio impersonales en medio de la nada,
fábricas, deshechos, edificaciones abandonadas, cunetas sucias.
Ya parece que al fin se llega a Aranjuez, esperemos que haya
valido la pena tan feo recorrido, más valdría haberse dormido o haber cerrado
los ojos hasta llegar, al llegar todo cambia, hay verdor, árboles, bonitas
perspectivas, se ve el río, se llega a una estación antigua muy hermosa aunque
totalmente descuidada, sus inmediaciones recuerdan al camino que acabamos de
recorrer, amasijos de hierro y cemento, edificios abandonados, cunetas sucias,
improvisación, despropósito…, llegamos al Palacio, muy bonito, aparece como en
medio de la nada, los monumentos en España te los encuentras siempre de
improviso como al doblar la esquina, sin tiempo para prepararte, a traición, de
sopetón, según uno se acerca se da cuenta de que está muerto, el Palacio está
muerto, todo cerrado, y en un estado de descuidado abandono, con goteras, seguimos
caminando, jardines llenos de gente, recuerda a Madrid en sus multitudes
Aranjuez en domingo, el centro muy concurrido, edificaciones variadas, falta de
homogeneidad, pérdida de las señas de identidad, edificios históricos
totalmente abandonados, otros rehabilitados con escaso gusto, desvirtuados en
su uso, convertidos en sedes de organismos oficiales, carentes de todo encanto,
luego las afueras llenas de edificaciones vulgares como de cualquier parte,
absolutamente impersonales, feas, el jardín de Príncipe igualmente en estado de
abandono y enfrente, en la otra ribera de río Tajo, un camping, con toda su
vulgaridad, asomándose a los jardines reales, toca comer algo, tarea difícil,
todo muy turístico, insípidos menús del día a precios semieconómicos, al final
comí en un lugar llamado Quid, cerca de los jardines, en la pequeña terraza,
bastante bien, 16 euros, muy rico todo, les felicité, el vino excelente, pero
fue de chiripa, abunda lo mediocre.
Visita al Palacio, abandono de nuevo, el Patrimonio Nacional
necesita un cierto impulso, los relojes de los salones, magnífica colección de
relojes, no funcionan, cuando de niño iba con mis padres a visitar estos
Palacios era una delicia oír sus variadas y deliciosas sonerías todas a un
tiempo, antes supongo que habría relojeros que se ocuparían de eso, ahora ya
no, visitas guiadas sólo a primera hora de la mañana, como no hay visitas
guiadas por las tardes una parte del Palacio no se puede ver, todo es así de
absurdo, muy funcionarial, los balcones cerrados, todo hay que verlo con luz
artificial, otra cosa que en mi infancia y juventud no era así, en los Palacios
entraba la luz natural y las pinturas y todas las decoraciones lucían mucho más,
aparte que poder contemplar las perspectivas de los jardines desde las salas
del Palacio significa comprenderlo mejor, en la planta de abajo para despedir
al visitante han colocado una urna inmensa con los vestidos de novia de la
reina, las dos infantas y la princesa, aunque el propósito con que está hecho
no es ése, contemplarlo produce una tristeza enorme.
Vuelta a la estación caminando, regreso a Madrid, de nuevo
todo ese amasijo de hierros y hormigón entre un paisaje lunar. Uno se pregunta
qué imagen de España se llevan los turistas, si uno siendo de aquí sale
extrañado y sorprendido qué pensarán ellos que no están habituados.
Para colmo los espárragos no son de la huerta y las fresas
tampoco, vaya chasco, menos mal que no lo pedí.
Para terminar una reflexión sobre la idea de la monarquía
que me transmite la visita a Aranjuez, uno no puede evitar una visión marxista
de toda esa opulencia de jardines, fuentes monumentales, falúas, carruajes,
objetos artísticos, pinturas, tapices…, uno piensa al igual que cuando visita
las grandes catedrales, en toda esa pobre gente que andaría malviviendo de
cualquier manera en aquellas épocas pretéritas, justo al salir del Palacio hay
un enorme cuadro de la boda de Alfonso XIII, parece casi un niño, creo que es la Iglesia de los Jerónimos
Reales de Madrid, y el pintor pudiera ser Casado del Alisal por el estilo,
choca ver a toda la aristocracia en traje de gala doblar el espinazo ante la
regia pareja que baja del altar con aspecto infantil, uno comprende en un solo
golpe de vista la historia más reciente de España contemplando aquello, y
entiende lo que vino inmediatamente después.
Se va uno de Aranjuez con un regusto a egoísmo, desigualdad,
injusticia, indiferencia, avaricia, por parte de los poderosos hacia el pueblo,
privilegios en definitiva que el péndulo de la historia trató de corregir.
Un tanto decepcionante la visita en general.
Se vuelve uno a casa pensando en la fugacidad de la vida y
en la inutilidad de todo afán humano, nada queda hoy de aquellos reyes ricos y
poderosos, todo lo que atesoraron se fue perdiendo, se creían tal vez eternos y
el tiempo se los llevó.
El paseante